• Marty Supreme representa la apuesta más arriesgada de A24 con 70 millones de dólares, cifra inédita para el estudio independiente que desafía las reglas del mercado actual.

• El estreno limitado demuestra que aún existe hambre por el cine de autor con una media de 145.800 dólares por pantalla, la más alta de 2025.

• Esta película constituye una prueba definitiva sobre si el estrellato cinematográfico clásico puede renacer en una industria dominada por franquicias y universos expandidos.

En una época donde las salas se llenan con superhéroes y secuelas numeradas, presenciamos algo cada vez más extraño: una apuesta genuina por el magnetismo de una estrella de cine. Timothée Chalamet, ese joven actor que ha sabido moverse entre Luca Guadagnino y Denis Villeneuve, se encuentra ahora en el epicentro de un experimento que me recuerda a los grandes riesgos que tomaban los estudios en los años dorados de Hollywood.

Marty Supreme no es simplemente otra película en la filmografía de Chalamet. Es una declaración de principios que evoca aquellos tiempos en los que bastaba el nombre de Montgomery Clift o James Dean para garantizar el interés del público. Observando esta campaña promocional, uno no puede evitar preguntarse si asistimos a un intento desesperado por recuperar algo perdido o a un genuino renacimiento del estrellato clásico.

El salto al vacío de A24

La decisión de A24 de invertir 70 millones de dólares representa un cambio radical en la filosofía del estudio. Durante años, la compañía había construido su prestigio sobre producciones modestas pero de impacto artístico considerable. Esta cifra los sitúa en territorio comercial, donde las reglas son implacables y el margen de error, mínimo.

El estreno limitado en seis pantallas ha ofrecido resultados esperanzadores. Con 875.000 dólares recaudados y una media de 145.800 dólares por pantalla, las cifras sugieren que existe apetito por este tipo de propuestas. Sin embargo, como bien sabemos quienes hemos observado la industria durante décadas, el verdadero examen llegará con el estreno amplio del 25 de diciembre.

La crítica ha respondido con un 95% en Rotten Tomatoes. Aunque prometedor, el favor crítico no siempre se traduce en éxito comercial. La historia del cine está plagada de obras maestras que fracasaron en taquilla y entretenimientos vacuos que arrasaron.

La construcción del mito Chalamet

Observando la trayectoria de Chalamet, encuentro ecos de las grandes estrellas de antaño. Su capacidad para alternar entre el cine de autor y las grandes producciones recuerda a figuras como James Dean, quien supo mantener su integridad artística sin renunciar al atractivo popular.

La campaña promocional ha sido meticulosamente orquestada. Chalamet no se ha limitado a las apariciones convencionales; ha construido una narrativa que trasciende la mera promoción. Esta estrategia demuestra una comprensión sofisticada de cómo funciona el estrellato en la era digital.

Josh Safdie, conocido por Good Time y Uncut Gems, aporta una sensibilidad que casa perfectamente con las ambiciones del proyecto. Su capacidad para crear tensión narrativa y desarrollar personajes complejos sugiere que Marty Supreme podría ofrecer la sustancia necesaria para justificar tanto la inversión como la apuesta artística.

El riesgo, como señalan los analistas, es considerable. «Apostar por él de esta manera es arriesgado. Las estrellas de cine que son reclamos de taquilla parecen una reliquia del pasado», observa Alex Harrison. Esta reflexión toca el corazón de un debate fundamental sobre el futuro del cine como espectáculo.

El momento decisivo

La industria cinematográfica se encuentra en una encrucijada que me resulta familiar. Durante mis años escribiendo sobre cine, he presenciado múltiples intentos de revitalizar fórmulas clásicas. Algunos triunfaron, otros se estrellaron contra la realidad del mercado.

Marty Supreme representa mucho más que una película. Es un manifiesto sobre las posibilidades del cine contemporáneo, una declaración de fe en el poder de las historias bien contadas y los intérpretes carismáticos. En una época donde la mise-en-scène se sacrifica por los efectos digitales, este proyecto sugiere un retorno a valores más sólidos.

Si el filme triunfa, como sugiere Harrison, «no solo cambiará la trayectoria de su carrera. Más distribuidores y actores querrán emular lo que está haciendo». Esta posibilidad abre un horizonte esperanzador para quienes creemos en el cine como arte y espectáculo inteligente.

La apuesta por el cine adulto

Lo que más me fascina de esta operación es su apuesta por el público adulto. En una industria obsesionada con los cuadrantes demográficos más jóvenes, Marty Supreme parece dirigirse a espectadores que valoran la complejidad narrativa y la profundidad interpretativa.

La respuesta del público en las próximas semanas determinará si asistimos al renacimiento de un modelo clásico o si confirmamos que esos tiempos han quedado atrás. En cualquier caso, Chalamet ha demostrado una valentía admirable al apostar por un proyecto que podría definir no solo su futuro, sino el de toda una generación de actores.

El cine, como arte que es, necesita de estos gestos audaces para mantener viva su capacidad de sorprender. Marty Supreme nos recuerda que, a veces, la mayor revolución consiste en recuperar lo que nunca debimos perder: la fe en el poder transformador de una gran interpretación y una historia bien contada.