John Boyega DESTROZA a Disney: «No tenían ni puta idea qué hacer conmigo»

Boyega revela su frustración con Disney y su anhelo de Finn como Jedi, reflejando la lucha entre creatividad y decisiones corporativas en Star Wars.

✍🏻 Por Alex Reyna

agosto 13, 2025

• John Boyega esperaba que Finn desarrollara poderes Jedi y formara un dúo épico con Rey, similar a la dinámica entre Obi-Wan y Darth Vader en la saga original.

• Disney falló estrepitosamente al marginar personajes diversos tras promover su inclusión, demostrando que la representación superficial es peor que la ausencia total.

• La honestidad brutal de Boyega revela las tensiones entre las expectativas creativas y las decisiones corporativas que definen el cine blockbuster moderno.

Hay algo profundamente melancólico en escuchar a un actor hablar de lo que pudo haber sido. Como cuando descubres los guiones descartados de Blade Runner o las versiones alternativas de Dune que nunca llegaron a filmarse.

John Boyega, en una reciente aparición en la Fan Expo Boston, nos ha regalado uno de esos momentos: la confesión de sus expectativas rotas con Finn, su personaje en la trilogía secuela de Star Wars.

Sus palabras resuenan con la frustración de quien vio un potencial narrativo que se desvaneció entre las decisiones corporativas y los cambios de rumbo creativos.

Porque al final, Star Wars no es solo entretenimiento; es mitología moderna. Y cada personaje desperdiciado es una oportunidad perdida de explorar qué significa la heroicidad en nuestro tiempo.

Las expectativas de un Jedi que nunca fue

Cuando Boyega leyó por primera vez el guión de El Despertar de la Fuerza, su mente de actor comenzó a trazar arcos narrativos.

No es difícil entender por qué. Un soldado de asalto que deserta, que empuña un sable láser, que muestra indicios de sensibilidad a la Fuerza… todos los elementos estaban ahí, esperando a ser desarrollados.

«Pensé que estaban planeando Jedis duales», confesó el actor. «Realmente pensé que nos harían un poco Obi-Wan y Darth Vader».

La imagen es poderosa: Finn y Rey como dos caras de una misma moneda, destinados a caminos que se entrelazan y divergen. Es el tipo de narrativa que Star Wars hace mejor, esas relaciones complejas que trascienden el bien y el mal absolutos.

Pero las expectativas, como sabemos, pueden ser tanto una bendición como una maldición.

Boyega imaginó un desarrollo que nunca llegó, una profundidad que se quedó en la superficie. Y quizás ahí radica una de las tragedias de la trilogía secuela: no la falta de ideas, sino la incapacidad de desarrollarlas hasta sus últimas consecuencias.

El peso de la representación

La frustración de Boyega va más allá de lo puramente narrativo.

En una entrevista con GQ en 2020, el actor fue brutalmente honesto sobre cómo Disney manejó la diversidad en la saga: «Sabíais qué hacer con Daisy Ridley, sabíais qué hacer con Adam Driver… Pero cuando se trataba de Kelly Marie Tran, cuando se trataba de John Boyega, no teníais ni puta idea».

Sus palabras cortan como un sable láser porque tocan algo fundamental: la responsabilidad que conlleva la representación.

Cuando introduces personajes diversos en una franquicia de la magnitud de Star Wars, no basta con que aparezcan en los pósters. Necesitan arcos significativos, desarrollo emocional, propósito narrativo.

Es una reflexión que trasciende la ciencia ficción y se adentra en cómo contamos historias en el siglo XXI.

¿Qué mensaje enviamos cuando marginamos a personajes que inicialmente presentamos como centrales? ¿Qué dice sobre nosotros como sociedad que sigamos luchando con estas cuestiones básicas de representación?

El fan que permanece

Lo más fascinante de la posición de Boyega es que, a pesar de todo, sigue siendo un fan incondicional de Star Wars.

Se describe como alguien que corregía detalles en el set, que conoce los videojuegos de la franquicia y las series animadas.

Es el tipo de fan que todos reconocemos: el que ama el universo incluso cuando critica sus manifestaciones concretas.

Esta dualidad me recuerda a mi propia relación con la ciencia ficción. Puedes adorar las ideas de Philip K. Dick y al mismo tiempo cuestionar adaptaciones que no capturan su esencia.

Puedes ser fan de Star Trek y criticar decisiones creativas específicas. El amor verdadero por una obra incluye la capacidad de señalar sus fallos.

Boyega encarna esa paradoja del fan moderno: suficientemente apasionado para involucrarse, suficientemente crítico para no aceptar cualquier cosa.

Su conocimiento del universo expandido le da autoridad moral para sus críticas. No habla desde el resentimiento, sino desde el amor frustrado.

Lecciones de una oportunidad perdida

La historia de Finn nos enseña algo importante sobre la narrativa moderna.

En una época donde las franquicias se planifican con años de antelación, donde cada película debe servir múltiples propósitos comerciales, es fácil perder de vista lo fundamental: el desarrollo de personajes.

Finn tenía todos los elementos para una historia poderosa. Un soldado programado desde la infancia que elige la libertad.

Un hombre que descubre poderes que nunca supo que tenía. Un personaje que podría haber explorado temas de identidad, libre albedrío y redención.

En lugar de eso, se convirtió en alivio cómico y interés romántico secundario.

Es una lección que va más allá de Star Wars. Cuando creamos personajes diversos, cuando prometemos representación, tenemos la responsabilidad de seguir adelante con esas promesas.

No basta con la inclusión superficial; necesitamos inclusión narrativa real.

La ingeniería narrativa requiere la misma precisión que cualquier otro sistema complejo. Cada personaje es un componente que debe funcionar dentro del conjunto.

Cuando falla uno, especialmente uno tan central como Finn, todo el sistema se resiente.


La confesión de John Boyega nos deja con una sensación agridulce, como esas conversaciones nocturnas donde imaginas cómo podrían haber sido las cosas.

Su Finn alternativo, el que se convierte en Jedi, el que tiene un arco épico, existe ahora solo en el reino de las posibilidades perdidas.

Pero quizás esa sea la naturaleza de toda gran narrativa: siempre contiene múltiples historias, y nosotros, como audiencia, vivimos tanto con lo que vemos como con lo que imaginamos.

Al final, la honestidad de Boyega es un regalo. Nos recuerda que detrás de cada personaje hay un actor con esperanzas y expectativas.

Que las decisiones creativas tienen consecuencias humanas reales. Y que el amor verdadero por una franquicia incluye la valentía de señalar cuándo se queda corta.

En una galaxia muy, muy lejana, Finn podría haber sido un Jedi. En la nuestra, John Boyega sigue siendo un fan que no tiene miedo de soñar con lo que pudo haber sido.


Sobre Alex Reyna

Mi primer recuerdo de infancia es ver El Imperio Contraataca en VHS. Desde entonces, la ciencia ficción ha sido mi lenguaje. He montado Legos, he visto Interstellar más veces de las que debería, y siempre estoy buscando la próxima historia que me vuele la cabeza. Star Wars, Star Trek, Dune, Nolan… si tiene naves o viajes temporales, cuenta conmigo.

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