• The Conjuring: Last Rites cierra una de las franquicias de terror más sólidas de la última década apostando por la intimidad emocional frente al espectáculo sobrenatural desmedido.
• La decisión de inspirarse en Logan en lugar de Avengers: Endgame demuestra una madurez narrativa que honra la tradición del terror clásico por encima del entretenimiento comercial.
• El caso real de la familia Smurl promete recuperar el terror psicológico genuino que caracterizó las mejores entregas de la saga, alejándose de los excesos de las secuelas menores.
En una industria cinematográfica obsesionada con los multiversos y las batallas épicas, resulta reconfortante encontrar cineastas que aún comprenden el valor de la contención narrativa. Cuando James Wan concibió Expediente Warren: The Conjuring en 2013, no solo resucitó el terror clásico de la casa encantada, sino que estableció los cimientos de una franquicia que ha sabido mantener, en sus mejores momentos, la elegancia del terror psicológico.
Ahora, con The Conjuring: Last Rites en el horizonte, nos enfrentamos al desafío de cerrar dignamente una saga que ha demostrado que el horror más efectivo reside en la precisión, no en la desmesura.
La Tentación del Espectáculo Masivo
La decisión del director Michael Chaves de rechazar un enfoque estilo Avengers: Endgame merece nuestro reconocimiento. En una industria donde el «más es más» se ha convertido en dogma, la elección de la intimidad sobre la grandilocuencia representa un acto de resistencia artística.
Chaves ha confesado que durante las sesiones creativas iniciales se barajó la posibilidad de reunir a todos los demonios de la franquicia en una batalla final apocalíptica. Sin embargo, su instinto narrativo le llevó hacia territorios más fértiles: «Adoro Logan, y adoro cómo tiene esa gran sensación de conclusión a través de los personajes y esa gran relación emocional».
El Ejemplo de Logan
La referencia a la obra maestra de James Mangold no es casual. Logan demostró que el final de una saga no requiere pirotecnia desmedida, sino honestidad emocional. Mangold comprendió que el verdadero peso dramático reside en la despedida de los personajes que hemos aprendido a amar.
Es una lección que el cine de género olvida con demasiada frecuencia, privilegiando el impacto visual sobre la resonancia emocional. En este sentido, la aproximación de Chaves recuerda a los maestros del suspense clásico, que sabían que el terror más duradero nace de la sugerencia, no de la exhibición.
El Regreso a las Raíces del Terror Genuino
La decisión de centrar Last Rites en el caso real de la familia Smurl representa un retorno a los orígenes de la franquicia. Los casos más memorables de Ed y Lorraine Warren siempre han encontrado su fuerza en la verosimilitud, en esa delgada línea que separa lo posible de lo imposible.
Patrick Wilson y Vera Farmiga han construido a lo largo de estas películas una química interpretativa que trasciende el mero profesionalismo. Su retrato de los Warren ha sabido equilibrar la convicción religiosa con la vulnerabilidad humana, creando personajes tridimensionales en un género que suele conformarse con arquetipos planos.
Los Tropiezos de la Expansión
No podemos ignorar que The Conjuring Universe ha tenido sus tropiezos. Películas como The Nun o The Curse of La Llorona demostraron los peligros de la expansión descontrolada, privilegiando la explotación comercial sobre la coherencia artística.
Sin embargo, las entregas principales han mantenido un nivel de calidad que honra la tradición del terror clásico. El enfoque intimista que promete Last Rites sugiere una comprensión madura de lo que realmente funciona en esta franquicia.
La Verdadera Grandeza del Terror
No son los saltos en la butaca ni los efectos digitales lo que permanece en la memoria del espectador, sino esos momentos de silencio cargado, esas miradas entre Ed y Lorraine que comunican décadas de experiencias compartidas frente a lo inexplicable.
La elección de Chaves de inspirarse en Logan representa una victoria del criterio artístico sobre las presiones comerciales. En una época donde el cine de género parece haber perdido la confianza en su propia capacidad de emocionar sin recurrir al exceso, Last Rites se presenta como una oportunidad de demostrar que la verdadera grandeza cinematográfica reside en la precisión.
Si Chaves logra mantener esta visión y ofrecer un cierre digno a la historia de los Warren, habrá conseguido algo más valioso que el éxito de taquilla: preservar la integridad artística de una franquicia que nos ha recordado por qué el cine de terror, cuando se practica con respeto y maestría, sigue siendo una de las formas más puras de arte cinematográfico.