Jack Black y Paul Rudd DESTRUYEN su carrera en el peor remake de 2025

Gormican convierte “Anaconda” en metasátira vacía: dirección plana, CGI ridículo y talentos desaprovechados de Jack Black y Paul Rudd. Síntoma claro de la crisis creativa.

✍🏻 Por Tomas Velarde

diciembre 24, 2025

• La nueva «Anaconda» de Tom Gormican desperdicia el talento de Jack Black y Paul Rudd en un ejercicio metacinematográfico que critica la obsesión de Hollywood por las propiedades intelectuales pero termina siendo víctima de aquello que pretende satirizar.

• Esta producción ejemplifica la crisis creativa actual del cine comercial, donde la autoconciencia se confunde con la inteligencia y la ironía sustituye a la sustancia narrativa genuina.

• A pesar de una premisa prometedora que evoca las grandes comedias sobre la industria cinematográfica, el filme carece de la precisión visual y narrativa que caracterizaba a los maestros del género.

En una época en la que Hollywood parece navegar sin rumbo creativo, refugiándose obsesivamente en la explotación de franquicias del pasado, emerge una paradoja cinematográfica que merece nuestra reflexión.

La nueva «Anaconda», dirigida por Tom Gormican, se presenta como un metacomentario sobre esta misma tendencia. Sin embargo, termina convirtiéndose en aquello que pretende criticar: un ejercicio vacío que malgasta el considerable talento de sus intérpretes.

Cuando Jack Black y Paul Rudd, dos actores de probada solvencia cómica, se embarcan en un proyecto que promete diseccionar los males de la industria contemporánea, uno esperaría encontrar la mordacidad de Billy Wilder en «El crepúsculo de los dioses» o la precisión narrativa de Preston Sturges en «Sullivan’s Travels».

En cambio, lo que nos ofrece esta producción es un reflejo inquietante de la mediocridad que aqueja al cine actual. La ironía se convierte en excusa para la falta de rigor artístico.

Una premisa con potencial desperdiciado

La configuración inicial no carece de mérito conceptual. Doug, interpretado por Black como un videoaficionado especializado en bodas, y Griff, el actor en decadencia de Rudd, adquieren los derechos de la serpiente gigante. Se embarcan hacia Brasil con un presupuesto inferior a los 50.000 dólares.

Esta premisa evoca, en cierta medida, las comedias sobre la industria cinematográfica que tanto brillaron en la época dorada. Recuerda a aquellas obras donde la desesperación creativa se transformaba en oro cómico.

Las secuencias iniciales en Buffalo muestran destellos de lo que podría haber sido. Una exploración genuina de la amistad masculina en la mediana edad, de los sueños diferidos y de la nostalgia por una juventud que se escapa.

Sin embargo, donde maestros como Wilder habrían encontrado profundidad psicológica, Gormican se conforma con chistes de superficie. Apenas rozan la complejidad de sus protagonistas.

El síndrome del metacomentario contemporáneo

El filme plantea cuestiones pertinentes sobre el estado actual de la industria. Cuando los personajes reflexionan sobre cómo «todas las grandes películas son así», refiriéndose a las adaptaciones, uno percibe el eco de debates familiares.

Son conversaciones que resuenan en cada festival de cine, en cada tertulia entre cinéfilos que lamentamos la pérdida de originalidad en las salas comerciales.

No obstante, esta autoconsciencia se convierte en una trampa. Al igual que muchas producciones contemporáneas que confunden la ironía con la inteligencia, «Anaconda» cree que señalar un problema la exime de caer en él.

El resultado es una obra que critica la falta de sustancia mientras exhibe precisamente esa carencia.

Dirección sin personalidad artística

La dirección de Gormican carece de la precisión visual que caracteriza a los grandes maestros de la comedia cinematográfica.

Donde Kubrick habría encontrado la geometría perfecta para cada encuadre en «Dr. Strangelove», o donde Hitchcock habría construido la tensión a través del montaje, aquí encontramos una puesta en escena meramente funcional.

La fotografía y el diseño de producción cumplen su función sin aportar elementos distintivos. Los paisajes brasileños se presentan como mero telón de fondo exótico, desperdiciando posibilidades visuales evidentes.

Intérpretes desaprovechados

El reparto, encabezado por Black, Rudd, Steve Zahn y Thandiwe Newton, posee la experiencia y el carisma necesarios para sostener una comedia de mayor envergadura.

Black, en particular, demuestra una vez más su capacidad para encontrar humanidad en personajes aparentemente ridículos. Su Doug es un hombre que proclama vivir «una vida de notable, quizás incluso notable alto».

Esta frase encapsula tanto la mediocridad aspiracional como la dignidad inherente del personaje.

Rudd navega con su habitual elegancia entre la autocompasión y el optimismo forzado de un actor que ve cómo sus oportunidades se desvanecen. Sin embargo, el guión no les proporciona el material necesario para desarrollar estas caracterizaciones más allá de los arquetipos básicos.

El momento del naufragio narrativo

La transición hacia Brasil marca el instante en que la película abandona cualquier pretensión de profundidad narrativa.

La aparición de la serpiente generada por ordenador convierte lo que podría haber sido una reflexión inteligente sobre la creatividad y la amistad en una aventura disparatada.

Carece tanto de la emoción genuina como del humor sofisticado que prometían las secuencias iniciales.

Esta transformación resulta particularmente frustrante porque revela las limitaciones conceptuales del proyecto. Mientras que obras como «The Studio» logran diseccionar con precisión quirúrgica los absurdos de la industria del entretenimiento, «Anaconda» se conforma con observaciones superficiales.

La paradoja del producto derivativo

En última instancia, esta «Anaconda» se convierte en aquello que pretende satirizar: un producto derivativo que explota una propiedad intelectual existente sin aportar una visión personal.

La ironía resulta amarga cuando consideramos que los propios personajes del filme expresan su descontento con esta tendencia industrial.

El filme sufre de lo que podríamos denominar el síndrome del metacomentario contemporáneo. La creencia de que la autoconciencia sustituye a la sustancia narrativa.

Esta tendencia, lamentablemente extendida en el cine actual, produce obras que funcionan más como ejercicios intelectuales que como experiencias cinematográficas genuinas.

Una oportunidad desperdiciada

Con un reparto de esta calidad y una premisa que tocaba temas relevantes para el estado actual del cine, era posible crear algo memorable y significativo.

En cambio, «Anaconda» nos deja con la sensación melancólica de haber presenciado un síntoma más de la crisis creativa que atraviesa Hollywood.

En una industria que parece haber olvidado que el cine, en su esencia más pura, debe aspirar a ser arte antes que producto, esta película se erige como un recordatorio involuntario de todo lo que hemos perdido.

Quizás, en su fracaso mismo, encontremos la lección más valiosa: que la verdadera creatividad no puede surgir del cinismo, sino de la pasión genuina por contar historias que merezcan ser contadas.


Cinéfilo empedernido, coleccionista de vinilos de bandas sonoras y defensor de la sala de cine como templo cultural. Llevo más de una década escribiendo sobre cine clásico, directores de culto y el arte de la narrativa visual. Creo que no hay nada como un plano secuencia bien ejecutado y que el cine perdió algo cuando dejó de oler a celuloide.

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