• Cillian Murphy se despide definitivamente de Tommy Shelby en «The Immortal Man», pero permanece como productor ejecutivo de la nueva serie ambientada en 1953.
• La película servirá como conclusión narrativa perfecta para el personaje, permitiendo que su historia tenga un cierre digno mientras abre nuevas posibilidades para el universo.
• Este cambio de guardia refleja la evolución natural de las franquicias modernas: saber cuándo cerrar un capítulo para que nazcan otros nuevos.
Hay algo profundamente melancólico en las despedidas definitivas. No hablo solo del adiós entre personas, sino de esos momentos en los que un actor se separa para siempre de un personaje que ha definido una década de su carrera. Es como contemplar el final de una era, ese instante en el que una historia encuentra su punto final mientras otras esperan en el horizonte.
Cillian Murphy ha confirmado lo que muchos intuíamos: «Peaky Blinders: The Immortal Man» será su última interpretación como Tommy Shelby. Y hay algo hermoso en esta decisión, algo que habla de la madurez narrativa que pocas franquicias logran alcanzar en estos tiempos de explotación infinita de propiedades intelectuales.
El arte de saber cuándo parar
La película, que llegará a los cines el 6 de marzo de 2026 y a Netflix el 20 de marzo, se sitúa en 1940, en plena Segunda Guerra Mundial. Steven Knight, el creador de la serie, la describe como «el final de una novela», y esa metáfora no es casual.
En una época donde las historias se estiran hasta el agotamiento, donde cada éxito debe convertirse en universo expandido, Peaky Blinders elige la elegancia del cierre. Me recuerda a lo que George Lucas intentó con la trilogía original de Star Wars: contar una historia completa, con principio, desarrollo y final. Aunque luego el universo se expandiera, esa primera historia tenía su propia integridad narrativa.
Murphy ha compartido que el rodaje de su última escena fue emocionalmente anticlimático. El reparto simplemente se dispersó tras completar la toma. Hay algo profundamente humano en esa descripción. Los grandes momentos de nuestra vida rara vez vienen acompañados de fanfarrias.
La continuidad sin el protagonista
Pero aquí viene lo interesante: Murphy no abandona completamente el universo que ayudó a construir. Permanecerá como productor ejecutivo de una nueva serie ambientada en 1953, en la Gran Bretaña de posguerra.
Es una decisión que habla de sabiduría creativa: reconocer cuándo tu historia personal con un personaje ha llegado a su fin, pero mantener la conexión con el mundo que has ayudado a crear. Esta transición me recuerda a cómo funciona Dune de Herbert: cada libro cierra un arco narrativo completo, pero el universo continúa expandiéndose con nuevos protagonistas.
Murphy se retira en el momento álgido, cuando Tommy Shelby aún conserva su misterio y su poder narrativo intactos. Es lo opuesto a lo que vemos en muchas franquicias actuales, donde los personajes se estiran hasta perder su esencia original.
El legado de una década
Desde 2013 hasta 2022, Peaky Blinders no fue solo una serie de televisión. Fue un fenómeno cultural que redefinió cómo vemos la televisión británica contemporánea. Murphy construyó en Tommy Shelby un personaje que trasciende el género: un antihéroe que nunca pidió nuestra simpatía, pero que la obtuvo a través de la complejidad de sus contradicciones.
La serie funcionó porque entendía algo fundamental sobre la naturaleza humana: que los hombres más peligrosos son aquellos que han visto demasiado, que han regresado de lugares donde otros no sobreviven. Tommy Shelby era un veterano de guerra antes de ser un gánster, y esa herida primordial nunca sanó completamente.
Es el mismo principio que hace funcionar a personajes como Rick Deckard en Blade Runner: el trauma como motor narrativo, la pregunta constante sobre qué nos hace humanos cuando hemos perdido parte de nuestra humanidad.
Una reflexión sobre el tiempo y las historias
«Una película no está terminada hasta que la gente la mira», ha dicho Murphy, y en esa frase hay una verdad profunda sobre la naturaleza del arte. Las historias no existen en el vacío; cobran vida en el momento del encuentro entre creador y audiencia.
Knight espera que la película proporcione una conclusión narrativa satisfactoria mientras deja espacio para que los personajes continúen viviendo en nuestra imaginación. Es una ambición noble: cerrar sin clausurar, terminar sin agotar las posibilidades.
La decisión de Murphy refleja algo más amplio sobre nuestra relación con las narrativas largas en la era del streaming. Vivimos en una época de historias infinitas, donde cada final es en realidad un nuevo comienzo disfrazado. Pero hay algo liberador en aceptar que algunas historias tienen un final natural, un punto donde decir «hasta aquí» no es rendirse, sino completar el círculo.
En marzo de 2026, cuando las luces se apaguen por última vez sobre Cillian Murphy como Tommy Shelby, no estaremos presenciando solo el final de una interpretación magistral. Estaremos viendo cómo una historia encuentra la gracia de su propia conclusión, algo cada vez más raro en nuestro tiempo de narrativas infinitas y reboots constantes.
Es, en el fondo, un acto de fe en el poder de las historias para sobrevivir a sus creadores originales.

