• La franquicia John Wick ha redefinido el cine de acción moderno con su combinación única de coreografías brutales, construcción de mundo detallada y protagonistas moralmente complejos.
• Como alguien que ha analizado durante años la evolución de los antihéroes desde Batman hasta Watchmen, creo que la televisión actual ofrece narrativas más ricas que muchas películas de acción contemporáneas.
• Estas doce series demuestran que el medio televisivo puede capturar la intensidad y sofisticación que los seguidores de Keanu Reeves buscan, con la ventaja añadida de un desarrollo de personajes más profundo.
Hay algo magnético en la forma en que John Wick transformó el panorama del cine de acción. Me recuerda a cuando Christopher Nolan reinventó el género de superhéroes con Batman Begins: no se trataba solo de hacer algo diferente, sino de elevar las expectativas de todo un público.
La saga de Chad Stahelski y David Leitch demostró que los espectadores estaban hambrientos de algo más sofisticado. Acción con propósito, violencia con consecuencias y protagonistas que cargan con el peso de sus decisiones.
Es la misma filosofía que hace funcionar a los mejores antihéroes del cómic. Batman no pega puñetazos porque sí; cada golpe responde a un código moral inquebrantable.
Pero aquí surge una pregunta interesante: ¿qué ocurre cuando terminas de ver las cuatro películas y necesitas esa misma dosis de adrenalina inteligente?
La televisión actual, con sus presupuestos millonarios y narrativas extendidas, se ha convertido en el refugio perfecto. Las series que vamos a explorar no son simples imitaciones; son obras que entienden qué hace especial al universo de John Wick y lo traducen a un formato que permite un desarrollo más profundo.
El Arte de la Acción Inteligente
Reacher representa quizás la transición más natural para los fans de John Wick.
Alan Ritchson encarna a Jack Reacher con una presencia física que recuerda a la intimidación silenciosa de Keanu Reeves, pero con un enfoque más cerebral. Es como si hubiesen cogido la determinación de Batman y la hubiesen trasladado a un contexto más terrenal.
La serie de Amazon Prime Video captura esa sensación de forastero letal que llega a un lugar y lo cambia para siempre.
Lo que hace brillar a Reacher es su comprensión de que la violencia debe tener peso. Cada confrontación se siente inevitable, casi matemática en su desarrollo.
Es la misma filosofía que hace funcionar a John Wick: la acción como consecuencia lógica de las decisiones de los personajes.
Person of Interest merece una mención especial por ser una de las series más infravaloradas de la década pasada.
Jonathan Nolan creó algo único: un thriller tecnológico que funciona tanto como procedimiento semanal como épica de ciencia ficción. Jim Caviezel y Michael Emerson forman una pareja protagonista fascinante, cada uno con sus propios códigos morales.
Me recuerda a la dinámica entre Batman y Oracle, esa mezcla de trabajo de campo y análisis desde las sombras.
La serie evoluciona de forma orgánica, pasando de casos individuales a una reflexión profunda sobre vigilancia, libre albedrío y el precio de la justicia. Es el tipo de construcción de mundo que John Wick hace tan bien, pero expandido a lo largo de cinco temporadas.
Espías, Soldados y Códigos de Honor
Jack Ryan de Amazon trae de vuelta al analista de la CIA de Tom Clancy con John Krasinski en un papel que le queda como un guante.
La serie entiende que el mejor thriller de espionaje no se basa solo en persecuciones y tiroteos, sino en la tensión psicológica y las decisiones imposibles.
Cada temporada de Jack Ryan funciona como una película extendida, con arcos narrativos que permiten explorar las consecuencias geopolíticas de las acciones individuales.
Es esa sensación de que cada bala disparada tiene ramificaciones que se extienden mucho más allá del momento inmediato. Como cuando Bruce Wayne se da cuenta de que cada decisión como Batman afecta a toda Gotham.
24 sigue siendo un referente ineludible.
Kiefer Sutherland como Jack Bauer definió toda una generación de héroes de acción televisiva. El formato en tiempo real creaba una urgencia que pocas series han conseguido igualar.
Aunque algunos aspectos han envejecido mal, su influencia en el género es innegable.
La serie demostró que la televisión podía ser tan cinematográfica como el cine, algo que ahora damos por sentado pero que en su momento fue revolucionario.
El Universo Marvel en Pantalla Pequeña
Daredevil representa lo mejor que Marvel ha hecho en televisión.
Charlie Cox creó un Matt Murdock complejo, atormentado por sus propios principios morales. Las secuencias de acción, especialmente esa famosa toma en el pasillo del primer episodio, rivalizan con cualquier cosa que hayamos visto en cine.
Como alguien que ha analizado durante años la evolución de Batman en pantalla, puedo decir que Daredevil logra algo similar: mostrar el coste real de ser un justiciero.
Lo que hace especial a Daredevil es su comprensión de que ser un héroe tiene un coste personal enorme. Cada victoria se paga con sangre, sudor y relaciones rotas.
Es esa misma melancolía que impregna las películas de John Wick y que encontramos en los mejores cómics de Batman.
The Punisher lleva esta filosofía aún más lejos.
Jon Bernthal encarna a Frank Castle con una intensidad brutal que nunca se siente gratuita. La serie no glorifica la violencia; la presenta como una adicción destructiva que consume todo lo que toca.
Ambas series de Marvel-Netflix entendían algo fundamental: los mejores antihéroes son aquellos que nos hacen cuestionar nuestras propias nociones de justicia.
Detectives y Justicieros
Bosch de Amazon Prime Video es una joya del género policiaco.
Titus Welliver interpreta al detective Harry Bosch con una determinación silenciosa que recuerda a los mejores protagonistas del noir clásico.
La serie se toma su tiempo para desarrollar casos complejos y personajes tridimensionales. Es como leer una buena novela gráfica: cada detalle importa.
Lo que distingue a Bosch es su autenticidad. Los casos se sienten reales, las investigaciones siguen procedimientos creíbles y las consecuencias de la violencia se extienden a familias y comunidades enteras.
Justified merece reconocimiento como una de las mejores series de la década de 2010.
Timothy Olyphant como Raylan Givens creó un personaje icónico: un marshal federal con métodos poco ortodoxos y un código moral inquebrantable.
La química entre Olyphant y Walton Goggins (Boyd Crowder) elevó cada episodio. Es esa misma tensión entre orden y caos que encontramos en las mejores historias de Batman y Joker.
La serie funciona como un western moderno, explorando temas de lealtad, venganza y redención en el contexto del Kentucky rural.
Es esa misma exploración de códigos de honor que hace tan fascinante el mundo criminal de John Wick.
Nuevas Voces en el Género
Lioness representa la nueva generación de thrillers de espionaje.
Zoe Saldaña lidera un reparto que incluye a Nicole Kidman, demostrando que las mujeres pueden protagonizar historias de acción tan intensas como cualquier otra.
La serie explora las operaciones encubiertas de la CIA con un realismo que puede resultar incómodo. No hay héroes ni villanos claros, solo personas tomando decisiones imposibles en situaciones extremas.
The Terminal List con Chris Pratt divide opiniones, pero ofrece una perspectiva interesante sobre el trauma militar y la sed de venganza.
La serie no es perfecta, pero su exploración de la paranoia y la desconfianza institucional conecta con temas presentes en John Wick.
A veces las obras más imperfectas son las que más nos enseñan sobre las posibilidades de un género.
La Evolución del Género
Lo que todas estas series comparten es una comprensión madura de lo que significa la violencia en la narrativa moderna.
No se trata de espectáculo vacío, sino de consecuencias, códigos morales y el precio que pagamos por nuestras decisiones.
La televisión actual ha aprendido las lecciones que John Wick enseñó al cine: que el público es más sofisticado de lo que muchos productores asumen.
Queremos acción, sí, pero también queremos que esa acción signifique algo. Es la misma evolución que hemos visto en el cine de superhéroes desde Burton hasta Nolan y más allá.
Cada una de estas series ofrece algo diferente, pero todas comparten esa sensación de mundo vivido, de consecuencias reales y de personajes que cargan con el peso de sus acciones.
Es exactamente lo que hace especial al universo de John Wick, expandido y explorado a través del formato televisivo.
La belleza de esta selección radica en su diversidad. Desde los pasillos corporativos de Person of Interest hasta los callejones de Hell’s Kitchen en Daredevil, cada serie construye su propio universo con la misma meticulosidad.
Son mundos que se sienten auténticos, poblados por personajes que respiran y sangran, donde cada bala disparada tiene un propósito narrativo claro.
Al final, lo que estas doce series demuestran es que el legado de John Wick va más allá de las coreografías perfectas o los trajes impecables.
Ha elevado las expectativas de todo un género, recordándonos que la mejor acción siempre surge del personaje, nunca al revés.
Y en esa lección, la televisión contemporánea ha encontrado su propia voz, creando historias que no solo entretienen, sino que perduran en la memoria mucho después de que se apaguen las pantallas.
Como espectador que ha visto evolucionar tanto el cine como la televisión durante décadas, puedo decir que estamos viviendo una época dorada para este tipo de narrativas. Y eso, francamente, me emociona.

