• El remake de Halo: Campaign Evolved ha desatado la polémica entre los desarrolladores originales por cambiar el diseño de misiones icónicas como Silent Cartographer.
• Jaime Griesemer, diseñador original, compara el remake con «un remix dance que se salta la intro y el puente para machacar el estribillo una y otra vez».
• Una vez más vemos cómo los estudios modernos no entienden que tocar una obra maestra es como intentar «mejorar» La Gioconda con photoshop.
¿Sabéis qué pasa cuando los ejecutivos de traje deciden que saben más que los genios que crearon una obra maestra? Que tenemos otro caso de «mejoremos lo que ya era perfecto».
El remake de Halo: Campaign Evolved acaba de demostrar que la industria del videojuego sufre del mismo mal que Hollywood: la obsesión por actualizar clásicos sin entender por qué funcionaban en primer lugar.
Es como si alguien decidiera rehacer Ciudadano Kane pero en vertical para TikTok. O como si Warner hubiera dejado que cualquier director tocara la visión de Snyder… ah, espera, que eso ya pasó.
Cuando tienes una obra que marcó una generación entera, quizás, solo quizás, deberías escuchar a los tipos que la crearon antes de ponerte a cambiar cosas a lo loco.
La guerra entre creadores y remasterizadores
Jaime Griesemer, uno de los diseñadores originales de Halo: Combat Evolved, no se ha cortado ni un pelo al criticar lo que han hecho con su bebé. Y joder, qué razón tiene.
El tío ha soltado la comparación más brutal que he oído en meses: «Es como el remix dance de una canción clásica que se salta la intro y el puente y solo machaca el estribillo una y otra vez».
Esa frase me ha llegado al alma porque describe perfectamente lo que está pasando no solo con los videojuegos, sino con todo el entretenimiento actual. Los estudios han perdido completamente la noción de lo que hace especial a una obra.
Ven el Warthog de Halo y piensan «¡Guay, un coche que dispara!», pero no entienden que la genialidad estaba en cuándo NO podías usarlo.
El caso Silent Cartographer: cuando menos es más
La misión Silent Cartographer era pura poesía interactiva. Te obligaba a moverte a pie por ciertos tramos, creando una tensión y un ritmo que formaban parte integral de la experiencia.
Era como esos momentos de calma en las pelis de Snyder antes de que estalle la acción épica. Pero claro, ahora resulta que puedes atravesar esos momentos con el Warthog porque «es más divertido».
¿Más divertido? ¡Pero si eso es como saltarse las escenas de diálogo en Watchmen para ir directo a las hostias!
La construcción del ritmo, la tensión, el diseño cuidadoso… todo eso se va al garete porque alguien en una sala de juntas decidió que los jugadores modernos no tienen paciencia.
La división en el olimpo
Lo más interesante del asunto es que ni siquiera los propios creadores se ponen de acuerdo. Mientras Griesemer está echando pestes, Marcus Lehto, nada menos que el co-creador de Halo, ha salido a defender el proyecto.
«Es genial ver caras nuevas y familiares construyendo el equipo de Halo. Las exploraciones tienen una pinta fantástica», ha dicho.
Es como si tuviéramos a Snyder criticando un remake de 300 mientras Frank Miller lo defiende. ¿Quién tiene razón? Probablemente los dos, desde sus perspectivas.
Pero yo me quedo con Griesemer, porque al menos él entiende que hay cosas sagradas que no se tocan.
El falso mito de la fidelidad
Los responsables del remake se escudan diciendo que es «una recreación fiel construida sobre parte del código original». Venga ya.
Eso es como decir que Joss Whedon respetó la visión de Snyder porque usó las mismas cámaras. El código puede ser el mismo, pero si cambias el diseño de las misiones, estás cambiando la esencia de la experiencia.
Añadir cooperativo online para cuatro jugadores está bien, eso es evolución natural. Pero cuando empiezas a «quitar elementos de diseño obsoletos», ahí es donde saltan todas las alarmas.
¿Obsoletos según quién? ¿Según los mismos ejecutivos que piensan que todo tiene que ser más rápido, más explosivo, más inmediato?
La maldición del remix perpetuo
Al final, este remake de Halo es síntoma de un problema mucho más grande. Vivimos en la era del remix perpetuo, donde todo tiene que ser «actualizado» para las nuevas generaciones.
Pero hay una diferencia abismal entre restaurar una obra maestra y rehacerla desde cero con «mejoras» que nadie pidió.
La metáfora del remix dance es perfecta porque captura exactamente lo que está mal en la industria actual. Todo tiene que ser más directo, más accesible, más «friendly» para el consumo masivo.
Pero las grandes obras no funcionan así. Las grandes obras necesitan sus intros, sus puentes, sus momentos de calma. Sin eso, solo tienes ruido.
Y sinceramente, ya tenemos suficiente ruido. Lo que necesitamos son más creadores dispuestos a defender su visión original, aunque eso signifique enfrentarse a los estudios que pagan las facturas.

