• El streaming ha revolucionado el entretenimiento con una oferta infinita que a veces abruma más de lo que entretiene.
• Como fan que vivió la transición del cómic al MCU, creo que nunca tuvimos tantas opciones pero tampoco fue tan difícil elegir qué merece la pena.
• La clave está en encontrar historias que conecten de verdad, no en consumir todo lo que las plataformas nos lanzan desesperadamente.
¿Recordáis cuando teníamos que esperar una semana entre episodios y eso nos daba tiempo para teorizar? Ahora Netflix suelta temporadas completas y al día siguiente ya estamos buscando qué más ver. Como alguien que siguió el MCU desde que Tony Stark se quitó el casco en 2008, puedo decir que esta velocidad de consumo tiene sus luces y sus sombras.
La industria audiovisual se ha vuelto una bestia insaciable. Entre estrenos semanales, cancelaciones que no entiende nadie (mirad lo que pasó con tantas series de Marvel en Netflix) y renovaciones de última hora, seguir el ritmo es agotador. Y eso sin contar Twitter, donde cada filtración genera más hype que algunos trailers oficiales.
El streaming: bendición y maldición
Las plataformas han democratizado el acceso a contenido de calidad, eso es innegable. Disney+ nos trajo series como «WandaVision» que jamás habrían funcionado en televisión tradicional. Netflix nos descubre joyas de países que ni sabíamos que hacían cine. HBO Max… bueno, cuando no está cambiando de nombre cada seis meses.
Pero seamos honestos: ¿cuántas veces habéis perdido más tiempo eligiendo qué ver que viendo algo? Yo tengo listas de «pendientes» que crecen más rápido que la Fase 4 de Marvel. Y hablando de eso, ahí tenemos un ejemplo perfecto de cómo la abundancia puede ser contraproducente.
Los universos conectados: cuando copiar no es la solución
Marvel cambió las reglas del juego con su universo cinematográfico, pero no porque tuviera una fórmula mágica que copiar. Funcionó porque Kevin Feige entendió que cada película tenía que ser buena por sí sola antes de ser parte de algo mayor.
DC lo intentó corriendo demasiado (¿en serio pensaron que podían hacer «Justice League» sin desarrollar a los personajes primero?). Universal fracasó estrepitosamente con su Dark Universe porque creyeron que bastaba con meter momias y monstruos en la misma película.
La diferencia está en el respeto por las historias individuales. Cuando Marvel funciona, es porque cada proyecto aporta algo único. Cuando falla, como en algunas entregas de la Fase 4, es porque se centra más en conectar que en contar una buena historia.
La diversidad que realmente importa
Una de las mejores cosas de esta época es que por fin se están contando historias diferentes. No hablo solo de diversidad étnica (que también), sino narrativa. «Everything Everywhere All at Once» demostró que se puede hacer algo completamente loco y que funcione. «The Bear» nos enseñó que un restaurante puede ser tan adictivo como cualquier batalla épica.
En el mundo Marvel, «Ms. Marvel» trajo una frescura que hacía tiempo que no veíamos, precisamente porque no intentó ser «Iron Man con una adolescente musulmana». Fue su propia cosa, y por eso funcionó.
Las redes sociales: el arma de doble filo
Twitter durante los estrenos de Marvel es un espectáculo en sí mismo. Las teorías, las reacciones, los memes… pero también los spoilers que aparecen antes de que quieras verlos. TikTok decide qué series se vuelven virales, a veces por razones que no tienen nada que ver con su calidad.
Esta inmediatez crea comunidad, pero también presión. Sientes que tienes que ver todo «en caliente» para no quedarte fuera. Y eso, sinceramente, está matando un poco la magia de descubrir cosas a tu ritmo.
El futuro (y cómo no perdernos en él)
La IA empieza a asomar, la realidad virtual promete experiencias inmersivas, y los modelos de negocio siguen cambiando cada trimestre. Pero al final, lo que importa son las historias que nos hacen sentir algo.
Como espectadores tenemos más poder que nunca. Nuestros clicks son votos, y las plataformas nos escuchan. El problema es que a veces votamos con la prisa en lugar de con el criterio.
Vivimos en una época dorada del entretenimiento, pero eso no significa que tengamos que consumir todo lo que nos pongan delante. La clave está en ser selectivos, en buscar esas historias que realmente conectan con nosotros.
Mi estrategia personal es sencilla: si algo no me engancha en los primeros episodios, lo dejo. La vida es demasiado corta y hay demasiado contenido bueno como para perder tiempo con cosas mediocres. Aunque eso signifique que mi lista de pendientes siga creciendo más rápido de lo que puedo tachar títulos.
¿Y vosotros? ¿Cómo gestionáis esta avalancha sin ahogaros en el intento?

