Seth Rogen rompe la historia de los Emmy con 13 premios en una noche

Seth Rogen y “The Studio” hacen historia en los Emmy 2025 con 13 premios, redefiniendo la comedia y el prestigio de la televisión actual.

✍🏻 Por Tomas Velarde

septiembre 15, 2025

• «The Studio» de Apple TV+ arrasa en los Emmy 2025 con 13 galardones, estableciendo un récord histórico para una serie cómica debutante.

• La ceremonia demuestra que la televisión contemporánea puede alcanzar cotas de excelencia narrativa dignas del mejor cine clásico.

• Seth Rogen iguala el récord de victorias individuales en una sola noche, consolidándose como una figura creativa de primer orden.

La 77ª edición de los Premios Emmy ha dejado claro que estamos viviendo una época dorada de la televisión que rivaliza con los mejores momentos del séptimo arte. Como alguien que ha seguido la evolución del medio audiovisual durante décadas, no puedo sino admirar cómo la pequeña pantalla ha sabido apropiarse de la sofisticación narrativa y visual que antaño era patrimonio exclusivo del cine de autor.

Esta gala, celebrada bajo la conducción de Nate Bargatze, no ha sido simplemente un desfile de premios, sino una declaración de principios sobre hacia dónde se dirige la creación audiovisual contemporánea.

Los triunfadores de la noche han demostrado que el respeto al oficio y la coherencia narrativa siguen siendo los pilares fundamentales de cualquier obra que aspire a la excelencia. Aunque debo reconocer que no todas las victorias me han parecido igualmente merecidas, el conjunto de la ceremonia ha reflejado una madurez artística que celebro.

El triunfo arrollador de «The Studio»

«The Studio» de Apple TV+ se ha erigido como el gran protagonista de la velada, cosechando nada menos que 13 galardones Emmy. Esta cifra no es meramente estadística; representa un hito sin precedentes para una serie cómica en su primera temporada.

Como cinéfilo que ha presenciado el nacimiento y evolución de innumerables obras maestras, puedo afirmar que semejante reconocimiento inaugural habla de una madurez creativa excepcional. Recuerdo cuando vi los primeros episodios de la serie, y me sorprendió gratamente su capacidad para mantener la coherencia tonal sin caer en la tentación del efectismo fácil.

La serie ha logrado algo que recuerda a los mejores trabajos de Billy Wilder en «El Crepúsculo de los Dioses» o «Sunset Boulevard»: combinar el humor inteligente con una mirada crítica hacia la industria del entretenimiento. Seth Rogen, figura central de este éxito, ha igualado el récord de victorias individuales en una sola noche Emmy, una hazaña que sitúa su trabajo al nivel de los grandes autores televisivos.

Lo que más me llama la atención de este triunfo es cómo «The Studio» ha sabido mantener la precisión narrativa que caracterizaba a los grandes estudios de la época dorada. Cada plano parece medido con la meticulosidad que Kubrick aplicaba a sus encuadres, cada diálogo fluye con la naturalidad que Wilder conseguía en sus mejores guiones.

En una época donde muchas producciones sucumben a la tentación de los efectos fáciles o las concesiones comerciales, esta serie parece haber encontrado su propia voz y haberla mantenido con la firmeza que caracteriza a las grandes obras.

«Adolescence»: La fuerza de la narrativa contenida

En el apartado de series limitadas, «Adolescence» ha demostrado que la televisión británica sigue siendo un referente mundial en cuanto a profundidad psicológica y rigor interpretativo. Con ocho galardones, incluyendo el premio a mejor serie limitada, esta producción ha sabido capturar la esencia de lo que debe ser una obra audiovisual.

La serie funciona como un universo completo y coherente que se despliega ante el espectador con la precisión de un mecanismo de relojería. Me recuerda a esos dramas intimistas de Ken Loach o Mike Leigh, donde cada detalle contribuye a construir una verdad emocional superior.

Stephen Graham, Owen Cooper y Erin Doherty han sido reconocidos por sus interpretaciones, y no es casualidad. Sus trabajos recuerdan a esa tradición actoral británica que va desde Laurence Olivier hasta Daniel Day-Lewis, donde cada gesto, cada pausa, cada inflexión vocal está al servicio de una verdad dramática superior.

La serie limitada, como formato, exige una disciplina narrativa que me recuerda a la estructura clásica del cine de autor europeo. No hay espacio para la dispersión ni para los rellenos; cada episodio debe funcionar como un acto de una sinfonía perfectamente orquestada.

Es precisamente esta contención narrativa lo que eleva «Adolescence» por encima de muchas producciones contemporáneas que confunden la duración con la profundidad.

«The Penguin» y el arte de la caracterización

Cristin Miloti se ha alzado con el Emmy a mejor actriz protagonista en serie limitada por su trabajo en «The Penguin», una victoria que subraya la importancia de la caracterización profunda en el género de superhéroes.

Como alguien que ha visto evolucionar este género desde sus orígenes más ingenuos hasta las complejidades actuales, celebro que se reconozca el trabajo actoral riguroso incluso en producciones que podrían considerarse «de entretenimiento». Aunque debo confesar que no todas las adaptaciones de cómics me convencen por igual.

El universo de Batman ha encontrado en esta serie una nueva dimensión, alejándose de los efectos espectaculares para centrarse en la construcción psicológica de los personajes. Es un enfoque que me recuerda a las mejores adaptaciones cinematográficas de cómics, aquellas que entienden que el verdadero poder de estas historias reside en su capacidad para explorar la condición humana.

La interpretación de Miloti posee esa intensidad contenida que caracterizaba a las grandes actrices del cine negro clásico. Su trabajo me evoca a Gloria Grahame en «Gilda» o a Barbara Stanwyck en «Perdición», esa capacidad para transmitir complejidad emocional a través de la mirada y el gesto.

«The Pitt» y la excelencia dramática

El premio a mejor serie dramática ha recaído en «The Pitt», con Noah Wyle llevándose el galardón a mejor actor dramático y Katherine LaNasa el de mejor actriz de reparto. Esta victoria representa el triunfo de la narrativa clásica bien ejecutada sobre las propuestas más experimentales o efectistas.

Wyle, veterano de la televisión estadounidense, ha demostrado que la madurez interpretativa es un valor en alza. Su trabajo en «The Pitt» posee esa solidez que caracteriza a los grandes actores de carácter del Hollywood clásico, aquellos que sabían que la verdadera estrella de cualquier producción debe ser siempre la historia.

Me recuerda a Spencer Tracy en sus mejores momentos, esa capacidad para desaparecer dentro del personaje sin perder nunca la humanidad esencial. Es un tipo de interpretación que se está volviendo cada vez más rara en una época obsesionada con el carisma superficial.

La serie médica, como género, exige un equilibrio delicado entre el drama humano y la precisión técnica. «The Pitt» parece haber encontrado esa armonía que convierte una premisa potencialmente rutinaria en algo genuinamente conmovedor.

La dirección de fotografía de la serie, con esos primeros planos íntimos que recuerdan al mejor Bergman, contribuye a crear una atmósfera de tensión emocional que eleva el material por encima de lo convencional.

El reconocimiento tardío pero merecido

«The Late Show with Stephen Colbert» ha conseguido por fin su primer Emmy en la categoría de mejor programa de entrevistas, una victoria que llega en un momento agridulce, coincidiendo con el anuncio del final del programa en 2026.

Como observador de la evolución de la televisión nocturna estadounidense desde los tiempos de Johnny Carson, puedo afirmar que Colbert ha sabido mantener la tradición del talk show inteligente en una época donde el formato parecía condenado a la irrelevancia.

La ovación que recibió el equipo de Colbert, con el público coreando su nombre, fue uno de los momentos más emotivos de la gala. Hay algo profundamente cinematográfico en esos instantes de reconocimiento tardío que me recuerda a las mejores escenas de despedida del cine clásico.

Me viene a la memoria la secuencia final de «Sunset Boulevard», cuando Norma Desmond baja las escaleras hacia las cámaras. Ese mismo sentido de la teatralidad, de la vida convertida en espectáculo, impregnaba el momento de Colbert.

Una ceremonia con propósito

Nate Bargatze, como maestro de ceremonias, ha logrado algo cada vez más difícil en estos eventos: mantener el tono apropiado sin caer en la solemnidad excesiva ni en la frivolidad gratuita.

Su gestión de los discursos de agradecimiento, convertida en una dinámica benéfica que finalmente recaudó 350.000 dólares para el Boys and Girls Club, demuestra que es posible combinar entretenimiento y responsabilidad social. Una lección que muchos eventos similares deberían aprender.

El momento en que la recaudación llegó a -50.000 dólares generó una tensión dramática genuina que cualquier guionista envidiaría. Es curioso cómo la realidad puede superar a la ficción en términos de suspense narrativo.

Me recordó a esas secuencias de Hitchcock donde la tensión se construye a partir de elementos aparentemente triviales, como el metrónomo en «El hombre que sabía demasiado» o las llaves en «Notorious».

Esta 77ª edición de los Emmy quedará recordada no solo por los récords batidos, sino por haber demostrado que la televisión contemporánea ha alcanzado una madurez artística comparable a la del mejor cine de autor.

Los premiados de esta noche han probado que el respeto al oficio, la coherencia narrativa y la profundidad psicológica siguen siendo los ingredientes esenciales de cualquier obra que aspire a perdurar en el tiempo.

Como testigo de décadas de evolución audiovisual, no puedo sino celebrar que vivamos en una época donde la pequeña pantalla rivaliza en ambición y logros con las mejores páginas de la historia del cine.

Estos Emmy 2025 han sido, en definitiva, una celebración de la excelencia narrativa en todas sus formas, un recordatorio de que el arte verdadero trasciende los formatos y las plataformas para tocar directamente el alma del espectador.


Cinéfilo empedernido, coleccionista de vinilos de bandas sonoras y defensor de la sala de cine como templo cultural. Llevo más de una década escribiendo sobre cine clásico, directores de culto y el arte de la narrativa visual. Creo que no hay nada como un plano secuencia bien ejecutado y que el cine perdió algo cuando dejó de oler a celuloide.

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