Tarantino ataca y Hollywood se vuelca con Paul Dano

Quentin Tarantino critica a Paul Dano en Pozos de ambición; guion, intención y testimonios del equipo revelan por qué Hollywood respalda la interpretación contenida de Dano.

✍🏻 Por Tomas Velarde

diciembre 5, 2025

• Las declaraciones de Tarantino contra Paul Dano en «Pozos de ambición» revelan una incomprensión profunda del arte interpretativo y la construcción de personajes.

• La defensa unánime de la industria hacia Dano demuestra el reconocimiento profesional hacia un trabajo que requiere sutileza y precisión técnica.

• Este episodio ilustra cómo incluso los maestros del séptimo arte pueden fallar al juzgar interpretaciones que no se ajustan a sus expectativas estéticas.

En el universo cinematográfico, pocas cosas resultan tan desconcertantes como presenciar a un director de la estatura de Quentin Tarantino malinterpretar por completo la esencia de una interpretación magistral.

Sus recientes declaraciones contra Paul Dano en «Pozos de ambición» trascienden la mera controversia para convertirse en un caso de estudio sobre la ceguera crítica y los límites del juicio artístico.

Lo que más me perturba de este episodio no son las palabras del realizador de «Pulp Fiction», sino lo que revelan sobre su comprensión del oficio interpretativo. Cuando toda una industria se alza en defensa de un actor, cuando la unanimidad profesional contradice la opinión de un supuesto experto, nos encontramos ante algo más profundo que una simple diferencia de criterios.

El error de juicio de un cineasta consagrado

Durante su intervención en el podcast de Bret Easton Ellis, Tarantino descargó una artillería verbal desproporcionada contra Dano, calificándole como «salsa aguada» y «el puto actor más débil del sindicato de actores».

Semejante diatriba revela una incomprensión fundamental de lo que Paul Thomas Anderson buscaba construir.

El Eli Sunday de Dano no es débil por accidente o incompetencia. Es débil por diseño, por necesidad narrativa, por coherencia dramática.

Tarantino parece confundir la presencia escénica con la efectividad interpretativa, un error que me recuerda a aquellos críticos que en su día no supieron ver la genialidad contenida de James Stewart en «Vértigo» de Hitchcock.

La debilidad, la mezquindad, esa cualidad escurridiza que tanto molesta al director, constituyen precisamente la esencia del predicador que Anderson necesitaba para su sinfonía cinematográfica.

Como observó acertadamente el crítico Jamie Graham: «Paul Dano está jodidamente brillante en la película, y ser débil y rastrero es precisamente el punto».

La respuesta coral de quienes entienden el oficio

La defensa de Dano ha llegado desde múltiples frentes, cada una aportando una perspectiva que Tarantino parece haber pasado por alto.

Mattson Tomlin, coguionista de «The Batman: Parte II», no dudó en calificar a Dano como un «actor extraordinario», recordándonos su versatilidad tanto delante como detrás de las cámaras.

Particularmente reveladora resulta la defensa de Dillon Freasier, quien interpretó al joven H.W. Plainview.

Su declaración de que «la película es perfecta, es una obra de arte, y es así porque todos fueron perfectamente elegidos para sus papeles» posee el peso de quien vivió el proceso creativo desde dentro.

Esta unanimidad no es casualidad ni corporativismo. Es el reconocimiento profesional hacia un trabajo que requiere precisión técnica y comprensión profunda del material.

La sofisticación de la interpretación contenida

Lo que Tarantino no logra comprender es que la grandeza interpretativa no siempre reside en la dominancia escénica o la fuerza bruta.

En «Pozos de ambición», Dano debía sostener el peso dramático frente a Daniel Day-Lewis, uno de los intérpretes más intensos de su generación.

La estrategia no podía ser la confrontación directa, sino la creación de un contraste que sirviera a la arquitectura narrativa de Anderson.

Me viene a la memoria la magistral interpretación de Joseph Cotten en «El tercer hombre» de Carol Reed. Cotten no compite con Orson Welles en presencia; le sirve de contrapunto, creando una tensión dramática que enriquece la obra completa.

El Eli Sunday de Dano funciona bajo la misma lógica. Donde Day-Lewis es fuego, él es agua; donde uno es roca, el otro es arena.

Esta dinámica, lejos de ser debilidad, constituye una elección interpretativa sofisticada que demuestra comprensión profunda del medio cinematográfico.

El análisis técnico que falta

Examinando secuencias específicas, la precisión de Dano se hace evidente.

En la escena del bautismo, su Eli Sunday debe transmitir simultáneamente fervor religioso y oportunismo calculado.

La cámara de Anderson, con esos primeros planos que diseccionan cada micro-expresión, requiere de un actor capaz de sostener múltiples capas emocionales sin caer en la sobreactuación.

Dano lo logra con una contención que recuerda a los grandes intérpretes del cine clásico, aquellos que entendían que menos puede ser infinitamente más.

La sugerencia de Tarantino de que Austin Butler habría sido superior revela una incomprensión fundamental del proyecto.

Butler, actor competente sin duda, habría aportado una energía completamente diferente que habría alterado el delicado equilibrio de la película.

Reflexiones sobre la ceguera crítica

Este episodio me recuerda que incluso los cineastas más respetados pueden errar estrepitosamente en sus juicios.

Tarantino, cuyo ojo para el talento actoral ha sido generalmente certero, parece haber fallado por completo en esta ocasión.

La crítica cinematográfica, ya sea profesional o casual, requiere comprensión no sólo de lo visible, sino de las intenciones que subyacen bajo cada elección creativa.

Juzgar una interpretación sin considerar su función dentro del conjunto es como criticar una nota musical sin escuchar la sinfonía completa.


«Pozos de ambición» permanece como una de las grandes obras del cine contemporáneo, y la interpretación de Dano como pieza fundamental de su engranaje narrativo.

Que Tarantino no lo comprenda dice más sobre sus limitaciones como espectador que sobre las capacidades de un actor que ha demostrado, repetidamente, su valía artística.

El tiempo, ese juez implacable del arte cinematográfico, ya ha emitido su veredicto sobre la película de Anderson.

En él, Paul Dano ocupa exactamente el lugar que le corresponde: el de un intérprete que supo servir a una visión superior con la humildad y precisión que sólo los verdaderos artistas del oficio poseen.


Cinéfilo empedernido, coleccionista de vinilos de bandas sonoras y defensor de la sala de cine como templo cultural. Llevo más de una década escribiendo sobre cine clásico, directores de culto y el arte de la narrativa visual. Creo que no hay nada como un plano secuencia bien ejecutado y que el cine perdió algo cuando dejó de oler a celuloide.

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