• Avengers: Endgame ostenta el récord como la película más larga del MCU con 181 minutos de duración, estableciendo un precedente que ningún otro filme de la franquicia ha logrado igualar.
• Como lectora de cómics desde antes del boom cinematográfico, considero que cada minuto de esa duración épica era absolutamente necesario para hacer justicia al cierre de la Saga del Infinito.
• La película demostró que el público está dispuesto a invertir más de tres horas en el cine cuando la historia lo merece, rompiendo moldes comerciales y narrativos.
¿Os acordáis de esa sensación al entrar en el cine para ver Avengers: Endgame y pensar «joder, esto va a ser eterno»? Yo también la tuve. Tres horas y un minuto no es precisamente lo que esperamos de una tarde de cine relajada, sobre todo cuando llevamos años acostumbrados al formato más «digerible» del MCU. Pero ahora, con la perspectiva que dan los años y varias revisiones en Disney+, me doy cuenta de que los hermanos Russo no tenían alternativa: estaban cerrando nada menos que once años de narrativa cinematográfica.
Porque seamos realistas, ¿cómo narras el desenlace de la Saga del Infinito en hora y media? Sería como intentar adaptar toda la saga de Infinity Gauntlet de Jim Starlin en un cómic de veinte páginas. Imposible. Endgame no era una película más del MCU; era la culminación de 22 filmes interconectados, y eso requiere tiempo, espacio y, sobre todo, respeto hacia cada personaje que había llegado hasta ese momento.
El coloso temporal del universo Marvel
Cuando analizamos la duración en el MCU, Avengers: Endgame se alza como el campeón indiscutible. Con sus 181 minutos exactos, supera por más de veinte minutos a Black Panther: Wakanda Forever y por treinta y dos minutos a su predecesora directa, Infinity War, que «solo» duraba 149 minutos.
Para contextualizar esta cifra, la mayoría de películas del MCU oscilan entre las dos horas y las dos horas y cuarto. Thor: Love and Thunder dura 119 minutos, Ant-Man and the Wasp apenas llega a los 118, y hasta Spider-Man: No Way Home, con todo su multiverso de nostalgia, se queda en 148 minutos.
Esos minutos extra de Endgame no son relleno ni autocomplacencia. Representan la diferencia entre contar una historia y contarla bien. Entre cerrar arcos narrativos de forma apresurada y darles el espacio que merecen después de una década de desarrollo.
La película tenía que abordar el salto temporal de cinco años, algo inédito en el MCU hasta ese momento. Mostrar cómo cada superviviente había procesado el trauma del Blip, cómo la sociedad había cambiado, y cómo la esperanza podía renacer incluso en las circunstancias más desesperadas.
El peso emocional de una era
Como alguien que leyó los cómics de Infinity Gauntlet mucho antes de que Thanos pisara una pantalla de cine, puedo afirmar que Endgame cargaba con expectativas brutales. No solo debía satisfacer a los fans del MCU, sino también honrar décadas de material fuente y cerrar historias que habían comenzado con Tony Stark confesando su identidad secreta al mundo.
Thor necesitaba su proceso de sanación tras el fracaso personal en Infinity War. El arco del «Fat Thor» podría haber sido una broma fácil, pero los Russo lo convirtieron en una exploración genuina del trauma y la depresión. Eso requiere tiempo de pantalla, desarrollo, matices.
Tony Stark merecía su sacrificio definitivo, pero también necesitaba llegar a él de forma orgánica. Su evolución desde el playboy irresponsable de 2008 hasta el héroe que salva el universo no podía resolverse en una escena de cinco minutos.
Steve Rogers tenía derecho a su final perfecto, pero primero debía liderar a los Vengadores una última vez. Su arco temporal con Peggy Carter necesitaba preparación emocional para que no se sintiera como un deus ex machina romántico.
Y luego está Natasha Romanoff. Su sacrificio en Vormir es devastador precisamente porque la película se toma el tiempo de mostrar su determinación, su amor por su familia elegida, su necesidad de redención. Sin esos minutos de desarrollo, habría sido solo una muerte impactante más.
La arquitectura narrativa del «Time Heist»
La secuencia del viaje en el tiempo por sí sola justifica gran parte de la duración de Endgame. Revisitar momentos icónicos de películas anteriores desde una perspectiva completamente nueva es un ejercicio narrativo complejo que requiere precisión quirúrgica.
Ver a Tony Stark enfrentarse a su padre en 1970, presenciar el reencuentro de Thor con su madre en Asgard, o seguir a Steve Rogers lidiando con su propio pasado no son solo guiños nostálgicos. Son momentos de cierre emocional que conectan el presente narrativo con toda la historia previa del MCU.
La batalla final de Endgame dura aproximadamente treinta minutos, y cada uno de ellos está ganado a pulso. Desde la llegada de los héroes «resucitados» hasta el momento «I am Iron Man» final, la película construye su clímax con la paciencia de quien sabe que está escribiendo historia del cine.
Como fan, agradezco profundamente que los Russo resistieran la presión comercial de hacer una película más «digerible». Porque después del trauma colectivo de Infinity War, todos necesitábamos esa catarsis épica, y las catarsis épicas no se pueden acelerar.
Cuando la duración se convierte en virtud
Lo más impresionante de Endgame no es solo que sea la película más larga del MCU, sino que esa duración se sienta completamente justificada. En una época donde la capacidad de atención se mide en TikToks de quince segundos, conseguir que millones de personas permanezcan hipnotizadas durante más de tres horas es casi un milagro de la narrativa moderna.
Los números respaldan esta afirmación: Endgame se convirtió en el mayor éxito de taquilla de la historia del cine (hasta que Avatar reclamó su trono), y lo hizo siendo la película más larga de su franquicia. Eso no es casualidad; es la prueba de que el público responde cuando se le ofrece calidad narrativa sin concesiones.
Cada acto de Endgame tiene su propio ritmo interno. El primer acto, centrado en el duelo y la desesperanza, es deliberadamente lento. El segundo, con el Time Heist, acelera el ritmo pero mantiene el foco en el desarrollo de personajes. El tercero explota en acción pura, pero sin olvidar nunca el peso emocional de lo que está en juego.
No hay relleno en Endgame, no hay momentos muertos o escenas que sobren. Solo una historia épica contada con el tiempo exacto que necesitaba, ni un minuto más ni uno menos.
El legado de una decisión valiente
Mirando hacia atrás, Endgame demostró algo que Hollywood tiende a olvidar: que el público está dispuesto a invertir tiempo en historias que merecen la pena. No necesitamos que todo sea rápido y superficial si lo que recibimos a cambio es una experiencia cinematográfica memorable y satisfactoria.
Como fan del MCU desde sus inicios, puedo afirmar sin dudarlo que cada uno de esos 181 minutos valió la pena. Cada lágrima, cada sonrisa, cada momento de tensión estaba ganado a pulso por una década de construcción narrativa.
Y ahora, cada vez que veo una película del MCU que dura hora y media y me deja con sensación de vacío, pienso en Endgame y en cómo a veces, solo a veces, más es definitivamente más. Porque hay historias que necesitan espacio para respirar, personajes que merecen despedidas dignas, y emociones que requieren tiempo para calar hondo.
El final de la Saga del Infinito era, sin lugar a dudas, una de esas historias. Y los Russo tuvieron el valor de darle exactamente el tiempo que merecía.