• Nicolas Cage protagoniza una película de terror sobre la infancia de Jesús basada en textos apócrifos que muestran al niño Cristo con poderes sobrenaturales aterradores.
• Esta propuesta cinematográfica representa otro ejemplo de cómo Hollywood busca la provocación fácil antes que la reflexión profunda sobre temas sagrados.
• El filme, dirigido por Lotfy Nathan y calificado para mayores de edad, promete ser un «espectáculo que desafía las expectativas» cuando se estrene este otoño.
En los albores del siglo XXI, cuando el cine parecía haber agotado ya todos los tabúes posibles, surge una propuesta que habría hecho palidecer incluso a los censores más liberales de la época dorada de Hollywood. Nicolas Cage, ese actor cuya carrera oscila entre la genialidad y el exceso más desmedido, se embarca ahora en un proyecto que promete remover los cimientos de lo políticamente correcto: una película de terror sobre la infancia de Jesucristo.
Uno no puede evitar preguntarse qué habría pensado un maestro como Billy Wilder ante semejante propuesta. ¿Audacia artística o simple búsqueda del escándalo?
La línea que separa la provocación inteligente del sensacionalismo barato ha sido siempre delicada en el séptimo arte, y «The Carpenter’s Son» parece dispuesta a pisotearla con la sutileza de un elefante en una cristalería.
Un territorio inexplorado en el cine
La película, dirigida por Lotfy Nathan, se adentra en un terreno que el cine mainstream ha evitado tradicionalmente con sumo cuidado. Basándose en el Evangelio de la Infancia de Tomás, un texto apócrifo que no forma parte del canon bíblico oficial, la cinta presenta a un Jesús adolescente dotado de poderes sobrenaturales que utiliza de manera inquietante y, según parece, letal.
Nicolas Cage encarna a José, el carpintero, mientras que FKA Twigs da vida a María. El joven Noah Jupe asume el desafiante papel del Cristo niño.
La premisa resulta, cuando menos, perturbadora: un Jesús capaz de cegar a sus enemigos y causar la muerte de otros niños mediante sus habilidades divinas.
La tradición del cine religioso y sus límites
El cine ha tratado la figura de Cristo con reverencia casi unánime a lo largo de su historia. Desde «El Rey de Reyes» de Cecil B. DeMille hasta «La Pasión de Cristo» de Mel Gibson, pasando por obras maestras como «El Evangelio según San Mateo» de Pasolini, la aproximación cinematográfica a la vida de Jesús ha mantenido siempre un tono solemne y respetuoso.
Recordemos la magistral secuencia de la Última Cena en la obra de Pasolini, donde cada encuadre respiraba devoción y respeto por el material sagrado. O la forma en que DeMille componía sus planos para crear una sensación de grandeza divina sin caer en el espectáculo vacío.
Incluso cuando directores como Martin Scorsese se atrevieron a explorar la humanidad de Cristo en «La Última Tentación de Cristo», lo hicieron desde una perspectiva profundamente espiritual y reflexiva. La controversia surgió, sí, pero emanaba de una búsqueda genuina de comprensión teológica.
El fenómeno Nicolas Cage
Cage, ese actor que parece incapaz de rechazar un guión por extravagante que sea, encuentra en este proyecto otro vehículo para su particular estilo interpretativo. Su carrera, jalonada de decisiones desconcertantes y actuaciones memorables a partes iguales, le ha convertido en una figura única en el panorama cinematográfico contemporáneo.
Recordemos que estamos hablando del mismo intérprete que nos regaló actuaciones sublimes en «Leaving Las Vegas» y «Adaptation», pero que también protagonizó engendros como «The Wicker Man» o «Ghost Rider».
Su capacidad para transitar entre el drama más íntimo y el espectáculo más desaforado le convierte, paradójicamente, en una elección lógica para un proyecto tan arriesgado.
Uno recuerda aquella secuencia en «Leaving Las Vegas» donde Cage, sin pronunciar palabra, transmite toda la desesperación de su personaje simplemente a través de la mirada. Esa misma intensidad, mal canalizada, puede convertirse en pura caricatura.
La clasificación R y sus implicaciones
Que la película haya recibido una clasificación R por «contenido violento y desnudez breve» no hace sino confirmar las sospechas sobre su naturaleza provocadora. Esta calificación sitúa al filme en un territorio completamente diferente al de las tradicionales películas religiosas, habitualmente dirigidas a un público familiar.
La decisión de explorar los aspectos más oscuros de los textos apócrifos sugiere una voluntad deliberada de transgredir las expectativas del público.
Sin embargo, cabe preguntarse si esta transgresión responde a una necesidad narrativa genuina o simplemente a la búsqueda del impacto mediático.
El contexto de producción
El rodaje en Grecia, donde según se informa Cage fue atacado por un enjambre de abejas en una cueva, añade una anécdota casi bíblica al proceso de creación. Estos detalles, que en otras circunstancias podrían parecer mera curiosidad, cobran un matiz casi profético en el contexto de una película sobre la divinidad.
Lotfy Nathan, el director, se enfrenta al desafío de equilibrar el horror sobrenatural con la reverencia que el tema requiere. Su visión de un «espectáculo que desafía las expectativas» sugiere una ambición artística que va más allá del simple shock value.
Pero las buenas intenciones no garantizan el éxito artístico, como bien sabemos quienes hemos presenciado el naufragio de tantos proyectos ambiciosos.
La recepción crítica anticipada
Es inevitable anticipar la tormenta de controversias que acompañará al estreno de «The Carpenter’s Son». Las comunidades religiosas, los críticos cinematográficos y el público general se dividirán, sin duda, entre quienes vean en la película una blasfemia intolerable y quienes la defiendan como una exploración legítima de textos históricos.
La pregunta fundamental que surge es si el filme logrará trascender su premisa provocadora para ofrecer algo más sustancial.
El cine de horror, cuando está bien ejecutado, puede ser un vehículo poderoso para explorar los miedos más profundos de la humanidad y cuestionar nuestras certezas más arraigadas.
Pensemos en «El Exorcista» de Friedkin, donde cada plano estaba calculado para generar inquietud genuina, no mero sobresalto. O en «Rosemary’s Baby» de Polanski, donde el horror nacía de la paranoia cotidiana magistralmente orquestada.
El legado de los textos apócrifos
Los evangelios apócrifos han fascinado a teólogos, historiadores y artistas durante siglos. Estos textos, excluidos del canon bíblico oficial, ofrecen perspectivas alternativas sobre la vida de Cristo que a menudo resultan más humanas y, paradójicamente, más perturbadoras que las versiones canónicas.
El Evangelio de la Infancia de Tomás, en particular, presenta a un Jesús niño que debe aprender a controlar sus poderes divinos, cometiendo errores y causando daños en el proceso.
Esta visión de un Cristo en formación, imperfecto y ocasionalmente peligroso, ofrece un material narrativo rico en posibilidades dramáticas.
Al final, «The Carpenter’s Son» se presenta como un experimento cinematográfico que pondrá a prueba los límites de lo aceptable en el cine contemporáneo. Nicolas Cage, fiel a su reputación de actor impredecible, nos invita una vez más a acompañarle en un viaje hacia territorio inexplorado.
La pregunta no es si la película generará controversia —eso está garantizado—, sino si logrará justificar su existencia más allá del escándalo inicial.
Como espectadores, nos encontramos ante la disyuntiva de juzgar una obra antes de verla o mantener la mente abierta ante una propuesta que, por muy discutible que pueda parecer, forma parte de esa tradición cinematográfica que siempre ha buscado expandir los límites de lo posible en pantalla.
El otoño nos dirá si estamos ante una obra valiente o simplemente ante otro ejemplo de provocación vacía disfrazada de arte.