Estas 7 películas de los 80s que ADORABAS… hoy son un DESASTRE total

Descubre cómo el tiempo revela la verdadera calidad cinematográfica, transformando éxitos de los 80 en meras curiosidades anacrónicas. ¡Explora más!

✍🏻 Por Tomas Velarde

agosto 13, 2025

• Los años ochenta produjeron numerosas películas aclamadas por la crítica que hoy han perdido su lustre ante la mirada retrospectiva del tiempo.

• La verdadera grandeza cinematográfica trasciende las modas pasajeras y los consensos críticos momentáneos de cada época.

• Plataformas como Rotten Tomatoes nos permiten examinar con precisión cómo ciertos filmes han envejecido peor de lo esperado.

El tiempo es el juez más implacable del arte cinematográfico. Mientras que algunas obras maestras permanecen ocultas durante décadas hasta ser redescubiertas por generaciones posteriores, otras que brillaron intensamente en su estreno se desvanecen como fuegos fatuos ante la mirada retrospectiva.

Esta paradoja temporal del cine nos recuerda que la verdadera calidad artística no siempre coincide con el éxito crítico inmediato. Como bien sabía Orson Welles, «el tiempo es el único crítico infalible».

La década de los ochenta, con su particular estética y sensibilidad cultural, nos ofrece un laboratorio fascinante para examinar este fenómeno. Películas que fueron celebradas por la crítica de la época hoy nos resultan curiosidades anacrónicas.

Pensemos en «Flashdance» (1983), que obtuvo un respetable 36% en Rotten Tomatoes pero fue defendida por críticos de la época como un «retrato auténtico de la clase trabajadora americana». Hoy, su narrativa simplista y su estética publicitaria resultan casi embarazosas.

La Naturaleza Efímera del Entretenimiento

Durante décadas, el cine fue concebido como un arte efímero por naturaleza. Antes del advenimiento de las salas de repertorio, cuando una película abandonaba la cartelera, desaparecía esencialmente para siempre.

Esta condición temporal otorgaba a cada estreno un carácter de evento único e irrepetible. Los críticos juzgaban las obras sin la posibilidad de revisitarlas, basándose únicamente en la impresión inmediata.

La llegada del vídeo doméstico transformó radicalmente esta ecuación. De repente, las películas adquirieron una segunda vida, una oportunidad de ser reexaminadas fuera del contexto cultural que las vio nacer.

Esta revolución tecnológica reveló una verdad incómoda: no todas las películas estaban preparadas para soportar el escrutinio del tiempo.

El Contraste con las Obras Perdurables

La historia del cine está plagada de ejemplos de revalorización crítica. «Blade Runner» de Ridley Scott, inicialmente recibida con frialdad en 1982, es hoy considerada una obra maestra de la ciencia ficción.

Del mismo modo, «El Enigma de Otro Mundo» de John Carpenter fue despreciada por la crítica contemporánea y hoy representa la cumbre del terror psicológico. Estas obras poseían una complejidad narrativa y visual que trascendía las expectativas inmediatas.

En contraste, películas como «Cocktail» (1988) o «Top Gun» (1986), aclamadas en su momento por su «energía visual» y «carisma protagonista», revelan hoy su vacuidad narrativa. Son productos de su tiempo, incapaces de comunicarse con audiencias posteriores.

La diferencia radica en la profundidad de la propuesta cinematográfica. Mientras Carpenter exploraba los límites de la paranoia y la identidad, films como «Cocktail» se limitaban a explotar fórmulas comerciales probadas.

Los Sesgos de la Crítica Contemporánea

La crítica de los ochenta, quizás deslumbrada por la novedad técnica o seducida por el zeitgeist cultural, otorgó su bendición a numerosas producciones que el tiempo ha revelado como ejercicios de estilo vacíos.

Recuerdo vívidamente las reseñas entusiastas de «Staying Alive» (1983), la secuela de «Fiebre del Sábado Noche» dirigida por Sylvester Stallone. Los críticos elogiaron su «dinamismo visual» y «energía coreográfica», ignorando su pobreza narrativa.

Hoy, con una puntuación del 11% en Rotten Tomatoes, la película se revela como un ejercicio de ego desmedido, carente de la autenticidad que hacía funcionar la original de John Badham.

Este fenómeno nos habla de los peligros del juicio crítico inmediato, condicionado por las expectativas y modas de cada época.

La Herramienta del Análisis Retrospectivo

Plataformas como Rotten Tomatoes nos permiten examinar con precisión quirúrgica cómo era percibido el cine de los ochenta por sus contemporáneos. Esta arqueología crítica revela patrones fascinantes.

Al revisar las puntuaciones originales de películas como «Howard the Duck» (1986) o «Leonard Part 6» (1987), podemos identificar los sesgos y limitaciones de la crítica de cada época.

No se trata de un ejercicio de superioridad intelectual, sino de comprensión histórica. La crítica cinematográfica está inevitablemente condicionada por su contexto temporal.

Los críticos de los ochenta no podían anticipar cómo evolucionarían los lenguajes cinematográficos ni cómo cambiarían las sensibilidades del público.

El Peso de las Expectativas Culturales

Muchas películas celebradas en los ochenta satisfacían las expectativas de su audiencia contemporánea. Cumplían con fórmulas narrativas establecidas y reflejaban los valores dominantes de la era Reagan.

«Wall Street» (1987) de Oliver Stone, por ejemplo, fue aclamada por su «retrato despiadado del capitalismo salvaje». Sin embargo, su mensaje se perdía entre la fascinación visual por el mundo que pretendía criticar.

La figura de Gordon Gekko, interpretada magistralmente por Michael Douglas, se convirtió paradójicamente en un icono aspiracional para toda una generación de jóvenes ejecutivos.

Esta misma adherencia a las convenciones de su tiempo condenó a muchas obras a envejecer prematuramente.

La Lección de la Perspectiva Temporal

Este fenómeno nos enseña una lección fundamental: la verdadera calidad cinematográfica no siempre es evidente en el momento del estreno. Requiere la perspectiva que solo otorga el tiempo.

Como espectadores contemporáneos, debemos mantener una actitud de humildad ante nuestros propios juicios. Las películas que hoy celebramos podrían ser vistas con condescendencia por las generaciones futuras.

La historia del cine nos demuestra que el canon artístico está en constante evolución, sujeto a revisiones que enriquecen nuestra comprensión del medio.

Las obras maestras auténticas poseen una cualidad intemporal que les permite comunicarse con audiencias de diferentes épocas. Los productos meramente comerciales quedan relegados al olvido o se convierten en curiosidades históricas.


Esta reflexión sobre la naturaleza cambiante de la recepción crítica nos invita a adoptar una perspectiva más matizada sobre el valor artístico del cine. No se trata de desacreditar el trabajo de los críticos del pasado, sino de reconocer que el juicio estético es un proceso dinámico.

En última instancia, este ejercicio de revisión histórica nos recuerda que el verdadero arte cinematográfico trasciende las modas pasajeras. Como decía François Truffaut, «el tiempo no respeta lo que se hace sin él».


Cinéfilo empedernido, coleccionista de vinilos de bandas sonoras y defensor de la sala de cine como templo cultural. Llevo más de una década escribiendo sobre cine clásico, directores de culto y el arte de la narrativa visual. Creo que no hay nada como un plano secuencia bien ejecutado y que el cine perdió algo cuando dejó de oler a celuloide.

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