• La Academia de Hollywood ha modificado sustancialmente su sistema de votación para las listas preliminares de los Óscar, abandonando el método numérico tradicional por un enfoque basado en votos directos.
• Este cambio favorece inevitablemente a las producciones con campañas más sólidas y mayor visibilidad mediática, reduciendo las sorpresas que antaño caracterizaban estas selecciones preliminares.
• Entre los títulos que suenan con fuerza para múltiples categorías destacan «Sinners», «Wicked: For Good» y «The Secret Agent», junto a la inclusión histórica de una nueva categoría dedicada al casting.
La temporada de premios cinematográficos se aproxima con la solemnidad de un ritual ancestral. Como cada año, los vaticinios sobre las listas preliminares de los Óscar despiertan tanto expectación como incertidumbre entre quienes seguimos el séptimo arte con devoción.
Sin embargo, este año la Academia ha decidido alterar las reglas del juego de manera significativa. Estos cambios no son meramente administrativos; representan una transformación filosófica en la manera en que Hollywood reconoce la excelencia cinematográfica.
Como observador que ha presenciado múltiples reformas en los criterios académicos desde finales de los noventa, no puedo sino reflexionar sobre las implicaciones que tendrán estas modificaciones. Me temo que asistimos a una nueva concesión al poder del marketing sobre el mérito artístico.
Las nuevas reglas del juego académico
La Academia ha decidido abandonar el sistema de puntuación numérica que tradicionalmente regía la selección de candidatos en categorías como Mejor Película Documental y Mejor Película Internacional. Este método, que durante años permitió que obras menos comerciales pero artísticamente valiosas encontrasen su lugar entre los nominados, ha sido sustituido por un sistema de votación directa.
El cambio resulta particularmente significativo en la categoría documental, donde los 201 filmes elegibles competirán bajo nuevas condiciones. Los votantes deberán visionar al menos veinte obras para participar en el proceso, una medida que, en teoría, debería garantizar decisiones más informadas.
Sin embargo, la experiencia me dice que estos ajustes tienden a beneficiar a las producciones con mayor músculo promocional. Como señala acertadamente Clayton Davis en su análisis para Variety: «El resultado práctico ha sido menos sorpresas».
Esta observación resuena con particular fuerza para quienes recordamos cuando cineastas como Krzysztof Kieślowski o Abbas Kiarostami lograban colarse entre los favoritos sin campañas millonarias. Recuerdo vívidamente la sorpresa que supuso la nominación de «Tres colores: Rojo» en 1995, una obra que triunfó por su pura excelencia cinematográfica.
La nueva categoría de casting: un reconocimiento tardío
Por primera vez en la historia de los Óscar, el casting tendrá su propia categoría. Este reconocimiento llega con décadas de retraso, considerando la importancia fundamental que tiene la selección de intérpretes en el resultado final de cualquier película.
Pensemos en obras maestras como «Casablanca» o «El Padrino»: ¿serían las mismas sin las decisiones precisas de casting que las definieron? La genialidad de Hitchcock no residía únicamente en su puesta en escena, sino también en su capacidad para elegir al intérprete perfecto para cada papel.
Recordemos cómo el director británico transformó a Grace Kelly en la encarnación de la elegancia helada, o cómo Kubrick encontró en Jack Nicholson la locura precisa que necesitaba «El resplandor». Estas decisiones de casting son tan determinantes como la dirección de fotografía o el montaje.
Entre los títulos que suenan con fuerza para esta nueva distinción se encuentran producciones de gran envergadura como «Wicked: For Good» y «Frankenstein», obras que por su naturaleza requieren decisiones de casting particularmente complejas y arriesgadas.
Los favoritos técnicos de la temporada
En las categorías técnicas, donde tradicionalmente se refugia la verdadera artesanía cinematográfica, varios títulos emergen como claros favoritos. «Sinners» aparece mencionado consistentemente en múltiples apartados, sugiriendo una producción que ha cuidado cada aspecto de su realización.
La categoría de Banda Sonora Original, que el año pasado amplió sus plazas a veinte candidatos, promete una competición particularmente reñida. Esta expansión, aunque bienintencionada, diluye en cierta medida la exclusividad que debería caracterizar una selección académica.
En Efectos Visuales y Sonido, las grandes producciones dominan las quinielas, como era previsible. Sin embargo, confío en que obras más modestas pero técnicamente brillantes encuentren su hueco, tal como ocurrió en años anteriores con filmes que demostraron que la innovación no siempre requiere presupuestos astronómicos.
El panorama internacional y documental
La simplificación del proceso de selección en la categoría Internacional preocupa especialmente a quienes valoramos la diversidad cinematográfica mundial. El nuevo sistema, según los análisis preliminares, favorece a películas con mayor proyección mediática.
Esto podría marginar obras procedentes de cinematografías menos visibles pero igualmente valiosas. Me viene a la memoria la sorprendente nominación de «El secreto de sus ojos» en 2010, una película argentina que logró imponerse sin el respaldo de una gran distribuidora estadounidense.
En el apartado documental, la obligación de visionar veinte filmes debería, en principio, elevar el nivel de las decisiones. No obstante, la realidad práctica sugiere que los votantes tenderán a concentrarse en aquellas obras que lleguen a sus manos con mayor facilidad.
Esta dinámica me recuerda a los cambios que experimentó el Festival de Cannes en los años ochenta, cuando las consideraciones comerciales comenzaron a influir de manera más evidente en las decisiones artísticas.
Reflexiones sobre la evolución académica
Los cambios implementados por la Academia reflejan una tensión constante en el mundo cinematográfico: el equilibrio entre reconocimiento artístico y realidades comerciales. Como crítico que ha seguido estas transformaciones durante décadas, observo con cierta melancolía cómo cada reforma tiende a favorecer lo establecido sobre lo innovador.
La frase de Davis, «por ahora, la única certeza es la incertidumbre», captura perfectamente el momento que atraviesa la industria. Sin embargo, esta incertidumbre no debería traducirse en una homogeneización de las propuestas reconocidas.
Mientras aguardamos el anuncio oficial de las listas preliminares, que se producirá tras el cierre de votaciones del 12 de diciembre, conviene recordar que los Óscar siguen siendo el reconocimiento más visible del trabajo cinematográfico a nivel mundial.
La temporada que se avecina promete ser reveladora no solo por las obras que finalmente resulten reconocidas, sino por lo que estas selecciones nos dirán sobre el estado actual del cine como forma artística. En un momento en que la industria atraviesa transformaciones profundas, los Óscar se convierten en un termómetro privilegiado para medir hacia dónde se dirige el séptimo arte.
Mi temor es que estos cambios, presentados como modernización, representen en realidad un paso atrás en el reconocimiento de la verdadera excelencia cinematográfica. El cine, como cualquier arte, necesita sorpresas, necesita que lo inesperado encuentre su lugar. Esperemos que, pese a todo, la magia del cine siga imponiéndose sobre las estrategias de marketing.

