La BRUTAL contradicción de Tarantino que destroza a Paul Dano (y por qué importa)

El artículo desarma la contradicción de Tarantino sobre Dano en Pozos de ambición, aporta contexto de producción y reivindica el rigor crítico frente al sensacionalismo.

✍🏻 Por Tomas Velarde

diciembre 6, 2025

• Las declaraciones contradictorias de Tarantino sobre Paul Dano revelan una preocupante inconsistencia en el juicio crítico de uno de los directores más influyentes del cine contemporáneo.

• La virulencia actual del realizador ignora las circunstancias excepcionales de la interpretación de Dano en «Pozos de ambición» y traiciona los principios del análisis cinematográfico riguroso.

• Este caso ejemplifica cómo el sensacionalismo mediático puede corromper el discurso crítico serio que el séptimo arte merece y necesita.

En mis primeros años escribiendo sobre cine en los foros de finales de los 90, aprendí una lección fundamental: la coherencia crítica es el pilar sobre el que se construye cualquier análisis cinematográfico respetable. Por eso me resulta tan desconcertante observar cómo Quentin Tarantino, cineasta de talento indiscutible, ha abandonado este principio básico en su reciente diatriba contra Paul Dano.

La transformación de un criterio

En 2009, Tarantino analizaba la interpretación de Dano en «Pozos de ambición» con mesura profesional. Reconocía las limitaciones del joven actor frente a Daniel Day-Lewis, pero mantenía un tono contextualizado y justo. Sus palabras, aunque críticas, no traspasaban los límites del análisis constructivo.

Hoy, ese mismo director califica a Dano como «el gran defecto gigantesco» de la obra maestra de Paul Thomas Anderson. Más grave aún: le etiqueta como «el actor más débil del sindicato».

Esta metamorfosis no refleja una evolución natural del gusto —algo que todos experimentamos como cinéfilos— sino una contradicción flagrante que socava la credibilidad de quien la profiere.

El contexto ignorado

Lo más injusto de esta nueva posición es cómo ignora las circunstancias excepcionales que rodearon la interpretación de Dano. Cuando Kel O’Neill abandonó la producción, el actor tuvo que asumir el desafío de interpretar a los hermanos Sunday con apenas días de preparación.

Cualquier crítico serio —y aquí pienso en figuras como André Bazin o Pauline Kael— habría considerado estas condiciones. Dano no sólo debía adaptarse a un papel ampliado, sino sostener el peso dramático frente a una de las interpretaciones más monumentales del cine reciente.

La comparación que establece Tarantino entre Day-Lewis y Dano como «Mohammed Ali contra Jerry Quarry» revela una comprensión superficial del trabajo actoral. Reduce la interpretación a una competición de egos, ignorando que cada personaje cumple una función específica en la arquitectura narrativa de Anderson.

La responsabilidad del juicio

Recuerdo las palabras de Billy Wilder: «Un director debe ser un policía, una partera, un psicoanalista, un consolador y un bastardo». Pero cuando actúa como crítico, debe añadir a esa lista la responsabilidad y la coherencia.

Tarantino parece haber olvidado que sus declaraciones trascienden la opinión personal. Cuando un cineasta de su calibre emite un juicio, contribuye al discurso crítico general e influye en la percepción pública.

La defensa que Matt Reeves ha hecho de Dano resulta no sólo comprensible, sino necesaria. Su respuesta evidencia cómo la propia industria rechaza estos ataques desproporcionados.

El valor del rigor

Es significativo que Dano recibiera una nominación al BAFTA por «Pozos de ambición». Los miembros de la academia británica reconocieron el mérito de una interpretación realizada en circunstancias adversas. Este reconocimiento institucional contrasta poderosamente con la diatriba tarantiniana.

Pensemos en la secuencia de la iglesia donde Eli Sunday humilla a Daniel Plainview. Dano construye un personaje que debe ser simultáneamente vulnerable y manipulador, víctima y verdugo. Su trabajo, lejos de ser deficiente, cumple perfectamente la función dramática que Anderson requería.

La traición al oficio

Como alguien que ha dedicado décadas al análisis cinematográfico, no puedo sino lamentar esta deriva hacia el sensacionalismo crítico. El cine merece un tratamiento más serio, más reflexivo.

La evolución del juicio crítico debería basarse en la profundización del análisis, no en la radicalización gratuita de posiciones previas. Cuando un crítico modifica tan drásticamente su valoración sin aportar nuevos elementos, traiciona los principios básicos del rigor intelectual.

El cine de Paul Thomas Anderson, heredero de la tradición de Orson Welles y John Huston, merece un análisis más sofisticado que el reduccionismo al que Tarantino somete «Pozos de ambición».

La lección olvidada

La inconsistencia de Tarantino nos recuerda la importancia de mantener criterios sólidos en el análisis cinematográfico. El cine, como arte complejo, exige de sus comentaristas la misma seriedad que los grandes maestros aplicaron a su oficio.

Cuando abandonamos estos principios en favor del efectismo mediático, empobrecemos el discurso crítico y traicionamos la esencia del arte que pretendemos servir.

En última instancia, la verdadera medida de un crítico no reside en la virulencia de sus ataques, sino en la consistencia de su mirada y la profundidad de su comprensión. Tarantino, genio indiscutible tras la cámara, haría bien en recordar estas lecciones cuando se sitúa delante de ella.


Cinéfilo empedernido, coleccionista de vinilos de bandas sonoras y defensor de la sala de cine como templo cultural. Llevo más de una década escribiendo sobre cine clásico, directores de culto y el arte de la narrativa visual. Creo que no hay nada como un plano secuencia bien ejecutado y que el cine perdió algo cuando dejó de oler a celuloide.

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