• Ice Cube rodó todas sus escenas para el remake de «La Guerra de los Mundos» en tan solo 15 días durante la pandemia, sin director ni otros actores presentes en el set.
• Este experimento cinematográfico involuntario nos muestra cómo el aislamiento tecnológico puede convertirse paradójicamente en una nueva forma de narrativa colectiva.
• La película tardó cinco años en llegar al público tras cambiar de Universal a Amazon, convirtiéndose en un fenómeno viral que alcanzó el número uno en 30 mercados.
Hay algo profundamente inquietante en la idea de rodar una película sin que nadie más esté presente. Como si fuésemos testigos de una nueva forma de aislamiento creativo que trasciende la ficción y se convierte en método.
Ice Cube, enfrentándose a las cámaras en soledad durante quince días, encarna sin saberlo una metáfora perfecta de nuestro tiempo: la desconexión humana envuelta en tecnología.
Cuando H.G. Wells imaginó «La Guerra de los Mundos» en 1898, difícilmente podría haber previsto que su historia sobre invasión y supervivencia se rodaría un día utilizando cámaras de vigilancia reales dispersas por todo el planeta.
Hay una ironía deliciosa en que una obra sobre la amenaza extraterrestre se filme con los mismos dispositivos que utilizamos para vigilarnos entre nosotros.
El Cine en Tiempos de Pandemia
La experiencia de Ice Cube rodando este remake durante 2020 nos habla de algo más profundo que las meras restricciones sanitarias.
Su personaje, William Radford, analista de seguridad informática, trabajaba en aislamiento mientras el propio actor experimentaba ese mismo aislamiento en la realidad. Una mise en abyme que habría fascinado a Philip K. Dick.
«Era la única forma en que realmente podíamos rodar la película», explicaba Ice Cube sobre aquellos quince días sin director presente, sin compañeros de reparto. Una declaración que suena casi distópica, como extraída de una película de Cronenberg sobre la deshumanización del arte.
La película utilizaba metraje de cámaras de vigilancia reales de todo el mundo. Imagino a los editores recopilando fragmentos de Londres, Tokio, Nueva York, construyendo una narrativa global a partir de los ojos electrónicos que nos observan constantemente.
Es como si Orwell hubiese escrito el guión.
La Metamorfosis de la Distribución
El viaje de cinco años desde la producción hasta el estreno revela las convulsiones de una industria en transformación.
De Universal a Amazon, la película cambió de manos como un artefacto alienígena que nadie sabía muy bien cómo manejar.
Cuando finalmente llegó a Amazon el 30 de julio, algo inesperado ocurrió. Se convirtió en fenómeno viral, alcanzando el primer puesto en las listas de lo más visto en treinta mercados durante su primera semana.
Como si el público, hambriento de narrativas que reflejasen su propia experiencia de aislamiento y vigilancia, hubiese encontrado exactamente lo que necesitaba.
Eva Longoria, Iman Benson y Clark Gregg completaban un reparto que probablemente nunca coincidió físicamente en el mismo espacio. Cada uno rodando en su burbuja, conectados únicamente por la narrativa y la tecnología.
Una compañía teatral fantasma para tiempos fantasmales.
Reflexiones Sobre el Futuro del Cine
Este experimento involuntario nos plantea preguntas incómodas sobre hacia dónde se dirige el cine.
Si podemos crear narrativas convincentes sin que los actores compartan espacio, sin que el director esté presente, ¿qué perdemos en el proceso? ¿Y qué ganamos?
La respuesta quizás esté en el propio éxito de la película. El público no solo la aceptó, sino que la abrazó. Tal vez porque reconocía en ella su propia experiencia: la de vivir conectados pero separados, observados pero solos.
Ice Cube, veterano del hip-hop y el cine, se encontró siendo pionero sin pretenderlo de una nueva forma de hacer películas. «Tuvieron que construir toda esa mierda y luego recopilar y editar el metraje», comentaba sobre el proceso técnico, con la pragmática resignación de quien ha visto cambiar demasiadas cosas en su carrera.
Lo que comenzó como una necesidad impuesta por las circunstancias se ha convertido en una ventana hacia el futuro de la narrativa audiovisual.
Ice Cube, rodando solo durante quince días, no solo interpretaba a un analista de seguridad observando el mundo a través de pantallas, sino que encarnaba nuestra propia condición contemporánea.
El éxito viral de esta «Guerra de los Mundos» sugiere que hemos encontrado nuevas formas de conectar emocionalmente incluso en la desconexión física.
Quizás los alienígenas ya no necesiten invadir la Tierra; tal vez baste con que sigamos perfeccionando nuestros métodos para aislarnos mientras creemos estar más conectados que nunca.
El futuro del cine, como el futuro de todo lo demás, parece estar escribiéndose en soledad, una pantalla a la vez.