• Las primeras reacciones de «Wicked: For Good» apuntan a una secuela que honra la tradición del musical cinematográfico con profundidad emocional y rigor técnico excepcionales.
• Como estudioso del género, considero que Jon M. Chu podría haber logrado esa síntesis esquiva entre espectáculo y sustancia que caracterizaba a los maestros de antaño.
• Las interpretaciones de Erivo y Grande, junto a la fidelidad al material original, generan expectativas fundadas sobre un posible renacimiento del musical en el cine contemporáneo.
En una época donde los musicales cinematográficos parecen haber perdido el rigor y la elegancia que caracterizó a los grandes estudios de antaño, surge una esperanza inesperada. Las primeras reacciones de «Wicked: For Good» nos recuerdan que el séptimo arte aún puede alcanzar esa síntesis perfecta entre espectáculo y sustancia narrativa.
Como alguien que ha presenciado el declive paulatino del musical cinematográfico desde los días gloriosos de Vincente Minnelli y Stanley Donen, debo confesar que estas primeras impresiones despiertan una curiosidad genuina.
¿Será posible que Jon M. Chu haya logrado lo que tantos directores contemporáneos han fallado en conseguir: crear un espectáculo que honre tanto la tradición como la innovación?
El regreso de un género en crisis
La adaptación cinematográfica de musicales teatrales ha sido, históricamente, un territorio minado de fracasos estrepitosos y éxitos inesperados. Desde los triunfos de «West Side Story» de Robert Wise hasta los desaciertos más recientes de Hollywood, el género ha navegado entre la grandeza y la mediocridad.
«Wicked: For Good», la segunda parte de la adaptación del musical de Broadway, llega precedida por el éxito comercial de su predecesora, que recaudó 756 millones de dólares a nivel mundial.
Sin embargo, como bien sabemos los que hemos dedicado décadas al estudio del cine, el éxito comercial no siempre es sinónimo de calidad artística.
Las primeras reacciones, no obstante, sugieren algo diferente. Jazz Tangcay de Variety describe la película como «pura grandeza musical», mientras que Rebecca Ford de Vanity Fair la califica como «hermosa, llena de corazón, y que logra su cometido».
Estas no son las palabras vacías que suelen acompañar a los productos manufacturados de los grandes estudios.
La dirección de Jon M. Chu: entre el espectáculo y la intimidad
Jon M. Chu se enfrenta aquí al desafío más complejo de su carrera: completar la narrativa de Elphaba y Glinda sin traicionar la esencia del material original. La tarea no es menor, especialmente cuando se trata de adaptar la segunda mitad de un musical que ha conquistado Broadway durante más de dos décadas.
Lo que resulta particularmente prometedor es la mención constante de la profundidad emocional del filme. En una era donde los efectos visuales suelen eclipsar la sustancia narrativa, parece que Chu ha logrado mantener el equilibrio entre espectáculo y contenido.
Su trabajo previo en «In the Heights» demostró una comprensión sólida del lenguaje cinematográfico aplicado al musical. La cámara no se limitaba a registrar números musicales, sino que participaba activamente en la narrativa.
La introducción de nuevas canciones como «No Place Like Home» y «The Girl in the Bubble» representa un riesgo calculado. Expandir el material original siempre conlleva el peligro de diluir su esencia, pero también ofrece la oportunidad de enriquecer la experiencia cinematográfica de manera orgánica.
Las interpretaciones: el corazón del musical
Cynthia Erivo y Ariana Grande-Butera regresan para completar sus arcos narrativos como Elphaba y Glinda, respectivamente. Las reacciones iniciales sugieren que ambas actrices han profundizado en sus personajes, ofreciendo interpretaciones que trascienden la mera recreación de los números musicales.
Erivo, cuya formación teatral y cinematográfica la ha establecido como una de las intérpretes más sólidas de su generación, parece haber encontrado nuevas capas en el personaje de Elphaba.
Su trabajo previo en «Harriet» demostró su capacidad para combinar potencia vocal con profundidad dramática, cualidades esenciales para dar vida a uno de los personajes más complejos del teatro musical contemporáneo.
Grande-Butera, por su parte, enfrenta el desafío de completar la transformación de Glinda sin caer en los clichés que suelen acompañar a este tipo de personajes. Las primeras impresiones sugieren que ha logrado mantener la complejidad del personaje, evitando la superficialidad que podría haber resultado fatal para la credibilidad del filme.
El reparto de apoyo y la construcción del mundo
Jonathan Bailey y Jeff Goldblum completan un reparto que, sobre el papel, promete sostener el peso dramático de la narrativa. Bailey se enfrenta aquí a un registro completamente diferente al de «Bridgerton», mientras que Goldblum aporta esa peculiar combinación de carisma y excentricidad que ha caracterizado su carrera.
La fortaleza de cualquier musical reside no solo en sus protagonistas, sino en la capacidad del ensemble para crear un mundo creíble y cohesivo.
Las reacciones iniciales sugieren que Chu ha logrado orquestar un conjunto que funciona tanto en los números musicales como en los momentos más íntimos de la narrativa.
La fidelidad al material original: un equilibrio delicado
Uno de los aspectos más elogiados en estas primeras reacciones es la aparente fidelidad de la película al espíritu del musical original. Adaptar teatro musical al cine requiere una comprensión profunda de las diferencias entre ambos medios.
El musical teatral vive de la inmediatez, de la conexión directa entre intérprete y audiencia. El cine, por el contrario, permite una intimidad y un detalle que el teatro no puede alcanzar.
El desafío consiste en aprovechar las ventajas del medio cinematográfico sin perder la energía y la emoción que caracterizan al teatro musical.
Las menciones específicas a la «grandeza musical» y la capacidad del filme para «lograr su cometido» sugieren que Chu ha encontrado ese equilibrio tan esquivo entre fidelidad y innovación.
Expectativas y realidad: el peso de la secuela
«Wicked: For Good» llega con el peso de las expectativas generadas por su predecesora y, más importante aún, con la responsabilidad de completar una narrativa que ha resonado con audiencias de todo el mundo durante décadas.
Las secuelas, especialmente en el género musical, han demostrado ser particularmente traicioneras. Sin embargo, las reacciones iniciales sugieren que esta segunda parte no sufre del síndrome habitual de las secuelas.
La mención constante de la profundidad emocional y la capacidad del filme para «superar las expectativas» indica que estamos ante algo más sustancial que un mero ejercicio comercial.
La especulación sobre posibles nominaciones al Oscar, aunque prematura, refleja el nivel de calidad que los primeros espectadores han percibido en la película.
Una apuesta por la excelencia cinematográfica
Mientras aguardamos el estreno del 21 de noviembre de 2025, estas primeras reacciones nos ofrecen un atisbo de esperanza para un género que ha luchado por encontrar su lugar en el cine contemporáneo.
Si «Wicked: For Good» logra cumplir las promesas de estas impresiones iniciales, podríamos estar ante una de esas raras ocasiones donde el espectáculo y la sustancia convergen en perfecta armonía.
La verdadera medida del éxito de esta secuela no residirá únicamente en su recaudación en taquilla, sino en su capacidad para recordarnos por qué el musical cinematográfico, cuando se ejecuta con rigor y respeto al oficio, sigue siendo una de las formas más poderosas de narrativa audiovisual.
Basándome en estas primeras reacciones, me atrevo a afirmar que Jon M. Chu podría haber logrado no solo un espectáculo memorable, sino una obra que perdure en la memoria colectiva del cine. Solo el tiempo confirmará si estamos ante un genuino renacimiento del género o ante otro espejismo de la industria contemporánea.

