• Smallville duró 10 temporadas construyendo al Superman perfecto pero jamás nos dejó ver a Tom Welling con el traje completo, solo un teaser miserable en el final.
• Una secuela animada sería la redención definitiva para completar la transformación que los fans llevamos esperando desde 2011, sin limitaciones de presupuesto ni efectos cutres.
• Warner vuelve a demostrar su incompetencia dejando este proyecto dorado pudriéndose en el infierno del desarrollo cuando tienen la gallina de los huevos de oro entre las manos.
¿Sabéis lo que es construir la catedral perfecta durante diez años y luego negarse a poner la cruz en la cúpula? Eso es exactamente lo que pasó con Smallville. Tom Welling nos regaló la mejor evolución de Clark Kent jamás vista en pantalla, una década de crecimiento épico, de luchas internas, de convertirse en el héroe que todos llevamos dentro.
Y cuando llegó el momento de la apoteosis, cuando por fin íbamos a ver esa transformación gloriosa… nada. Un teaser de mierda y a casa.
Es como si Zack Snyder hubiera rodado toda la secuencia del «vuelo» de Man of Steel, esa poesía visual perfecta donde Clark aprende a volar entre las nubes, y luego hubiera decidido cortarla justo antes de que se pusiera el traje. Inconcebible.
Pero ahora hay una oportunidad de oro para arreglar este desaguisado histórico, y como era de esperar, está atascada en los despachos de unos ejecutivos que no entienden una mierda de lo que tienen entre las manos.
El crimen perfecto de Smallville
Smallville fue puro fuego durante diez temporadas. Desde 2001 hasta 2010, Tom Welling construyó ladrillo a ladrillo el Superman más humano y creíble que habíamos visto jamás.
Nada de aliens perfectos bajados del cielo: aquí teníamos a un chaval de pueblo luchando con poderes que no entendía, con un destino que le daba vértigo y con la responsabilidad más grande del universo cayéndole encima poco a poco.
Pero claro, los genios de la serie tenían una regla sagrada: «No flights, no tights». Nada de volar, nada de traje. Como si mostrar a Superman siendo Superman fuera a arruinar la magia.
¿En serio? Es como hacer una serie sobre Batman pero sin mostrarle nunca con la capucha puesta.
El final de la serie fue una bofetada con guante blanco. Después de diez años esperando EL momento, nos dieron cuatro planos borrosos, una silueta y mucha imaginación. Ni siquiera tuvieron los huevos de enseñar a Welling con el traje completo.
Fue como llegar al clímax de una sinfonía y que corten la música justo antes del acorde final.
Crisis en Tierras Infinitas: el segundo puñetazo
Cuando Welling apareció en Crisis on Infinite Earths, los fans pensamos: «Por fin, aquí está nuestra redención». Error garrafal.
Los escritores decidieron que lo más interesante que podían hacer con el Superman más querido de la televisión era… quitarle los poderes y convertirle en un padre de familia cualquiera.
¿ESO era lo mejor que se les ocurrió? Tener a Tom Welling, al actor que había construido el Clark Kent más épico de la historia, y decidir que lo suyo era estar en casa cambiando pañales.
Es como tener a Michelangelo y pedirle que pinte una valla. Un desperdicio criminal.
La solución animada: la luz al final del túnel
Pero aquí viene lo bueno. Tom Welling y Michael Rosenbaum han estado hablando de una secuela animada de Smallville. Y joder, es la idea más brillante que he oído en años.
¿Por qué? Porque la animación no tiene límites. Nada de presupuestos ridículos, nada de efectos especiales cutres, nada de excusas baratas.
En animación, Welling puede volar como un dios. Puede enfrentarse a Doomsday, puede salvar galaxias enteras, puede ser el Superman que siempre debió ser. Y lo mejor de todo: puede hacerlo con la voz del actor que ya conocemos y amamos.
La animación es el medio perfecto para completar esta historia. Mirad lo que han hecho con series como Invincible o lo que Snyder consiguió con sus secuencias más visuales en Watchmen.
La animación permite una narrativa épica sin compromisos, sin limitaciones técnicas, sin ejecutivos cortando presupuesto cada cinco minutos. Es pura visión artística sin filtros corporativos.
El infierno del desarrollo: Warner siendo Warner
Pero claro, estamos hablando de Warner. La misma compañía que canceló el Snyderverso cuando tenía la gallina de los huevos de oro entre las manos.
Los mismos genios que prefieren hacer reboots baratos antes que completar historias que ya tienen a millones de fans esperando.
El proyecto está atascado en «development hell», que es la forma elegante de decir que está pudriéndose en algún cajón mientras los ejecutivos deciden si es rentable o no.
Como si la rentabilidad fuera lo único que importa cuando tienes una historia que completar y fans que llevan esperando más de una década.
Es frustrante ver cómo una idea tan perfecta, tan obvia, tan necesaria, se queda colgada por la incompetencia de unos tipos en traje que no entienden que a veces hay que apostar por la visión artística antes que por las hojas de cálculo.
El Superman que merecemos
Los fans siguen haciendo fan art, siguen pidiendo más Welling, siguen recordando por qué Smallville fue especial. Y tienen razón.
Tom Welling nunca ha tenido la oportunidad de interpretar realmente a Superman, solo a Clark Kent creciendo hacia Superman.
Una secuela animada sería la redención perfecta. La oportunidad de cerrar el círculo, de completar la transformación, de darnos el Superman que llevamos esperando desde 2011.
Porque después de diez años construyendo al héroe, nos merecemos verle volar de verdad. Con la épica visual que merece, con la narrativa sin compromisos que solo la animación puede ofrecer.
La pregunta no es si debería hacerse. La pregunta es por qué coño no se ha hecho ya.
Tom Welling como Superman en una serie animada no es solo una buena idea: es una necesidad. Una deuda pendiente con los fans y con la historia más épica que la televisión ha construido jamás.
Y si Warner no lo entiende, es que no entienden una mierda de lo que significa el verdadero cine de superhéroes.
Porque al final, todos sabemos la verdad: Tom Welling ES Superman. Solo necesita la oportunidad de demostrarlo sin limitaciones, sin excusas y sin ejecutivos cobardes cortándole las alas.
La animación puede dársela. Solo hace falta que alguien con dos dedos de frente tome la decisión correcta y nos dé por fin el Superman que Smallville prometió y que el mundo se merece.

