Un hombre de 30 años fingía ser Macaulay Culkin (y nadie lo sabía)

Culkin revela a Larry, un especialista de 30 años que hizo las escenas peligrosas en Solo en casa, símbolo de la artesanía y sacrificio detrás de la magia.

✍🏻 Por Alex Reyna

diciembre 26, 2025

• Macaulay Culkin ha confirmado que un hombre de 30 años llamado Larry realizaba las escenas peligrosas de Solo en casa vestido de niño, revelando la magia invisible del cine práctico.

• Esta historia me fascina porque ilustra perfectamente cómo construimos nuestras fantasías más queridas sobre el sacrificio silencioso de trabajadores anónimos, algo que también vemos en la ciencia ficción cuando creamos mundos imposibles.

• La figura de Larry representa una época artesanal del cine donde cada efecto requería ingenio humano real, contrastando con nuestra era digital actual.

Existe algo profundamente revelador en descubrir los mecanismos ocultos tras la magia cinematográfica. Como ingeniero de formación, siempre me ha fascinado esa intersección entre lo técnico y lo emocional que define el cine.

En Solo en casa, esa intersección tenía nombre: Larry, un hombre de treinta años que se convertía en el avatar físico de un niño para que Macaulay Culkin no tuviera que sufrir las consecuencias reales de una fantasía infantil.

La revelación llegó durante una entrevista en First We Feast, donde Culkin confirmó lo que había sido rumor durante años. Pero más allá de la anécdota, hay algo que me recuerda a los mundos que analizo habitualmente en la ciencia ficción: la construcción de realidades alternativas que requieren sacrificios muy humanos.

La paradoja del doble invisible

Cuando pienso en Larry, no puedo evitar ver paralelismos con los efectos prácticos que admiro en películas como Blade Runner o las primeras entregas de Star Wars.

Antes de la revolución digital, cada truco cinematográfico requería ingenio físico y sacrificio humano real. Larry representaba esa artesanía, esa honestidad del riesgo compartido.

La primera vez que Culkin se encontró con Larry en el plató, la situación debió resultar surrealista. Un niño conociendo al adulto que iba a fingir ser él en los momentos más duros.

«¿Qué tal, Larry?», le dijo, y la respuesta llegó con una voz grave que contrastaba brutalmente con la ropa infantil: «Bien, soy Larry, tu especialista».

El cuerpo como herramienta narrativa

La escena que Culkin recuerda con más claridad es aquella en la que Larry tuvo que trepar por las estanterías del dormitorio, viendo cómo toda la estructura se desplomaba una y otra vez durante las múltiples tomas.

Cada caída era real. No había CGI que suavizara el impacto, solo un hombre adulto dispuesto a sufrir para que la ilusión funcionara.

Hay algo casi kafkiano en la imagen de Larry: un adulto atrapado en el cuerpo narrativo de un niño, realizando acrobacias que ningún menor debería intentar.

Es como si fuera el avatar físico de esa contradicción inherente al entretenimiento familiar, donde queremos que los niños vivan aventuras épicas pero sin correr riesgos reales.

La invisibilidad como superpoder

Culkin bromea recordando cómo gritaba «¡Por favor, sed amables con Larry! ¡Solo tiene trece años!» mientras veía al pobre hombre estrellarse contra el suelo una vez más.

La ironía es deliciosa, pero también reveladora: incluso a los nueve años, Culkin entendía que estaba siendo testigo de algo absurdo y admirable a la vez.

Larry no solo protegía el cuerpo de Culkin; protegía la ilusión misma. Permitía que millones de niños creyeran que uno de los suyos podía enfrentarse a adultos malvados y salir victorioso.

Era el guardián silencioso de una fantasía de empoderamiento infantil.

El precio humano de nuestras fantasías

Esta anécdota trasciende la simple curiosidad cinematográfica y me lleva a reflexionar sobre algo que veo constantemente en la ciencia ficción: cómo construimos mundos imposibles sobre el trabajo invisible de otros.

Larry representa a todos esos trabajadores anónimos que hacen posible que creamos en realidades alternativas. Como los técnicos que dieron vida a los AT-AT de El Imperio Contraataca, o los artesanos que construyeron los decorados de Alien.

En una época donde los algoritmos pueden generar cualquier imagen y la inteligencia artificial amenaza con reemplazar el trabajo creativo, la figura de Larry se vuelve casi mítica.

La nostalgia de lo real

Pensar en Larry también es pensar en una época del cine donde cada efecto requería ingenio físico y sacrificio humano. Antes de que los ordenadores pudieran simular cualquier caída o explosión, hacían falta personas dispuestas a caer y explotar de verdad.

Hay algo nostálgico en esa artesanía, en esa honestidad del riesgo compartido que echo de menos cuando veo las últimas producciones completamente digitales.

Larry sudaba, se golpeaba y se levantaba para que la película funcionara. Su dolor era real, aunque su personaje fuera ficción.

Qué dice Larry sobre nosotros

La historia de Larry nos invita a reflexionar sobre cuántas capas de artificio necesitamos para construir nuestras fantasías más queridas.

Nos recuerda que detrás de cada momento de magia cinematográfica hay seres humanos reales, con nombres y edades y cuerpos que duelen.

En un mundo cada vez más digital, donde los efectos especiales pueden crear cualquier realidad imaginable, la figura de Larry se convierte en un recordatorio de que nuestras fantasías más preciadas a menudo se construyen sobre el sacrificio silencioso de personas que nunca conoceremos.

Quizás por eso esta revelación de Culkin resuena tanto. No es solo una anécdota curiosa sobre una película querida; es un recordatorio de la humanidad que hay detrás de cada ilusión que consumimos.

Larry, donde quiera que esté ahora, merece que recordemos su nombre cuando volvamos a ver esas escenas que una vez nos hicieron reír sin saber el precio real de cada carcajada.


Sobre Alex Reyna

Mi primer recuerdo de infancia es ver El Imperio Contraataca en VHS. Desde entonces, la ciencia ficción ha sido mi lenguaje. He montado Legos, he visto Interstellar más veces de las que debería, y siempre estoy buscando la próxima historia que me vuele la cabeza. Star Wars, Star Trek, Dune, Nolan… si tiene naves o viajes temporales, cuenta conmigo.

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