The Strangers 2: tensión sí, alma no. Aquí el porqué

Crítica a The Strangers: Chapter 2. Buen oficio, tensión eficaz, pero narrativa estirada y comercial que ilustra cómo las franquicias empobrecen el terror actual.

✍🏻 Por Tomas Velarde

septiembre 27, 2025

• «The Strangers: Chapter 2» forma parte de una trilogía planificada que continúa la historia de supervivencia de Maya tras una invasión domiciliaria.

• La película funciona como entretenimiento de género competente, aunque carece de la originalidad y contundencia narrativa que el terror contemporáneo necesita desesperadamente.

• Renny Harlin demuestra su oficio en las secuencias de persecución, pero el conjunto evidencia su naturaleza de producto comercial más que de obra cinematográfica.

El cine de terror contemporáneo parece atrapado en una espiral de franquicias que privilegian la cantidad sobre la calidad narrativa. En una época donde los estudios buscan desesperadamente crear universos cinematográficos, incluso los géneros más viscerales sucumben a la tentación de estirar historias que podrían resolverse con elegancia en una sola entrega. Esta tendencia plantea una pregunta fundamental: ¿puede el terror genuino sobrevivir a la comercialización desmedida?

La reciente llegada de «The Strangers: Chapter 2» nos ofrece un caso de estudio perfecto para examinar esta dicotomía. Dirigida por Renny Harlin, un veterano que conoce bien los entresijos del suspense, esta secuela promete continuar una historia que muchos considerábamos ya cerrada.

Un ejercicio de supervivencia que se extiende más de lo necesario

Renny Harlin, director que nos regaló momentos memorables en «Cliffhanger» y que demostró su dominio del suspense en los años noventa, regresa al terror con una propuesta tan competente como predecible. «The Strangers: Chapter 2» retoma la historia de Maya, interpretada por Madelaine Petsch, quien debe enfrentarse nuevamente a los asesinos enmascarados.

La película traslada la acción desde el claustrofóbico ambiente doméstico hacia un hospital rural y sus alrededores. Esta decisión amplía el campo de juego pero, paradójicamente, diluye la tensión.

El terror más efectivo, desde «La ventana indiscreta» de Hitchcock hasta «El resplandor» de Kubrick, encuentra su fuerza en la limitación espacial. Esa sensación de no tener escapatoria convierte cada rincón en una amenaza potencial.

La mecánica del miedo industrial

Harlin demuestra su experiencia en el manejo de las secuencias de acción. Las escenas donde Maya huye de sus perseguidores poseen un ritmo eficaz, y la interpretación física de Petsch resulta convincente en su desesperación creciente.

Sin embargo, uno no puede evitar la sensación de estar presenciando un ejercicio de estilo más que una necesidad narrativa. El guión incorpora flashbacks innecesarios que interrumpen el flujo narrativo.

Esta decisión habría hecho estremecer a maestros como Billy Wilder, quien entendía que cada escena debe impulsar la historia hacia adelante. Estos retrocesos temporales evidencian la artificialidad de una estructura pensada para llenar tiempo de metraje.

El peso de la tradición y las limitaciones del presente

La película insinúa conexiones con el fanatismo religioso, un territorio que el cine de terror ha explorado magistralmente en obras como «La semilla del diablo» de Polanski. Sin embargo, estas referencias quedan apenas esbozadas, prometiendo desarrollarse en la tercera entrega.

Esta estrategia narrativa habría resultado impensable en la época dorada de Hollywood. Directores como John Ford o Howard Hawks entendían que el público merecía una experiencia cinematográfica plena, no un capítulo de una serie interminable.

Técnica al servicio de la comercialización

Visualmente, la película cumple con los estándares técnicos esperables, aunque una secuencia con efectos digitales resulta particularmente desafortunada. El rodaje en Eslovenia, haciendo las veces de Oregón, aporta una atmósfera rural convincente.

Los asesinos enmascarados mantienen su presencia inquietante, pero su impacto se ve diluido por la familiaridad. El terror pierde efectividad cuando se convierte en fórmula repetible. Lo que en la primera entrega funcionaba como sorpresa, aquí se transforma en expectativa cumplida.

El dilema de la continuidad forzada

La mayor debilidad de «The Strangers: Chapter 2» radica en su evidente naturaleza de producto intermedio. La historia podría haberse resuelto en una sola película, y esta sensación de estiramiento artificial permea toda la experiencia cinematográfica.

Esto no significa que la película carezca de méritos. Harlin maneja con solvencia los códigos del género, y hay momentos genuinos de tensión que recuerdan por qué el cine de terror puede resultar tan efectivo cuando se ejecuta con precisión.

Pero la sensación de estar presenciando un ejercicio comercial más que una necesidad artística resulta ineludible.

Reflexiones sobre el estado del género

El terror contemporáneo se encuentra en una encrucijada. Por un lado, tenemos propuestas arriesgadas como las de Ari Aster o Robert Eggers, que buscan renovar el lenguaje del género. Por otro, franquicias como «The Strangers» que se conforman con repetir fórmulas probadas.

«The Strangers: Chapter 2» funciona como entretenimiento competente para los aficionados al género, pero no trasciende esa categoría. Es cine de consumo, ejecutado con profesionalidad pero sin la ambición artística que caracteriza a las grandes obras del terror cinematográfico.


«The Strangers: Chapter 2» nos deja con la sensación agridulce de haber presenciado un trabajo competente que podría haber sido excepcional. Renny Harlin demuestra que conserva su dominio técnico, pero la estructura comercial de la trilogía lastra una propuesta que habría ganado en intensidad concentrada en una sola entrega.

Al final, esta secuela cumple su función dentro del ecosistema del entretenimiento actual, ofreciendo momentos de tensión genuina y una interpretación sólida de Madelaine Petsch. Sin embargo, uno no puede evitar preguntarse qué habría resultado de esta historia en manos de un director dispuesto a apostar por la contundencia narrativa sobre la rentabilidad a largo plazo.

El terror, como el buen vino, requiere tiempo para madurar, pero también saber cuándo ha alcanzado su punto óptimo antes de que comience a agriarse.


Cinéfilo empedernido, coleccionista de vinilos de bandas sonoras y defensor de la sala de cine como templo cultural. Llevo más de una década escribiendo sobre cine clásico, directores de culto y el arte de la narrativa visual. Creo que no hay nada como un plano secuencia bien ejecutado y que el cine perdió algo cuando dejó de oler a celuloide.

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