¿Te perdiste estas 8 miniseries de HBO? Imperdonable

Descubre las 8 miniseries de HBO que redefinieron la televisión, pero quedaron enterradas bajo el aluvión de estrenos y merecen ser rescatadas del olvido.

✍🏻 Por Tomas Velarde

septiembre 6, 2025

• HBO alberga en su catálogo miniseries de calidad excepcional que han quedado sepultadas bajo el aluvión constante de nuevos contenidos y campañas publicitarias.

• Como crítico que ha seguido la evolución televisiva desde los años 90, considero que estas obras representan la máxima expresión del formato miniserie, equiparables al mejor cine de autor.

• Es imperativo rescatar del olvido digital estas joyas que demuestran cómo la televisión puede alcanzar las mismas cotas artísticas que los grandes maestros del séptimo arte.

En una época donde el ruido mediático amenaza con sepultar las verdaderas joyas del séptimo arte televisivo, resulta imperativo hacer una pausa y dirigir la mirada hacia aquellas obras que, pese a su innegable calidad, han sido víctimas del olvido colectivo.

HBO, esa casa productora que desde hace décadas ha demostrado un compromiso inquebrantable con la excelencia narrativa, alberga en su catálogo tesoros que permanecen ocultos bajo el peso de producciones más recientes y mediáticamente ruidosas.

Como cinéfilo que ha presenciado la evolución del medio audiovisual desde los albores de la televisión de calidad, no puedo sino lamentar cómo ciertas obras maestras quedan eclipsadas por el vértigo del consumo contemporáneo.

Recuerdo vívidamente cuando «Band of Brothers» (2001) revolucionó mi percepción sobre las posibilidades narrativas de la televisión. Cada episodio funcionaba como una sinfonía visual donde la cámara de mano de los hermanos Spielberg y Hanks creaba una intimidad bélica que rivalizaba con «Salvar al soldado Ryan».

La secuencia del bombardeo de Bastogne, con esos primeros planos de los rostros congelados de los soldados, alcanzaba la misma intensidad emocional que los mejores momentos de «Senderos de gloria» de Kubrick.

El arte perdido de la narrativa concisa

La miniserie representa, en esencia, lo mejor de dos mundos. Por un lado, posee la concisión y el rigor estructural del cine clásico que tanto admiro en las obras de Billy Wilder o Alfred Hitchcock.

Por otro, permite el desarrollo pausado de personajes y situaciones que caracteriza a la gran televisión. Es un formato que exige disciplina narrativa, algo que escasea en una industria cada vez más proclive a la autocomplacencia.

«The Night Of» (2016) ejemplifica esta precisión quirúrgica. La dirección de Steven Zaillian construye cada plano con la meticulosidad de un relojero suizo. Esa toma cenital de Naz en la celda, encuadrado como un insecto atrapado, evoca inmediatamente el expresionismo alemán de «El gabinete del doctor Caligari».

La transformación gradual del protagonista se articula a través de pequeños detalles visuales: el cambio en su postura, la evolución de su mirada, la progresiva dureza en sus gestos. Es puro lenguaje cinematográfico aplicado a la televisión.

Joyas enterradas en el catálogo

«Show Me a Hero» (2015) de David Simon permanece criminalmente ignorada pese a ser una lección magistral sobre narrativa coral. La serie disecciona la política municipal con la precisión sociológica de un Robert Altman en «Nashville».

Oscar Isaac compone un retrato del poder que recuerda a los mejores trabajos de James Stewart en los dramas políticos de Frank Capra, pero despojado de cualquier idealismo ingenuo.

La fotografía de «Olive Kitteridge» (2014) merece estudio aparte. Cada encuadre de la costa de Maine está compuesto como una pintura de Edward Hopper, con esa luz fría y melancólica que define el carácter de los personajes antes de que pronuncien una sola palabra.

Frances McDormand construye su interpretación a través de silencios y miradas oblicuas, recordando la economía gestual de las grandes actrices del cine clásico como Barbara Stanwyck.

La traición del éxito comercial

El fenómeno de transformación de miniseries en series regulares, como ocurrió con «The White Lotus», ilustra perfectamente cómo el éxito puede alterar la pureza conceptual de una obra.

La primera temporada funcionaba como una pieza cerrada, con la perfección formal de una sinfonía completa. Su conversión en antología, aunque comercialmente comprensible, diluye inevitablemente la potencia de esa primera entrega.

Murray Bartlett componía en el hotel hawaiano un personaje dickensiano, grotesco y tierno a la vez, que alcanzaba su clímax narrativo en esa secuencia final donde la cámara lo abandona en el aeropuerto. Convertir esa conclusión en mero episodio piloto traiciona la integridad artística original.

El refugio de los grandes intérpretes

Los actores de renombre encuentran en las miniseries un refugio creativo que les permite explorar personajes complejos sin el compromiso a largo plazo que supone una serie convencional.

«Mare of Easttown» (2021) permitió a Kate Winslet componer un retrato femenino de una complejidad que recuerda a las heroínas de los melodramas de Douglas Sirk. Su Mare es una mujer real, con arrugas, cansancio y una humanidad que contrasta dramáticamente con los personajes femeninos estereotipados del mainstream actual.

La dirección de Craig Zobel construye el ambiente opresivo del pueblo a través de una paleta de colores desaturados que evoca el realismo sucio del cine americano de los 70. Cada plano respira autenticidad.

La excelencia técnica como norma

«Chernobyl» (2019) representa la culminación técnica de lo que puede lograr una miniserie cuando se abordan con seriedad cinematográfica. La recreación del desastre nuclear alcanza una verosimilitud que supera a muchas superproducciones hollywoodienses.

La secuencia del reactor explotando, filmada con una combinación de efectos prácticos y digitales, posee la inevitabilidad trágica de las grandes catástrofes del cine clásico. Cada decisión visual está al servicio de la narrativa, nunca como mero espectáculo.

Jared Harris compone un Legasov que recuerda a los científicos atormentados del cine de ciencia ficción de los 50, pero despojado de cualquier grandilocuencia. Su interpretación se construye desde la contención, como los mejores trabajos de Spencer Tracy.

El problema de la memoria colectiva

El problema fundamental radica en la velocidad de consumo contemporánea. Las audiencias, bombardeadas constantemente con nuevos estrenos, tienden a olvidar rápidamente incluso las obras más meritorias.

Una miniserie que hace cinco años pudo generar conversación y reconocimiento crítico, hoy permanece enterrada bajo capas de contenido más reciente, independientemente de su calidad intrínseca.

Esta dinámica resulta particularmente frustrante para quienes valoramos la permanencia en el arte audiovisual. Las grandes películas de Kurosawa o Bergman no pierden vigencia con el paso del tiempo; al contrario, revelan nuevas capas de significado con cada visionado.

La fidelidad literaria como virtud

«Sharp Objects» (2018) demuestra cómo la miniserie permite una fidelidad al texto original que recuerda a las mejores adaptaciones cinematográficas de la historia del cine.

Amy Adams construye su Camille como una heroína gótica sureña que evoca tanto a las protagonistas de Tennessee Williams como a las mujeres atormentadas del cine negro. Su interpretación se articula a través de la autolesión como lenguaje corporal, una metáfora visual de una potencia perturbadora.

La dirección de Jean-Marc Vallée emplea la música diegética como elemento narrativo, recordando el uso magistral del sonido en las películas de Robert Altman. Cada canción comenta la acción sin subrayarla groseramente.

El imperativo del rescate cultural

Rescatar estas obras del olvido no es mero ejercicio nostálgico, sino una necesidad cultural urgente. En una época donde la mediocridad se disfraza de innovación, resulta esencial recordar que la excelencia artística trasciende las modas.

Como espectador que ha dedicado décadas a estudiar el arte audiovisual, considero que el redescubrimiento de estas miniseries constituye una de las experiencias más gratificantes del panorama televisivo actual.

Cada una representa una lección magistral sobre las posibilidades expresivas del medio, un recordatorio de que la televisión, cuando se aborda con ambición artística, puede alcanzar las mismas cotas de excelencia que el mejor cine de autor.

En tiempos de sobreproducción y ruido mediático, estas joyas olvidadas brillan con luz propia, esperando pacientemente a ser redescubiertas por nuevas generaciones de espectadores que valoren la verdadera calidad por encima de las modas pasajeras.


Cinéfilo empedernido, coleccionista de vinilos de bandas sonoras y defensor de la sala de cine como templo cultural. Llevo más de una década escribiendo sobre cine clásico, directores de culto y el arte de la narrativa visual. Creo que no hay nada como un plano secuencia bien ejecutado y que el cine perdió algo cuando dejó de oler a celuloide.

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