Tarantino CONFIESA cuál es su obra maestra (y NO es la que piensas)

Explora la filmografía de Quentin Tarantino: de la película del destino ‘Kill Bill’ a su obra maestra ‘Malditos bastardos’. Un viaje único en el cine.

✍🏻 Por Tomas Velarde

agosto 20, 2025

• Tarantino distingue entre tres conceptos fundamentales: la película que nació para hacer («Kill Bill»), su obra maestra («Malditos bastardos») y su filme favorito («Érase una vez en Hollywood»).

• Esta reflexión demuestra una madurez artística poco común en el cine contemporáneo, recordando a las distinciones que hacían los grandes maestros del pasado.

• La capacidad del director para analizar su propia obra con tal lucidez ofrece una lección magistral sobre la naturaleza del proceso creativo cinematográfico.

Pocas veces en la historia del cine un realizador ha logrado construir un universo tan reconocible como Quentin Tarantino. Cada plano, cada diálogo, cada elección musical lleva su firma inconfundible. Pero, ¿cómo contempla el propio maestro su obra?

En una reveladora conversación para el podcast «The Church of Tarantino», el cineasta estadounidense ha ofrecido una perspectiva íntima sobre su filmografía que me recuerda a las reflexiones de Hitchcock sobre sus propias películas. Como el maestro del suspense, Tarantino establece distinciones que van más allá del éxito comercial.

La película del destino: «Kill Bill»

Cuando Tarantino afirma que «Kill Bill es la película que nací para hacer», está hablando de algo que trasciende las preferencias estéticas. Esta declaración revela una conexión visceral con un proyecto que parecía destinado a materializarse únicamente a través de su visión.

«Kill Bill» representa la síntesis perfecta del universo tarantiniano. La estructura narrativa fragmentada, el homenaje al cine de género asiático —especialmente a los filmes de Shaw Brothers que tanto admiro—, y esa violencia coreografiada como ballet convergen en una obra que sólo podría haber surgido de su imaginación.

El filme funciona como un compendio de obsesiones cinematográficas: desde los westerns spaghetti hasta el cine de artes marciales de los setenta. Es Tarantino en estado puro, sin concesiones. La secuencia de la Casa de las Hojas Azules, por ejemplo, es pura mise-en-scène al servicio de la narrativa.

La obra maestra: «Malditos bastardos»

La distinción entre la película que «nació para hacer» y su «obra maestra» resulta fascinante. «Malditos bastardos» representa, según su criterio, el punto álgido de su madurez artística, y no puedo sino estar de acuerdo.

Esta elección tiene fundamento sólido. La película demuestra un dominio absoluto del lenguaje cinematográfico. La secuencia del bar es una lección magistral de cómo crear suspense sin artificios visuales, apoyándose únicamente en la palabra, el gesto y el encuadre. Christoph Waltz, en su interpretación del coronel Landa, nos regala momentos de tensión que recuerdan a los mejores thrillers de los años cuarenta.

La película marca un punto de inflexión donde la madurez narrativa se combina con una ambición temática mayor. Su primera incursión seria en el drama histórico exige una precisión diferente a sus trabajos anteriores, y la supera con creces.

La favorita personal: «Érase una vez en Hollywood»

Que «Érase una vez en Hollywood» sea su película favorita habla de un Tarantino en momento de reflexión. Esta obra representa una mirada nostálgica hacia la época dorada del cine, algo que comprendo profundamente como admirador de aquel Hollywood clásico.

La película funciona como una carta de amor al Hollywood de los sesenta, pero también como ejercicio de introspección. Tarantino parece reconciliarse con sus obsesiones, creando una obra más pausada y contemplativa. Los largos planos de Leonardo DiCaprio en el plató nos recuerdan que el cine también puede ser meditación.

La elección de este filme como favorito personal sugiere una evolución en la sensibilidad del director. Ha encontrado en la nostalgia un territorio creativo tan fértil como la violencia estilizada de sus primeras obras.

El peso de la distinción

La capacidad de Tarantino para establecer estas distinciones revela una conciencia artística poco común. Como los grandes autores del pasado —pienso en Bergman distinguiendo entre sus «películas de cámara» y sus obras más ambiciosas—, entiende que cada obra cumple una función diferente dentro de su corpus.

Esta reflexión me recuerda a Kurosawa, quien también mantenía una relación compleja con sus propios filmes. El valor artístico no siempre coincide con la satisfacción personal, algo que cualquier cinéfilo riguroso comprende al analizar la filmografía de los grandes maestros.

Una lección de autor

Las palabras de Tarantino ofrecen una lección valiosa sobre la naturaleza del proceso creativo. En una época donde el cine parece condicionado por las demandas del mercado, resulta reconfortante escuchar a un director que mantiene una perspectiva tan personal sobre su trabajo.

Sus distinciones entre destino creativo, excelencia artística y satisfacción personal nos recuerdan que el verdadero cine de autor surge cuando el realizador logra establecer un diálogo honesto consigo mismo. Esta reflexión nos invita a reconsiderar su filmografía con mirada renovada, entendiendo que cada obra representa una faceta diferente de uno de los talentos más singulares del cine contemporáneo.


Cinéfilo empedernido, coleccionista de vinilos de bandas sonoras y defensor de la sala de cine como templo cultural. Llevo más de una década escribiendo sobre cine clásico, directores de culto y el arte de la narrativa visual. Creo que no hay nada como un plano secuencia bien ejecutado y que el cine perdió algo cuando dejó de oler a celuloide.

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