Hay algo fascinante en la forma en que las franquicias de ciencia ficción navegan por el tiempo. Mientras otras sagas se enredan en líneas temporales complejas que requieren diagramas para entenderlas, Dan Trachtenberg ha tomado una decisión que me recuerda a los mejores momentos de la ciencia ficción: saltar tan lejos en el futuro que la continuidad se convierte en arqueología.
En una época donde cada película parece requerir haber visto las anteriores diecisiete entregas, la propuesta de Predator: Badlands suena casi revolucionaria en su simplicidad. Como alguien que ha pausado Arrival para anotar frases sobre el tiempo y la comunicación, encuentro refrescante esta aproximación que prioriza la experiencia pura sobre la obligación del conocimiento previo.
• Predator: Badlands se sitúa tan lejos en el futuro que funciona como una obra completamente independiente, liberando al espectador de la necesidad de conocer toda la continuidad previa.
• Dan Trachtenberg busca evitar que el cine se convierta en «deberes», priorizando la experiencia cinematográfica pura sobre el conocimiento enciclopédico de la franquicia.
• La película representa un enfoque refrescante en una era donde las sagas tienden a complicarse excesivamente con conexiones y referencias cruzadas.
El Arte de Saltar al Futuro
Dan Trachtenberg ha encontrado una solución elegante a uno de los problemas más persistentes del cine de franquicias moderno. Al situar Predator: Badlands en un futuro lejano, ha creado lo que podríamos llamar un «reset temporal» que mantiene la esencia del universo mientras elimina el peso de décadas de continuidad.
Esta decisión me recuerda a los mejores momentos de Blade Runner 2049, donde Denis Villeneuve logró crear una secuela que honraba el original sin convertirse en su esclava. Trachtenberg parece entender algo fundamental: la ciencia ficción funciona mejor cuando nos permite imaginar, no cuando nos obliga a memorizar.
La elección de Elle Fanning como Thia, un sintético de Weyland-Yutani, añade otra capa de intriga. Los androides en este universo siempre han sido espejos de nuestra humanidad, desde Ash hasta David. ¿Qué nos dirá sobre nosotros un sintético cazando o siendo cazado por un Predator en un futuro tan distante?
La Liberación de los Deberes Cinematográficos
«No estamos intentando encajarlo a la fuerza», dice Trachtenberg, y en esa frase hay una sabiduría que trasciende el cine de género. En una era donde cada película parece requerir un doctorado en wikis de fandom, esta aproximación suena casi subversiva.
El cine debería expandir nuestra mente, no convertirse en un examen de conocimientos previos. La referencia a que todo lo anterior «habría pasado antes de nuestra película» es brillante en su simplicidad.
Es como si Trachtenberg hubiera tomado toda la mitología existente y la hubiera convertido en historia antigua, en leyendas que pueden o no ser ciertas, pero que no determinan la experiencia presente.
El Universo Compartido Sin Ataduras
Que Predator: Badlands exista en el mismo universo que Alien: Romulus y Alien: Earth sin estar directamente conectado es un ejemplo perfecto de cómo debería funcionar un universo compartido. Es como contemplar constelaciones: sabemos que las estrellas están relacionadas por la gravedad y el espacio, pero cada una brilla con luz propia.
Esta aproximación me recuerda a los mejores momentos de Star Trek, donde cada serie podía funcionar independientemente mientras contribuía a un tapiz más grande. No necesitabas haber visto The Original Series para disfrutar de The Next Generation.
El futuro lejano como escenario también abre posibilidades narrativas fascinantes. ¿Cómo ha evolucionado la tecnología humana? ¿Qué nuevas formas de caza han desarrollado los Predators? ¿Cómo se relacionan los sintéticos con ambas especies después de siglos de desarrollo?
La Esencia Sobre la Continuidad
Lo que Trachtenberg parece entender es algo que los mejores creadores de ciencia ficción han sabido siempre: la continuidad sirve a la historia, no al revés. La mejor ciencia ficción resuena por su verdad emocional, no por su precisión enciclopédica.
Predator: Badlands promete esa pureza de propósito. Al liberarse de las ataduras de la continuidad compleja, puede centrarse en lo que realmente importa: qué nos dice sobre la supervivencia, la evolución, y nuestra relación con lo desconocido.
La ciencia ficción siempre ha sido un espejo de nuestros miedos y esperanzas contemporáneos, disfrazados de futuro. Un Predator cazando en un futuro lejano no es solo entretenimiento; es una reflexión sobre la naturaleza depredadora, la supervivencia, y quizás sobre qué significa ser humano cuando la humanidad misma ha evolucionado.
En un panorama cinematográfico saturado de referencias cruzadas y líneas temporales complejas, Predator: Badlands emerge como un recordatorio de que la mejor ciencia ficción no necesita explicar cada detalle de su universo para ser efectiva.
Trachtenberg ha elegido el camino menos transitado: confiar en que una buena historia, bien contada, puede sostenerse por sí misma. En una era de «deberes cinematográficos», esa confianza en la narrativa pura se siente casi revolucionaria.
Quizás, al final, la caza más importante no sea la del Predator, sino la nuestra: la búsqueda de historias que nos transporten sin condiciones previas, que nos hagan pensar sin examinarnos primero.