• «It: Welcome to Derry» retrasa la aparición de Pennywise hasta el quinto episodio, priorizando la construcción atmosférica sobre la gratificación inmediata.
• Esta decisión narrativa demuestra una comprensión madura del terror como herramienta de reflexión social, no solo como entretenimiento superficial.
• La serie funciona como un estudio sobre cómo el mal se infiltra en las comunidades, recordando a las mejores distopías del género.
Hay algo fascinante en cómo el terror más efectivo no es el que se muestra, sino el que se sugiere. En una época donde el entretenimiento tiende a revelarlo todo en los primeros minutos, «It: Welcome to Derry» ha tomado una decisión que algunos consideran arriesgada: mantener a Pennywise en las sombras durante cuatro episodios completos.
Es una apuesta que me recuerda a los grandes maestros del suspense, esos que entendían que la anticipación puede ser más poderosa que la revelación. Como en «Arrival», donde cada información se dosifica con precisión quirúrgica, aquí cada pista construye un mosaico de terror que solo cobra sentido cuando todas las piezas encajan.
La serie nos transporta a 1962, a los orígenes del mal que habita en Derry, pero lo hace con la paciencia de quien sabe que las mejores historias se construyen capa a capa. Los productores Andy y Barbara Muschietti han optado por tratar a Pennywise como un elemento impredecible, explorando las múltiples formas que puede adoptar la entidad conocida como «Eso».
La Paciencia Como Herramienta Narrativa
En un panorama audiovisual saturado de gratificación inmediata, «It: Welcome to Derry» se atreve a ser una obra de combustión lenta. Los primeros episodios funcionan como un ritual de invocación: cada pista, cada sombra, cada globo rojo que aparece en el cuarto episodio, son elementos de un conjuro mayor que se está gestando.
Esta aproximación desafía las expectativas del público contemporáneo. Vivimos en una era donde el algoritmo premia la inmediatez, donde cada segundo debe justificar su existencia con un impacto visual o emocional. Sin embargo, los Muschietti han elegido el camino menos transitado: confiar en que la audiencia está dispuesta a esperar.
La fotografía en sombras del tercer episodio no es casualidad. Es una declaración de intenciones que me recuerda a las distopías más efectivas: aquellas que no se contentan con mostrarnos el horror, sino que nos ayudan a entender cómo llegamos hasta él.
El Arte de la Transformación
Lo que más me fascina de esta estrategia es cómo explora la naturaleza cambiante de «Eso». La entidad no es simplemente Pennywise; es algo mucho más primordial y proteico. Al mostrar otras formas antes de revelar al payaso, la serie nos recuerda que estamos ante una fuerza que trasciende cualquier manifestación específica.
Cuando finalmente Pennywise emerge de la transformación de Matty en el quinto episodio, el momento adquiere un peso narrativo que habría sido imposible conseguir con una aparición temprana. Es como si hubiéramos estado observando las ondas en el agua antes de ver la piedra que las causó.
Esta decisión creativa habla de una comprensión madura del medio televisivo. A diferencia del cine, donde el tiempo es limitado, la televisión permite respirar, expandirse, crear ecosistemas narrativos complejos donde los personajes pueden existir más allá de su función en la trama principal.
Más Allá del Monstruo
Los productores han mencionado la importancia de tratar a Pennywise como un personaje impredecible, y creo que ahí reside la clave de su éxito. No es solo un antagonista; es una manifestación de algo más profundo sobre la naturaleza del mal y cómo se infiltra en las comunidades.
Al dedicar tiempo a desarrollar a los nuevos personajes y sus historias personales, la serie construye un tejido social que hace que la posterior aparición del mal sea más devastadora. No estamos viendo simplemente a un monstruo atacar a víctimas anónimas; estamos presenciando cómo una fuerza antigua y malévola se infiltra en vidas que hemos llegado a conocer.
Esta aproximación me recuerda a «Blade Runner» o «Her»: obras que no se contentan con el espectáculo superficial, sino que exploran qué significa ser humano cuando nos enfrentamos a fuerzas que no comprendemos completamente.
«It: Welcome to Derry» no es solo una serie de terror; es un estudio sobre cómo el mal echa raíces en lo cotidiano. Como las mejores distopías, nos muestra que el verdadero horror no reside en el monstruo, sino en nuestra incapacidad para reconocer las señales hasta que es demasiado tarde.
Al final, la decisión de retrasar la aparición de Pennywise no es solo una estrategia narrativa; es una declaración sobre qué tipo de historia quieren contar. En un mundo donde todo se consume rápidamente y se olvida igual de rápido, apostar por la paciencia es casi un acto revolucionario.
La serie nos recuerda que en el arte del terror, como en la vida misma, las cosas más poderosas son aquellas que se revelan cuando estamos verdaderamente preparados para recibirlas. Y quizás esa espera hace que el encuentro final sea mucho más significativo de lo que jamás podríamos haber imaginado.

