• Matthew Lillard rompe una racha de quince años sin hacer audiciones para interpretar al multimillonario Lance Durand en la segunda temporada de Cross, demostrando que la reinvención artística no tiene fecha de caducidad.
• Su decisión refleja algo fascinante sobre la naturaleza humana: cómo incluso en el éxito, necesitamos desafíos que nos devuelvan a lo esencial, como si fuésemos exploradores espaciales que necesitan recordar por qué empezaron a mirar las estrellas.
• Cross representa ese tipo de thriller psicológico que, como las mejores distopías, nos obliga a enfrentarnos con los rincones más oscuros de nuestra propia naturaleza.
Existe algo profundamente humano en los momentos en los que decidimos romper nuestras propias reglas. Matthew Lillard acaba de hacer algo que no había hecho en década y media: presentarse a una audición.
No es que hubiera dejado de trabajar. Su carrera ha florecido como una civilización que encuentra nuevos planetas que colonizar. Pero había llegado a ese punto cómodo donde los papeles llegaban a él, no al revés.
Esta decisión me recuerda a esos momentos en Blade Runner donde los replicantes cuestionan su propia existencia. Lillard podría haberse quedado en su zona de confort, pero eligió la vulnerabilidad. Y lo hizo por Cross, una serie que promete explorar esos territorios grises donde la justicia y la venganza se difuminan como las fronteras entre lo humano y lo artificial.
El regreso a lo esencial
Cuando Ben Watkins, showrunner de Cross, reveló que quería a Lillard para el papel del multimillonario Lance Durand, la respuesta del actor fue reveladora: «¿Qué? No he hecho una audición en quince años».
Esa sorpresa inicial dice mucho sobre cómo funciona Hollywood para los actores establecidos. Es como si hubieran alcanzado un nivel de civilización donde ya no necesitan explorar nuevos mundos.
Durante estos años, Lillard había construido una carrera sólida sin necesidad de pasar por el ritual de la audición. Desde Scooby-Doo hasta Five Nights at Freddy’s, su nombre se había convertido en sinónimo de versatilidad.
Pero algo en Cross le hizo reconsiderar. Quizás fue la misma fuerza que impulsa a los protagonistas de las mejores historias de ciencia ficción: la curiosidad por lo desconocido.
La serie, protagonizada por Aldis Hodge como Alex Cross, se adentra en el universo creado por James Patterson. No es sólo otro thriller policiaco; es una exploración de cómo la violencia y el trauma moldean tanto a los investigadores como a los criminales que persiguen.
Más allá de las etiquetas
Watkins destacó algo crucial sobre Lillard: «Aunque mucha gente le asocia con papeles más divertidos, tiene un gran rango interpretativo».
Esta observación toca uno de los dilemas más fascinantes del entretenimiento contemporáneo: cómo los actores luchan contra las etiquetas que el público les impone. Es como si fuesen androides programados para una función específica, luchando por demostrar que pueden ser más.
Lillard ha navegado esta tensión durante décadas. Su trabajo en películas como The Descendants mostró una profundidad dramática que contrastaba con su imagen más conocida.
Ahora, en Cross, tiene la oportunidad de explorar nuevos matices. El personaje de Lance Durand promete ser complejo, como esos villanos de la ciencia ficción que no son malvados por naturaleza, sino productos de un sistema corrupto.
Los multimillonarios en los thrillers raramente son simples benefactores. Suelen ser arquitectos de conspiraciones más amplias, reflejos de nuestras ansiedades sobre el poder y la corrupción. Como los magnates corporativos de Blade Runner o los oligarcas de Elysium.
El momento perfecto
La decisión de Lillard llega en un momento particularmente interesante de su carrera. Tras las recientes críticas, que fueron contrarrestadas por el apoyo de figuras como James Gunn, el actor parece estar en una fase de redefinición.
Sus próximos proyectos incluyen Daredevil: Born Again y Scream 7, además de su continuidad en la franquicia Five Nights at Freddy’s. Es un portfolio que habla de un actor que no teme la diversidad.
Cross, con su 76% en Rotten Tomatoes, representa algo más que otro trabajo. Es una oportunidad de demostrar que la reinvención es posible, que un actor puede sorprender incluso después de décadas en el negocio.
Como esos personajes de Star Trek que descubren nuevas facetas de sí mismos en cada misión, Lillard entiende que el crecimiento artístico nunca termina.
La audición como acto de fe
Hay algo casi poético en la imagen de Lillard preparándose para una audición después de quince años. Es un recordatorio de que, independientemente del éxito alcanzado, el arte sigue requiriendo humildad y disposición al riesgo.
Me recuerda a esos momentos en Arrival donde la protagonista debe enfrentarse a lo desconocido sin garantías. La audición es, en esencia, un acto de fe en el propio talento y en la posibilidad de sorprender.
La segunda temporada de Cross, que se estrena el 11 de febrero en Prime Video, promete profundizar en las complejidades morales que hacen fascinante al personaje de Patterson.
Con Lillard en el reparto, la serie gana una dimensión adicional de imprevisibilidad. Como cuando un actor conocido por la comedia se adentra en territorios más oscuros, el resultado puede ser revelador.
La decisión de Matthew Lillard de volver a audicionar después de quince años es más que una anécdota de Hollywood; es una declaración de principios sobre la naturaleza del crecimiento artístico.
En una industria obsesionada con las fórmulas y la previsibilidad, su gesto nos recuerda que los mejores momentos del entretenimiento surgen cuando los artistas se atreven a salir de su zona de confort.
Quizás ésa sea la lección más valiosa: que el verdadero éxito no reside en alcanzar un punto donde ya no necesites demostrar nada, sino en mantener viva la curiosidad que te llevó hasta ahí.
Como los mejores exploradores del espacio, Lillard entiende que siempre hay nuevos mundos por descubrir. Y nosotros seremos los beneficiarios de esa comprensión cuando Cross regrese a nuestras pantallas.

