• The Conjuring: Last Rites desperdicia la oportunidad de crear un final verdaderamente impactante al no atreverse a matar al protagonista Ed Warren.
• La película opta por un desenlace convencional y complaciente cuando tenía todos los elementos narrativos para algo más audaz y cinematográficamente superior.
• Este enfoque conservador refleja la tendencia actual del cine comercial de terror a priorizar la continuidad de franquicia sobre la integridad artística.
The Conjuring: Last Rites y el Arte del Final Desperdiciado
El cine de terror contemporáneo se encuentra en una encrucijada fascinante. Mientras las grandes franquicias buscan perpetuarse indefinidamente, pocas veces se atreven a tomar las decisiones narrativas audaces que podrían elevar sus obras del mero entretenimiento al territorio del arte cinematográfico.
The Conjuring, esa saga que ha sabido mantener cierta dignidad dentro del panorama del horror comercial, acaba de estrenar lo que podría ser su capítulo más definitivo. Sin embargo, ha optado por el camino seguro cuando tenía ante sí la oportunidad de crear algo verdaderamente memorable.
La diferencia entre un final satisfactorio y uno extraordinario reside, como bien sabían los maestros del suspense clásico, en la valentía para sacrificar la comodidad del espectador en favor de la coherencia dramática. Hitchcock lo entendía cuando nos dejaba con la inquietante sonrisa de Norman Bates; Kubrick lo sabía cuando nos sumergía en la locura irreversible de Jack Torrance.
Una Propuesta Sólida con Resolución Tibia
Michael Chaves regresa a la dirección de esta nueva entrega, estrenada el pasado 5 de septiembre, con una propuesta que sobre el papel prometía ser el cierre definitivo de la saga de Ed y Lorraine Warren. La película nos presenta la última investigación paranormal de la pareja, enfrentándose a un demonio que ha acechado a su familia durante más de dos décadas.
La trama, basada en una versión dramatizada del caso de la familia Smurl, construye su tensión en torno a un demonio del espejo que representa la amenaza más personal y directa que han enfrentado los Warren. Hasta aquí, el planteamiento resulta sólido y promete esa escalada dramática que todo buen relato de terror debe ofrecer.
Sin embargo, es en la resolución donde la película revela su mayor debilidad: la falta de coraje narrativo. El film concluye con una boda y una visión pacífica para los Warren, un final que, si bien puede resultar emotivo para el espectador casual, carece de la fuerza dramática que la propia película había estado construyendo.
La Oportunidad Perdida
Lo más frustrante de este desenlace es que todos los elementos para un final superior estaban perfectamente dispuestos. El estado cardíaco debilitado de Ed Warren, establecido en entregas anteriores, funcionaba como el dispositivo narrativo perfecto: una vulnerabilidad física que el demonio podría explotar para demostrar su poder sobrenatural.
Como espectador que ha seguido la evolución de esta franquicia desde sus inicios, no puedo evitar pensar en las posibilidades que se han desaprovechado. Imagínese la potencia dramática de ver a Ed Warren, ese hombre que ha dedicado su vida a proteger a otros de las fuerzas del mal, sucumbir finalmente ante el enemigo más poderoso al que se ha enfrentado.
Un final así habría servido múltiples propósitos narrativos. Habría demostrado de manera inequívoca el poder excepcional de este demonio particular, estableciéndolo como una amenaza genuinamente formidable. Además, habría proporcionado la motivación perfecta para que Judy y Tony continuaran las investigaciones paranormales, creando un legado natural para futuras entregas.
El Peso de la Tradición
Cuando observo esta decisión desde la perspectiva de la historia del cine, no puedo evitar recordar cómo los grandes maestros del género nunca temieron desafiar las expectativas del público. Bergman no dudó en sumergirnos en la desesperación existencial; Kurosawa sabía que la tragedia podía ser más poderosa que la victoria fácil.
La muerte de Ed Warren habría funcionado como un momento de catarsis genuina, ese tipo de resolución que permanece en la memoria del espectador mucho después de abandonar la sala. Habría sido una gran despedida para el personaje, incluso si no se alinea exactamente con lo que le ocurrió al Ed Warren real en la vida posterior.
El Dilema Comercial
Esta decisión conservadora refleja un problema más amplio en el cine de terror comercial actual. La obsesión por mantener abiertas las posibilidades de secuela a menudo compromete la integridad narrativa de la obra individual.
Es como si los estudios hubieran olvidado que las grandes franquicias se construyen sobre películas individualmente excepcionales, no sobre finales calculadamente abiertos. El éxito comercial de Last Rites podría interpretarse como una validación de esta estrategia, pero desde una perspectiva puramente cinematográfica, el triunfo económico no compensa la oportunidad artística perdida.
La Herencia de una Decisión
Lo que resulta particularmente desalentador es que esta elección no solo afecta a Last Rites como obra individual, sino que establece un precedente para el futuro de la franquicia. Al optar por la seguridad emocional sobre la audacia narrativa, la película envía el mensaje de que incluso en sus momentos más cruciales, The Conjuring no está dispuesta a arriesgar verdaderamente.
Esta aproximación timorata contrasta marcadamente con los mejores momentos de la saga, aquellos en los que la tensión genuina y el peligro real creaban esa atmósfera de inquietud que distingue al buen cine de terror del mero espectáculo.
The Conjuring: Last Rites permanecerá en la memoria como una película que tuvo todos los ingredientes para la grandeza pero eligió la mediocridad de lo seguro. En una época en la que el cine de terror comercial lucha por encontrar su identidad entre las demandas del mercado y las exigencias del arte, esta película representa una oportunidad perdida.
No es que sea una mala película; es algo peor: es una película que pudo haber sido extraordinaria. La verdadera tragedia no reside en lo que vemos en pantalla, sino en lo que podríamos haber visto. En esa versión alternativa donde el coraje narrativo prevalece sobre el cálculo comercial, donde Ed Warren encuentra su final heroico y trágico.
Esa película existe solo en el reino de las posibilidades perdidas, y eso, queridos lectores, es el verdadero horror de Last Rites.