La industria en modo miedo por el clima político: menos riesgo, menos verdad

No es solo Netflix ni los documentales: el clima político empuja a la autocensura. Miedo a boicots y costes legales apagan historias incómodas y necesarias.

✍🏻 Por Lucas Ferrer

septiembre 29, 2025

• Los profesionales del cine alertan en el Festival de Zúrich de que el clima político hostil está amenazando la libertad creativa y la distribución de documentales comprometidos.

• Las plataformas de streaming priorizan contenido histórico y true crime frente a obras con matices políticos complejos, cambiando las reglas del juego documental.

• Mi opinión: Esta autocensura por miedo al riesgo económico está empobreciendo el panorama cinematográfico justo cuando más necesitamos voces valientes.

¿Te has preguntado alguna vez por qué ciertos documentales nunca llegan a nuestras pantallas? Detrás de cada película que no vemos hay una historia de números, riesgos calculados y decisiones empresariales que van mucho más allá de la calidad artística.

En un mundo donde las cifras de taquilla y las métricas de streaming dictan qué historias merecen ser contadas, el panorama se está volviendo especialmente complicado para aquellos cineastas que se atreven a abordar temas políticamente sensibles.

Los datos no mienten: estamos viviendo una época donde la industria cinematográfica se enfrenta a presiones políticas sin precedentes. Y esto se está traduciendo en decisiones de producción y distribución cada vez más conservadoras.

Un clima hostil que se traduce en números rojos

Durante el reciente Festival de Cine de Zúrich, varios profesionales de la industria pusieron sobre la mesa una realidad incómoda. El cine, el periodismo y la libertad de expresión están bajo una presión política creciente que afecta directamente a la viabilidad económica de ciertos proyectos.

Kathleen Fournier, productora de un documental sobre Julian Assange, compartió una experiencia reveladora. Su equipo se vio obligado a trasladar la producción a Berlín por temor a que las autoridades confiscaran el material grabado.

Esta no es solo una anécdota aislada; es un síntoma de cómo el miedo legal está influyendo en las decisiones de producción. Y cuando el miedo entra en juego, los números se resienten.

Lo que me resulta especialmente revelador es cómo las plataformas de streaming están moldeando este panorama. Fournier explicó que estas plataformas han transformado radicalmente el paisaje documental, pero no necesariamente para mejor.

Ahora favorecen contenido histórico o de true crime frente a películas con matices políticos complejos. Es una decisión puramente comercial, pero con consecuencias culturales enormes.

Los números detrás del miedo

Stephen Follows fue especialmente directo en su diagnóstico: «La industria cinematográfica es fundamentalmente, como negocio y como ecosistema, reacia al riesgo, asustadiza y cobarde».

Y tiene razón. Cuando analizas los datos de financiación y distribución, queda claro que los proyectos políticamente controvertidos enfrentan obstáculos económicos significativos.

Los documentales con contenido político están encontrando cada vez más dificultades para conseguir distribución. No porque no haya audiencia para ellos, sino porque las empresas temen las posibles repercusiones.

Es un cálculo puramente económico: ¿vale la pena arriesgar millones en un proyecto que podría generar controversia? Para muchos ejecutivos, la respuesta es un rotundo no.

Nathanaël Karmitz añadió otra pieza clave al puzzle al señalar el creciente dominio de las voces de extrema derecha en las redes sociales. Este fenómeno no es solo político; tiene implicaciones directas en la taquilla.

Cuando ciertos sectores pueden movilizar campañas de boicot masivas a través de plataformas digitales, los estudios lo piensan dos veces antes de apostar por contenido que pueda despertar su ira.

El streaming: ¿salvador o verdugo?

Aquí es donde la cosa se pone interesante desde el punto de vista de los números. Las plataformas de streaming han democratizado la distribución en muchos aspectos, pero también han creado nuevas formas de censura económica.

Sus algoritmos y políticas de contenido están definiendo qué historias se cuentan y cuáles no. Y sus métricas son muy específicas: buscan contenido que genere engagement sin controversia.

Los documentales históricos y de true crime son seguros. Generan audiencia, no molestan a gobiernos y raramente provocan boicots. Es la fórmula perfecta para mantener contentos a los accionistas.

Pero los documentales que abordan temas políticos contemporáneos son una apuesta arriesgada que muchas plataformas prefieren evitar. Es comprensible desde el punto de vista comercial, pero empobrecedor desde el cultural.

La protección como inversión

Fournier hizo hincapié en algo crucial: «Realmente necesitamos un mecanismo para proteger a los periodistas». Desde mi perspectiva, esto no es solo una cuestión ética, sino económica.

Cuando los periodistas y documentalistas no pueden trabajar con seguridad, toda la industria se resiente. La falta de protección legal se traduce en costes adicionales de producción, seguros más caros, y en muchos casos, proyectos que simplemente no se realizan.

Es un coste oculto que la industria está pagando y que raramente aparece en los análisis financieros tradicionales. Pero está ahí, influyendo en cada decisión de producción.

El equilibrio entre rentabilidad y valentía

A pesar del panorama sombrío, David Unger aportó una nota de optimismo recordando que históricamente, películas controvertidas han acabado siendo aceptadas con el tiempo.

Es cierto, pero el problema es que en el mercado actual, muchas de esas películas podrían no llegar nunca a realizarse. Y eso es lo que más me preocupa.

La industria necesita encontrar un equilibrio entre la viabilidad comercial y la valentía narrativa. No se trata de hacer cine panfletario, sino de mantener espacios para historias que desafíen, que incomoden, que hagan pensar.

Los datos muestran que existe audiencia para este tipo de contenido. Pero hace falta valor empresarial para apostar por él. Y ahí es donde la industria está fallando.


Estamos en un momento crucial para el cine documental y, por extensión, para toda la industria audiovisual. Las decisiones que se tomen ahora sobre qué proyectos financiar y distribuir definirán el panorama cultural de los próximos años.

Como alguien que lleva años analizando los números detrás del éxito y fracaso cinematográfico, puedo decir que raramente había visto una correlación tan directa entre el clima político y las decisiones comerciales de la industria.

El desafío no es solo artístico o ético; es fundamentalmente económico. ¿Cómo puede la industria mantener su rentabilidad mientras preserva espacios para la diversidad narrativa y el pensamiento crítico?

La respuesta a esta pregunta determinará no solo qué películas veremos en los próximos años, sino qué tipo de sociedad seremos. Y eso, créeme, es una cifra que merece toda nuestra atención.


Apasionado por los números que cuentan historias, llevo más de 12 años desentrañando qué hay detrás del éxito (o fracaso) en taquilla. Para mí, cada cifra es un reflejo del público y la industria, y me encanta traducir esos datos en análisis claros y sorprendentes.

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