• James Gunn reveló que estuvo a punto de hacer que Emilia Harcourt fuese poseída por la reina Mariposa en el final de la primera temporada de Peacemaker.
• Esta decisión habría sido un error narrativo que habría comprometido uno de los pilares emocionales más sólidos de la serie.
• La elección de mantener a Harcourt como humana demuestra la madurez creativa de Gunn, que ya mostró en Guardianes al equilibrar lo extraordinario con lo terrenal.
¿Alguna vez habéis pensado en cómo una sola decisión creativa puede cambiar por completo el rumbo de vuestra serie favorita? Es algo que me fascina del proceso creativo, especialmente cuando hablamos de James Gunn, un director que ha demostrado tener un instinto narrativo excepcional tanto en Marvel como ahora en DC.
Recientemente, Gunn ha desvelado uno de esos secretos de producción que hacen que los fans de DC nos replanteemos todo lo que creíamos saber sobre Peacemaker. Durante la planificación de la primera temporada, el director barajó seriamente la posibilidad de que Emilia Harcourt, interpretada por Jennifer Holland, acabase poseída por Goff, la reina de las Mariposas.
Esta revelación me ha hecho reflexionar sobre lo que realmente funciona en Peacemaker. La serie de Gunn logra algo que pocas adaptaciones de DC han conseguido: crear un equilibrio perfecto entre lo absurdo y lo emotivo. Y gran parte de ese equilibrio reside en personajes como Harcourt.
Imaginaos por un momento ese escenario alternativo. Peacemaker, con toda su complejidad emocional y su búsqueda de redención, enfrentándose al dilema de que su compañera más leal hubiera sido comprometida por el enemigo. Sobre el papel suena intrigante, pero habría destruido una de las dinámicas más puras de la serie.
Lo que hace especial a Harcourt es precisamente lo que Jennifer Holland expresó tras conocer esta revelación: «Ahora mismo disfruto mucho interpretando a un ser humano en un mundo de superhéroes». Esta frase encapsula perfectamente por qué la decisión de Gunn fue acertada.
En el universo DC, especialmente en sus adaptaciones cinematográficas, hemos visto cómo es fácil perderse entre amenazas cósmicas y poderes divinos. Desde las visiones apocalípticas de Snyder hasta las reflexiones existenciales de Nolan, el cine DC siempre ha tendido hacia lo grandilocuente. Gunn, sin embargo, ha encontrado su propio camino.
Su enfoque recuerda a lo mejor de los cómics de DC de los años 80 y 90, cuando escritores como John Ostrander en Suicide Squad sabían que los mejores momentos surgían de la humanidad de los personajes, no de sus poderes. Harcourt funciona como ese ancla emocional que necesita cualquier historia de superhéroes.
La relación entre Peacemaker y Harcourt es uno de esos elementos que Gunn construye con la misma maestría que demostró con Rocket y Groot en Guardianes de la Galaxia. Son conexiones que no necesitan explicación cósmica ni origen traumático; simplemente funcionan porque están construidas sobre respeto mutuo y comprensión.
Si Harcourt hubiera sido comprometida por las Mariposas, esa química se habría perdido, al menos temporalmente. Y conociendo el estilo de Gunn, probablemente habríamos tenido una resolución emotiva, pero el daño narrativo ya estaría hecho.
Esta decisión creativa no tomada también nos dice mucho sobre la evolución de Gunn como narrador. El director ha aprendido a resistir la tentación de los giros por el simple hecho de sorprender. Es una lección que otros creadores de contenido de superhéroes deberían tomar nota.
Mirando hacia la segunda temporada, que llegará el 21 de agosto a HBO Max, es reconfortante saber que Gunn tiene claro qué elementos de su serie funcionan y cuáles no merece la pena explorar. Su instinto para preservar lo que hace especial a Peacemaker es lo que me da confianza en el futuro del DCU bajo su dirección.
En el contexto más amplio del universo DC, Peacemaker representa algo único. No es la reinvención radical que fue The Dark Knight, ni la ambición mitológica de la trilogía de Snyder. Es algo más sutil pero igualmente valioso: una historia de superhéroes que nunca olvida que sus mejores momentos surgen de la humanidad de sus personajes.
La genialidad de Gunn reside en saber cuándo una idea, por muy tentadora que sea creativamente, debe quedarse en el cajón de los «qué pasaría si». En el caso de Harcourt y las Mariposas, su instinto le llevó por el camino correcto, preservando la integridad de un personaje que se ha convertido en fundamental para el éxito de la serie.
Al final, las historias que no se cuentan a menudo son tan reveladoras como las que llegan a nuestras pantallas. Este final alternativo nos ofrece una ventana a los procesos creativos de uno de los directores más interesantes trabajando en DC actualmente, y nos recuerda por qué sus decisiones suelen ser las acertadas.