• La serie de HBO «It: Welcome to Derry» construye un universo temporal donde cada salto al pasado (1935 y 1908) funciona como arqueología del mal, explorando cómo el horror se perpetúa a través de generaciones.
• Esta estructura narrativa trasciende el entretenimiento para convertirse en una reflexión sobre la continuidad histórica del sufrimiento, donde Pennywise es menos monstruo que manifestación de patrones sociales repetitivos.
• La planificación de múltiples temporadas desde el inicio demuestra una ambición narrativa que recuerda a las mejores sagas de ciencia ficción, donde cada pieza temporal dialoga con las demás para crear un todo coherente.
Hay algo fascinante en cómo el tiempo se convierte en el verdadero protagonista de las mejores historias de terror. Me recuerda a esa sensación que tuve viendo Arrival por primera vez, cuando pausé la película para anotar esa frase sobre cómo percibir el tiempo de forma no lineal cambia nuestra comprensión de la causalidad.
«It: Welcome to Derry» parece entender esto de una manera que va más allá del simple entretenimiento. No hablamos del tiempo como elemento narrativo superficial, sino como esa fuerza inexorable que conecta tragedias pasadas con miedos presentes.
Cuando una serie planifica su futuro antes de que termine su presente, está haciendo algo más que estrategia comercial. Está construyendo un universo donde cada momento es tanto consecuencia como causa. Es la diferencia entre asustar y perturbar, entre el grito momentáneo y la inquietud que permanece.
La Arquitectura del Miedo Temporal
Andy Muschietti, tras dirigir las películas anteriores de «It», ha decidido que la televisión le ofrece algo que el cine no puede: tiempo. Tiempo para explorar, para construir, para que el horror se asiente en nuestras mentes como sedimento en el fondo de un lago.
La primera temporada no es solo una historia en sí misma. Es el presente de una narrativa que ya tiene su pasado planificado. La segunda temporada nos llevará a 1935, centrándose en el tiroteo de la Banda Bradley. Un evento que ya se insinúa en los primeros episodios como una sombra proyectándose hacia el futuro.
Pero es la tercera temporada la que promete llevarnos al corazón de la oscuridad: 1908. El año de la explosión de Kitchener Ironworks, que mató a 102 personas. El año que nos acercará más al origen de Pennywise, a su conexión con un circo ambulante donde era conocido como «Pennywise el Payaso Bailarín».
Esta estructura me recuerda a la prescencia de Paul Atreides en Dune. Esa capacidad de ver pasado y futuro como un continuo, donde cada decisión resuena a través del tiempo creando patrones inevitables.
Los Ecos del Pasado en el Presente
Lo que resulta más intrigante es cómo la serie utiliza los flashbacks no como meros recursos expositivos, sino como ventanas temporales que funcionan en múltiples niveles.
El encuentro del joven Francis Shaw con la entidad maligna en el episodio tres no es solo contexto histórico. Es una pieza de un rompecabezas temporal donde cada época dialoga con las demás.
Pennywise no es solo un monstruo que aparece cada 27 años; es una constante histórica. Un testigo y participante de la evolución del mal humano. Como esos replicantes de Blade Runner que cargan con memorias que no son suyas, Pennywise parece alimentarse de la memoria colectiva del trauma.
La serie entiende que el verdadero horror de «It» nunca fue el payaso en sí mismo, sino lo que representa: la persistencia del mal a través del tiempo, su capacidad de adaptarse, de encontrar nuevas formas de manifestarse en cada generación.
El Circo Como Metáfora del Espectáculo
La revelación de que Pennywise estuvo conectado con un circo ambulante añade una capa de significado que trasciende lo puramente narrativo.
El circo, ese espacio liminal donde lo extraordinario se presenta como entretenimiento, donde lo grotesco se disfraza de diversión. Es una metáfora perfecta para nuestra relación actual con el horror mediático.
A principios del siglo XX, Pennywise ya llevaba más de un siglo en Derry. Esta información nos habla de una presencia que ha sido testigo de la transformación de América, de la industrialización, de las guerras.
El circo ambulante es la metáfora perfecta: una comunidad nómada que llega, ofrece espectáculo, y se marcha dejando solo recuerdos. Pero Pennywise se quedó. Se estableció. Echó raíces en Derry como un parásito que encontró el huésped perfecto.
Me recuerda a esa reflexión de Her sobre cómo la tecnología se integra en nuestras vidas. Al principio es externa, extraña, pero gradualmente se vuelve indispensable, parte de nosotros.
La Construcción de un Universo Temporal
Lo que «It: Welcome to Derry» está haciendo es algo que pocas series se atreven a intentar: construir un universo donde cada temporada es una exploración arqueológica del mal.
Cada salto temporal es una excavación más profunda en las capas de horror que se han sedimentado en Derry a lo largo de los siglos. Como los estratos geológicos que revelan la historia de un planeta.
La explosión de Kitchener Ironworks de 1908 no fue solo una tragedia industrial; fue un momento donde 102 vidas se convirtieron en combustible para algo mucho más oscuro.
El tiroteo de la Banda Bradley de 1935 no fue solo violencia criminal; fue otra manifestación de cómo el mal encuentra formas de expresarse a través de las acciones humanas.
Esta estructura temporal permite que la serie explore una pregunta fundamental: ¿es Pennywise la causa del mal en Derry, o es Derry la que alimenta a Pennywise?
El Horror Como Continuidad Histórica
Hay algo profundamente perturbador en la idea de que el mal no es episódico sino continuo. Que no aparece y desaparece, sino que se transforma, se adapta, encuentra nuevas formas de manifestarse.
«It: Welcome to Derry» entiende que el verdadero horror no está en el salto del susto, sino en la realización de que lo que tememos nunca se fue realmente.
Cada flashback, cada salto temporal, cada referencia a eventos pasados no es solo construcción de mundo. Es la revelación gradual de que vivimos en un presente inevitablemente conectado con todos los horrores del pasado.
Somos, en cierto sentido, herederos de todas las tragedias que nos precedieron. Como esos bucles temporales de Star Trek donde los personajes están condenados a repetir los mismos errores hasta que comprenden el patrón.
La serie está construyendo algo más que una historia de terror; está creando una meditación sobre la persistencia del mal a través del tiempo. Sobre cómo cada generación debe enfrentarse a las mismas fuerzas oscuras, solo que con diferentes disfraces.
Al final, «It: Welcome to Derry» nos ofrece algo que va más allá del entretenimiento: una reflexión sobre la naturaleza cíclica del horror humano.
Cada temporada planificada no es solo una promesa de más contenido, sino una invitación a explorar más profundamente las capas de oscuridad que se acumulan en los lugares donde vivimos, donde crecemos, donde creemos estar seguros.
La verdadera genialidad de esta estructura temporal es que nos hace cómplices de una revelación gradual: que el monstruo no viene de fuera, sino que emerge de la continuidad histórica de nuestras propias comunidades.
Que Pennywise no es una aberración, sino una manifestación de algo que siempre ha estado ahí, esperando, adaptándose, evolucionando con nosotros.

