• George R.R. Martin elogia efusivamente la nueva película de Superman dirigida por James Gunn, destacando especialmente las interpretaciones de David Corenswet, Rachel Brosnahan y Nicholas Hoult.
• Esta película parece recuperar la esencia clásica del personaje como «extraño visitante de otro planeta», funcionando como una metáfora del inmigrante que encuentra hogar y se convierte en su protector.
• Marca el inicio del DCU Capítulo Uno: Dioses y Monstruos, prometiendo un nuevo universo cinematográfico que no sacrifica la intimidad emocional por la construcción de franquicias.
Cuando un maestro de la narrativa como George R.R. Martin se toma el tiempo de escribir sobre una película de superhéroes, vale la pena pararse a escuchar. Estamos ante alguien que ha redefinido la fantasía moderna, que entiende los arquetipos heroicos desde sus cimientos más profundos. Y cuando Martin dice que esta nueva versión de Superman podría ser «una de las mejores películas del personaje en mucho tiempo… quizás nunca», sus palabras resuenan con el peso de quien conoce íntimamente el poder de los mitos.
La relación entre Martin y Superman trasciende lo casual. Como él mismo confiesa, «Supes y yo somos viejos amigos», una declaración que habla de décadas de conexión con un personaje que representa algo fundamental sobre la condición humana. En un momento donde los universos cinematográficos parecen más preocupados por conectar películas que por conectar con las emociones, la perspectiva de Martin sobre la nueva película de James Gunn nos invita a reflexionar sobre qué hace que un superhéroe trascienda el espectáculo.
La mirada de un arquitecto de mundos
Martin no es un crítico cualquiera. Cuando analiza la nueva película de Superman, lo hace desde la perspectiva de alguien que ha construido universos enteros. Su entusiasmo por el trabajo de James Gunn se centra en elementos que van más allá de la acción y los efectos especiales.
El elogio hacia David Corenswet como el nuevo Superman resulta especialmente revelador. Martin expresa su esperanza de que el actor continúe interpretando el personaje durante múltiples películas. Esta observación habla de algo más profundo: la comprensión de que Superman, como personaje, necesita tiempo para desarrollarse, para que el público establezca esa conexión emocional que trasciende la pantalla.
La comparación entre Rachel Brosnahan y Margot Kidder como Lois Lane es particularmente significativa. Kidder definió el personaje para toda una generación, creando una Lois que era mucho más que un interés romántico. Que Martin vea ecos de esa interpretación en Brosnahan sugiere que Gunn ha entendido la importancia de rodear a Superman de personajes que funcionen como espejos de su humanidad.
El inmigrante de las estrellas
Hay un momento en las reflexiones de Martin que resulta especialmente poderoso: cuando describe a Superman como «un inocente» que «siempre ha sido un inmigrante. Y un inmigrante ilegal, cuando te paras a pensarlo». Esta observación conecta con algo que la mejor ciencia ficción siempre ha hecho: usar lo extraordinario para iluminar nuestras realidades más complejas.
Superman, el «extraño visitante de otro planeta», lleva décadas siendo una metáfora del sueño americano, del forastero que encuentra un hogar y se convierte en su protector más ferviente. Como en Arrival, donde los alienígenas nos obligan a repensar nuestros conceptos sobre comunicación y tiempo, Superman nos invita a reflexionar sobre identidad, pertenencia y lo que significa ser humano.
En un momento histórico donde las conversaciones sobre inmigración dominan el discurso político, la perspectiva de Martin nos recuerda que los mejores superhéroes no escapan de la realidad: la reflejan, la cuestionan, la reimaginan. Es el mismo mecanismo que hace que Blade Runner siga siendo relevante décadas después de su estreno.
Un nuevo universo, una vieja alma
Esta película marca el inicio del DCU Capítulo Uno: Dioses y Monstruos, un ambicioso proyecto que promete redefinir el universo cinematográfico de DC. Pero lo esperanzador en las palabras de Martin es que, aparentemente, Gunn no ha sacrificado la intimidad emocional en el altar de la construcción de universos.
La mención de Nicholas Hoult como Lex Luthor también resulta intrigante. Luthor, en sus mejores interpretaciones, funciona como el lado oscuro del progreso tecnológico: el genio que utiliza su inteligencia no para elevar a la humanidad, sino para demostrar su superioridad sobre ella. Es un arquetipo que resuena especialmente en nuestra era de magnates tecnológicos y debates sobre inteligencia artificial.
El entusiasmo de Martin por esta película llega en un momento crucial para el cine de superhéroes. Después de años de fatiga del género, la perspectiva de un Superman que recupera su esencia mientras abraza las posibilidades narrativas del presente resulta refrescante.
Las palabras de George R.R. Martin sobre la nueva película de Superman resuenan con la autoridad de alguien que entiende el poder transformador de las historias bien contadas. Su entusiasmo sugiere que James Gunn ha encontrado algo que el cine de superhéroes había perdido: la capacidad de hacer que lo extraordinario se sienta profundamente humano.
Quizás lo más esperanzador es que Martin ve en esta película una reconexión con los valores fundamentales que han hecho de Superman un icono duradero. En tiempos donde el cinismo parece dominar nuestras narrativas, la idea de un Superman que puede ser tanto poderoso como inocente se siente como exactamente lo que necesitamos. Como diría el propio Martin, Supes y nosotros somos viejos amigos, y quizás es hora de recordar por qué esa amistad ha perdurado tanto tiempo.