• La quinta temporada de «Emily in Paris» apuesta por mostrar fracasos y vulnerabilidad, alejándose del éxito constante de temporadas anteriores.
• Como fan de evoluciones narrativas bien ejecutadas, me parece acertado que Star haya decidido expandir geográficamente y emocionalmente la serie hacia Italia.
• El impacto cultural real de la serie, reconocido hasta por Macron, demuestra que el entretenimiento puede generar consecuencias económicas tangibles.
¿Recordáis cuando «Emily in Paris» se estrenó y todos teníamos opiniones muy divididas? Unos la adoraban por su escapismo visual, otros la criticaban por perpetuar clichés. Pues bien, Darren Star ha estado escuchando, y la quinta temporada promete ser el punto de inflexión que muchos esperábamos.
Como alguien que ha visto evolucionar franquicias durante décadas, sé reconocer cuando un creador decide apostar por la madurez narrativa. Y lo que más me llama la atención es cómo Star ha decidido introducir el fracaso como elemento central.
En una industria obsesionada con finales felices y protagonistas perfectos, esta decisión me recuerda a los mejores arcos de desarrollo que hemos visto en otras producciones. Al fin y al cabo, ¿no es el fracaso lo que hace que los personajes se sientan reales?
Un cambio de aires que va más allá de París
La decisión de trasladar parte de la acción a Roma y Venecia no es solo un capricho visual. Star ha explicado que esta expansión geográfica viene acompañada de una expansión emocional para Emily, que ahora tiene un nuevo interés romántico italiano llamado Marcello.
Y aquí es donde las cosas se ponen interesantes: Gabriel ya no es el centro de su universo romántico.
Esta evolución me parece especialmente acertada porque rompe con la fórmula del triángulo amoroso eterno. Como espectadora que ha seguido demasiadas tramas románticas que se eternizan sin resolución, agradezco cuando los guionistas tienen el valor de explorar nuevos territorios.
La incorporación de Minnie Driver al reparto es otro acierto que promete aportar peso dramático. Driver tiene esa capacidad de elevar cualquier material con su presencia, algo que la serie necesitaba para consolidar su evolución hacia un tono más sofisticado.
La madurez como herramienta narrativa
Lo que más me emociona de las declaraciones de Star es su enfoque en hacer que los personajes sean más vulnerables y cometan errores. «No puede ser siempre éxito, éxito, éxito», ha comentado, y tiene toda la razón.
Los mejores personajes de la ficción son aquellos que nos sorprenden, que toman decisiones cuestionables y que crecen a partir de sus meteduras de pata.
Esta filosofía me recuerda a cómo Marvel ha manejado la evolución de Tony Stark a lo largo de los años. Le hemos visto fallar, dudar, tomar decisiones equivocadas, y precisamente por eso sus triunfos nos emocionan más.
Star también ha mencionado que esta temporada será «más sexy», lo cual interpreto como una apuesta por relaciones más maduras y complejas. No se trata solo de subir el termostato, sino de mostrar personajes que se relacionan desde un lugar más auténtico.
El fenómeno cultural inesperado
Algo que no podemos ignorar es el impacto real que ha tenido la serie en el turismo francés. Que el presidente Macron haya condecorado a Star con la Legión de Honor no es solo una anécdota curiosa; es el reconocimiento de que el entretenimiento puede tener consecuencias económicas reales.
Como alguien que ha visto cómo las películas de Marvel han influido en la cultura popular durante más de una década, entiendo perfectamente este fenómeno.
A veces subestimamos el poder que tiene la ficción para moldear percepciones y comportamientos. La serie ha conseguido algo que muchas producciones más «serias» no logran: crear un puente emocional entre el público y un lugar, una cultura, una forma de vida.
Y eso, independientemente de lo que pensemos sobre la calidad inicial de la serie, es mérito suficiente para tomársela en serio.
Personajes que sienten reales
Star ha comentado que «cuando los personajes tienen mucha vida, se sienten tan reales que siempre van a tener historias que contar». Esta reflexión me parece clave para entender hacia dónde se dirige la serie.
Ya no se trata de Emily como turista perpetua, sino de Emily como persona que construye una vida compleja en un entorno que ya no le resulta completamente ajeno.
La evolución de los personajes secundarios también promete ser interesante. Después de cuatro temporadas, el público ya tiene una relación establecida con este universo, y Star parece entender que puede permitirse ser más ambicioso narrativamente.
Esto me recuerda a cómo series como «The Good Place» o incluso «WandaVision» han sabido evolucionar sus premisas iniciales sin traicionar lo que las hacía especiales.
Una apuesta que merece la pena
Después de años viendo cómo «Emily in Paris» dividía opiniones, esta quinta temporada se presenta como la oportunidad perfecta para que la serie demuestre su verdadero potencial.
Star parece haber encontrado el equilibrio entre mantener el escapismo visual que enamoró al público y añadir la profundidad emocional que reclamaban los críticos.
Como espectadora, no puedo evitar sentir curiosidad por ver si realmente han conseguido ese salto de calidad. Al final, lo que más me emociona es ver cómo una serie que comenzó siendo puro entretenimiento ligero ha evolucionado hasta convertirse en un fenómeno cultural con impacto real.
Si Star ha conseguido que Emily crezca como personaje tanto como la serie ha crecido como producto cultural, estamos ante una quinta temporada que podría sorprender a propios y extraños. Y sinceramente, después de tantos años siguiendo evoluciones narrativas, pocas cosas me gustan más que una buena sorpresa bien ejecutada.

