• Ben Stiller y Tom Cruise han conversado sobre un posible proyecto en el universo de Tropic Thunder, aunque no sería una secuela convencional.
• La prudencia de Stiller ante las secuelas merece reconocimiento: su insistencia en la validez creativa antes que el beneficio comercial es digna de elogio en una industria obsesionada con las franquicias.
• Les Grossman, el memorable personaje de Cruise en la película de 2008, podría protagonizar este nuevo proyecto.
Hay películas que, por su naturaleza satírica y su precisión en el retrato de una industria, adquieren con el tiempo una relevancia casi profética. Tropic Thunder, estrenada en 2008, es una de ellas.
Aquella comedia que Ben Stiller dirigió, coescribió y protagonizó no solo funcionó como parodia del cine bélico y de la vanidad hollywoodiense, sino que se convirtió en un artefacto cultural que sigue generando conversación dieciséis años después.
Y ahora, cuando las secuelas innecesarias inundan las salas, resulta reconfortante escuchar que Stiller y Cruise han hablado sobre regresar a ese universo, pero con cautela.
Durante una reciente entrevista con Esquire, mientras promocionaba Meet the Parents 4, Stiller confirmó lo que muchos seguidores de la película sospechaban: él y Tom Cruise han mantenido conversaciones sobre la posibilidad de crear algo nuevo dentro del universo de Tropic Thunder.
No obstante, el director fue claro al señalar que no se trataría necesariamente de una secuela tradicional, sino de un proyecto que explore ese mundo desde otra perspectiva.
La declaración llega después de que Justin Theroux, coguionista del filme original, expresara recientemente su optimismo sobre la posibilidad de hacer realidad una continuación. Theroux afirmó que todos los involucrados mantienen el deseo de volver a trabajar juntos en algo relacionado con aquella sátira mordaz.
Lo interesante del planteamiento de Stiller es su aproximación reflexiva. En lugar de lanzarse a producir una secuela por inercia comercial, el cineasta insiste en la necesidad de contar con una base creativa sólida.
«Habiendo hecho varias secuelas, es como con Fockers: simplemente quieres asegurarte de que hay una razón para hacerlo y de que puedes hacer algo que esté a la altura de esos personajes», explicó.
Esta postura merece ser subrayada. En una época donde las franquicias se exprimen hasta la última gota sin consideración alguna por la coherencia narrativa, encontrar a un director que antepone la validez creativa al beneficio económico resulta casi revolucionario.
Stiller comprende algo fundamental: no toda película necesita una secuela, y forzar una continuación sin justificación dramática es una traición al público y al arte cinematográfico. Algo que Billy Wilder ya sabía cuando se negó a hacer secuelas de El apartamento o Con faldas y a lo loco, pese a las presiones del estudio.
El personaje de Les Grossman, interpretado por Tom Cruise en una actuación memorable que demostraba su capacidad para la comedia física y el desparpajo absoluto, sigue siendo el centro de las especulaciones.
Aquel ejecutivo de estudio calvo, barrigón, con manos peludas y una actitud despiadada se convirtió en uno de los elementos más recordados de Tropic Thunder. Cruise desapareció completamente en el personaje, algo que no siempre ocurre con actores de su calibre.
Cuando se le preguntó sobre el estado actual de Les Grossman, Stiller respondió con humor: «Creo que Les Grossman va a comprar Netflix». La broma, aunque ligera, revela que el personaje sigue vivo en la imaginación de sus creadores.
La pregunta que surge naturalmente es: ¿qué forma tomaría este nuevo proyecto? ¿Sería una precuela que explorara los orígenes de Grossman en la industria? ¿Una historia paralela centrada en otro rodaje desastroso?
Lo cierto es que Tropic Thunder funcionó porque era una sátira afilada que no temía morder la mano que la alimentaba. Ridiculizaba la pretenciosidad actoral, la obsesión por los premios, la explotación comercial de temas serios y la maquinaria corporativa que mueve Hollywood.
En ese sentido, compartía el espíritu de obras como Sunset Boulevard de Wilder o El desprecio de Godard: películas que miraban a la industria cinematográfica con ojo crítico y sin concesiones.
Cualquier proyecto que pretenda habitar ese mismo espacio necesitará el mismo nivel de audacia y precisión.
Stiller ha demostrado a lo largo de su carrera que entiende la comedia como algo más que una sucesión de gags. Desde Zoolander hasta La vida secreta de Walter Mitty, ha explorado diferentes registros manteniendo siempre una mirada personal.
Su insistencia en no apresurarse con este proyecto sugiere que, si finalmente se materializa, será porque tiene algo genuino que decir.
El cine contemporáneo necesita más cineastas dispuestos a resistir la tentación del dinero fácil que prometen las secuelas automáticas. Su aproximación reflexiva y su compromiso con la integridad creativa son cualidades cada vez más escasas en una industria dominada por algoritmos y estudios de mercado.
Si finalmente decide embarcarse en este proyecto junto a Tom Cruise, será porque ha encontrado una razón artística válida para hacerlo, no porque los ejecutivos de algún estudio hayan visto una oportunidad de negocio.
Mientras tanto, los admiradores de Tropic Thunder podemos esperar con paciencia. Porque si algo nos enseñó aquella película es que el verdadero arte no se apresura, no se doblega ante las presiones comerciales y, sobre todo, no tiene miedo de reírse de sí mismo.

