• Brett Ratner regresa para dirigir Rush Hour 4 tras años de ausencia del panorama cinematográfico debido a las acusaciones de agresión sexual que enfrentó en 2017.
• Este retorno representa todo lo que está mal en Hollywood: anteponer la rentabilidad a la integridad artística, resucitando franquicias agotadas sin más propósito que explotar la nostalgia.
• La colaboración entre Paramount y Warner Bros. para este proyecto revela las complejas maniobras corporativas que dominan el cine contemporáneo, donde las decisiones creativas quedan supeditadas a estrategias de distribución.
El cine comercial de Hollywood posee esa peculiar capacidad de resucitar franquicias que parecían definitivamente enterradas, especialmente cuando los números del pasado susurran promesas de rentabilidad. En este caso, nos encontramos ante el anuncio de Rush Hour 4, una secuela que llega casi dos décadas después de que la trilogía original conquistase las taquillas mundiales.
Lo que resulta verdaderamente revelador de este proyecto no es tanto su existencia —que era, seamos honestos, inevitable— sino las circunstancias que rodean su producción. Estamos ante un ejercicio de pragmatismo industrial que trasciende las consideraciones artísticas y se adentra en los laberintos de la política corporativa contemporánea.
El retorno de una fórmula agotada
La franquicia Rush Hour siempre fue un producto de su tiempo, nacida en 1998 cuando el cine de acción aún podía permitirse cierta ingenuidad en sus planteamientos. Brett Ratner supo entonces explotar la química natural entre Jackie Chan y Chris Tucker, creando un contraste eficaz entre las habilidades marciales del primero y el humor desaforado del segundo.
Aquellas películas funcionaron porque entendían perfectamente su propósito: entretener sin pretensiones intelectuales. La recaudación de 850 millones de dólares a nivel mundial no miente; existía una audiencia ávida de este tipo de espectáculo.
Sin embargo, el contexto actual es radicalmente diferente. Mientras que maestros como Hitchcock sabían crear tensión y entretenimiento sin sacrificar la sofisticación narrativa, el cine de acción contemporáneo ha evolucionado hacia territorios más complejos. Las audiencias han desarrollado expectativas más exigentes.
Las sombras del pasado
No podemos abordar este proyecto sin mencionar las acusaciones de agresión sexual que enfrentó Brett Ratner en 2017, las cuales efectivamente lo apartaron de la industria durante años. Su regreso plantea cuestiones incómodas sobre la memoria colectiva de Hollywood y su capacidad de perdón selectivo cuando los intereses comerciales están en juego.
Ratner nunca fue considerado un auteur en el sentido clásico del término. Su filmografía revela a un artesano competente pero carente de una voz personal distintiva. Su fortaleza residía en su capacidad para manejar producciones de gran presupuesto sin interferir demasiado con las fórmulas establecidas.
Comparado con directores que supieron imprimir su sello personal incluso en proyectos comerciales —pensemos en la maestría visual de Kubrick en 2001 o la precisión narrativa de Wilder en sus comedias—, Ratner representa la antítesis del cine como expresión artística.
Una colaboración inusual entre estudios
Quizás el aspecto más intrigante de este proyecto sea la colaboración entre Paramount Pictures y Warner Bros., especialmente en un momento de tensas negociaciones corporativas. Ver a Paramount distribuyendo una propiedad originalmente de Warner representa un precedente curioso en las relaciones inter-estudios.
Esta decisión cobra sentido cuando consideramos que varios estudios, incluyendo New Line Cinema, rechazaron el proyecto. Paramount ha aceptado un porcentaje de distribución de doble dígito, lo que sugiere confianza en el potencial comercial de la película, o al menos en su capacidad para generar ingresos modestos pero seguros.
El desafío de la nostalgia
El verdadero reto de Rush Hour 4 será justificar su existencia más allá de la mera explotación nostálgica. Jackie Chan, ahora en sus setenta años, sigue siendo un intérprete físicamente capaz, pero inevitablemente limitado por el paso del tiempo. Chris Tucker, por su parte, ha mantenido un perfil considerablemente más bajo en los últimos años.
La pregunta fundamental es si esta secuela tardía podrá capturar la espontaneidad que hizo funcionar a las originales, o si simplemente se convertirá en un ejercicio mecánico de repetición de fórmulas gastadas.
La historia del cine está plagada de secuelas tardías que fracasaron precisamente por subestimar la importancia del momento adecuado. Cuando Bergman decidía retomar un tema o personaje, lo hacía desde la madurez artística y la necesidad expresiva, no desde la oportunidad comercial.
Reflexiones finales
El anuncio de Rush Hour 4 nos recuerda que Hollywood, en su esencia más pura, sigue siendo una industria impulsada por la nostalgia y la búsqueda de certezas comerciales. Mientras que parte de mí lamenta la falta de originalidad que representa este tipo de decisiones, otra parte reconoce la honestidad brutal de un sistema que no pretende ser otra cosa que una máquina de entretenimiento.
Será interesante observar si Ratner y su equipo logran crear algo que trascienda las expectativas modestas que genera este proyecto, o si simplemente nos ofrecerán un recordatorio melancólico de que algunas fórmulas pertenecen irremediablemente al pasado.
En cualquier caso, Rush Hour 4 ya ha conseguido algo notable: hacernos reflexionar sobre los mecanismos internos de una industria que nunca deja de sorprendernos con su capacidad de supervivencia, aunque sea a costa de su integridad artística.

