• Los creadores de «It: Welcome to Derry» juegan deliberadamente con las expectativas del público, sugiriendo que la figura sombría del episodio 3 podría no ser lo que parece.
• La serie busca mantener a los espectadores en constante incertidumbre, donde «nada es lo que parece» en el universo de Derry.
• Este enfoque narrativo refleja cómo el terror más efectivo surge de la ambigüedad y la manipulación de nuestras propias suposiciones.
Hay algo fascinante en cómo el terror contemporáneo ha evolucionado más allá del simple susto. Ya no se trata únicamente de mostrar al monstruo, sino de jugar con la percepción misma de la realidad.
En «It: Welcome to Derry», los showrunners Brad Caleb Kane y Jason Fuchs han comprendido algo fundamental: el miedo más profundo no reside en lo que vemos, sino en la incertidumbre de lo que creemos ver.
Esta aproximación me recuerda a esas películas que te obligan a pausar, a rebobinar, a cuestionar cada frame. Como cuando en «Arrival» cada símbolo heptápodo contenía capas de significado que transformaban nuestra comprensión del tiempo, aquí cada sombra esconde algo más complejo.
La pregunta no es si Pennywise está ahí, sino qué significa nuestra necesidad de verlo.
El Arte de la Ambigüedad Narrativa
El episodio 3 presenta una escena aparentemente sencilla: el joven Will Hanlon descubre una fotografía misteriosa en un cementerio. Pero como ocurre con las mejores historias de terror psicológico, la simplicidad es solo la superficie.
La imagen revela una figura sombría que parece ser un payaso. Los fans, condicionados por décadas de mitología de Stephen King, saltan inmediatamente a la conclusión obvia: Pennywise.
Pero Kane y Fuchs han construido algo más sofisticado que una simple aparición del antagonista clásico.
«Creemos que lo es… como podéis ver por el final del primer episodio, intentamos quitar la alfombra de debajo de los pies del público», explica Kane. Esta declaración revela una filosofía narrativa que va más allá del género: la idea de que el público moderno necesita ser desafiado, no simplemente entretenido.
La Fotografía Como Metáfora
Hay algo profundamente simbólico en utilizar una fotografía como vehículo para la revelación. La fotografía, ese medio que supuestamente captura la realidad objetiva, se convierte aquí en el instrumento de la ambigüedad.
En 1962, año en que se ambienta la serie, la fotografía aún conservaba esa aura de verdad incuestionable. No existía Photoshop, no había manipulación digital. Lo que la cámara capturaba era, por definición, real.
Pero los creadores utilizan precisamente esta confianza en el medio fotográfico para subvertir nuestras expectativas.
La figura sombría funciona como un test de Rorschach narrativo. Vemos lo que esperamos ver, lo que nuestro conocimiento previo del universo de King nos dice que deberíamos ver. Pero ¿y si esa expectativa es precisamente la trampa?
El Terror de lo Incierto
Kane y Fuchs han comprendido algo que los mejores creadores de terror psicológico saben: el miedo más efectivo es el que surge de la incertidumbre. No es la presencia del monstruo lo que nos aterra, sino la posibilidad de su presencia.
Esta aproximación conecta con una tradición cinematográfica que va desde «El Resplandor» de Kubrick hasta «Hereditary» de Ari Aster. En todas estas obras, la ambigüedad no es un defecto narrativo, sino una herramienta deliberada.
«En Derry, nada es lo que parece», y esta frase encapsula perfectamente la filosofía de la serie. No se trata solo de una declaración sobre el mundo ficticio de King, sino sobre nuestra propia relación con la narrativa y la realidad.
La Evolución del Terror Televisivo
La estrategia de Kane y Fuchs refleja una evolución más amplia en el terror televisivo contemporáneo. Series como «Twin Peaks: The Return» o «Yellowjackets» han demostrado que el público moderno no solo tolera la ambigüedad, sino que la abraza.
Esta evolución habla de una audiencia más sofisticada, una que ha crecido con décadas de tropos de terror y que necesita ser sorprendida de formas más sutiles. El simple jumpscare ya no es suficiente.
El juego de expectativas que proponen los showrunners es, en esencia, un comentario sobre nuestra relación con la ficción. Nos han entrenado para reconocer patrones, para anticipar revelaciones, para «resolver» las historias antes de que terminen.
Pero ¿qué pasa cuando esos patrones se convierten en trampas?
Lo que más me fascina de esta aproximación es cómo transforma al espectador en cómplice de su propio engaño. No son los creadores quienes nos mienten; somos nosotros quienes elegimos ver lo que esperamos ver.
La figura sombría en la fotografía se convierte así en un espejo de nuestras propias asunciones narrativas.
En última instancia, «It: Welcome to Derry» parece estar construyendo algo más ambicioso que una simple precuela de terror. Está creando un espacio donde la incertidumbre se convierte en protagonista, donde cada revelación aparente es potencialmente otra capa de misterio.
Y en esa ambigüedad, en esa negativa a darnos respuestas fáciles, reside quizás el terror más genuino: el de no saber realmente qué estamos viendo, ni qué significa para nosotros como espectadores.

