• Oscar Isaac describe el rodaje del Frankenstein de Guillermo del Toro como la experiencia más divertida de su carrera cinematográfica.
• Del Toro abandona el estereotipo del científico loco para explorar los traumas generacionales y la creación artística en esta nueva adaptación de Mary Shelley.
• La película llegará a cines selectos el 17 de octubre y posteriormente a Netflix el 7 de noviembre, prometiendo una visión profundamente emocional del clásico gótico.
Cuando un actor de la talla de Oscar Isaac afirma que una experiencia de rodaje ha sido «la más jodidamente divertida» de su vida, uno no puede sino preguntarse qué clase de alquimia cinematográfica ha tenido lugar entre cámaras. Más aún cuando se trata de una colaboración con Guillermo del Toro, ese artesano mexicano que ha demostrado una y otra vez su capacidad para transformar la oscuridad en belleza.
La noticia de que del Toro aborda finalmente Frankenstein no debería sorprendernos, pero sí emocionarnos. Pocos directores contemporáneos poseen la sensibilidad necesaria para desentrañar las capas más profundas de la obra de Mary Shelley. Esa novela fundacional trasciende el mero terror gótico para convertirse en una reflexión sobre la condición humana y los límites de la ambición científica.
La Visión de del Toro: Más Allá del Científico Loco
Lo que resulta verdaderamente fascinante de las declaraciones de Isaac es su insistencia en que esta adaptación se aleja conscientemente de los tropos más manidos del género. «Guillermo estaba mucho más interesado en los fundamentos emocionales de lo que el personaje significa para él que en las cosas que hemos visto», explica el actor.
Esta aproximación no me sorprende viniendo de del Toro. Recordemos su trabajo en El laberinto del fauno, donde logró entrelazar la fantasía más oscura con una profunda meditación sobre la inocencia perdida. O su magistral La forma del agua, que transformó lo que podría haber sido una simple historia de monstruos en una elegante fábula sobre el amor y la diferencia.
Del Toro comprende, como pocos en Hollywood, que los mejores relatos de terror no nacen de los sustos baratos sino de las emociones más primarias del ser humano. Su Frankenstein promete explorar lo que Isaac describe como «trauma generacional y abuso», temas que resuenan con particular fuerza en nuestro tiempo.
El Arte de la Creación Cinematográfica
Las palabras de Isaac sobre el proceso de rodaje revelan algo fundamental sobre el método de del Toro. «Fue lo más jodidamente divertido que he tenido en mi vida. Corriendo bajo la lluvia, subiendo y bajando escalones, esta cosa cristiana en un crucifijo y Guillermo en la esquina, ¡gritando!»
Esta descripción evoca inmediatamente las grandes tradiciones del cine expresionista alemán. Hay algo profundamente cinematográfico en esa imagen de del Toro dirigiendo con pasión desbordante mientras Isaac se entrega completamente a la interpretación.
La referencia a la «cosa cristiana en un crucifijo» sugiere que del Toro no ha perdido su fascinación por la iconografía religiosa. Desde las imágenes católicas en El espinazo del diablo hasta el simbolismo cristiano en La forma del agua, el director mexicano entiende el poder evocador de estos elementos visuales.
En mis años escribiendo sobre cine desde los noventa, pocas veces he visto un director que combine con tal maestría la artesanía visual con la profundidad emocional. Del Toro pertenece a esa estirpe de cineastas que entienden el cine como un arte total.
Una Aproximación Artística al Clásico
Lo que más me intriga de esta adaptación es la insistencia de Isaac en que del Toro aborda la historia «desde una perspectiva artística». Esta declaración sugiere que el director ha encontrado en Frankenstein un reflejo de sus propias preocupaciones como creador.
Después de todo, ¿no es Victor Frankenstein, en cierto modo, un trasunto del propio artista? Un creador obsesionado con dar vida a su visión, dispuesto a traspasar los límites de lo moralmente aceptable en busca de la perfección. La diferencia radica en que, mientras Frankenstein crea vida a partir de la muerte, del Toro crea belleza a partir de la oscuridad.
Esta lectura meta-cinematográfica no es nueva en la obra del director. Ya en Crimson Peak exploraba la relación entre el artista y su obra, entre la creación y la destrucción.
El Legado de una Historia Inmortal
La novela de Mary Shelley ha sido adaptada innumerables veces, desde el clásico de James Whale de 1931 hasta la ambiciosa pero fallida versión de Kenneth Branagh en 1994. Cada época ha encontrado en Frankenstein un reflejo de sus propias ansiedades.
Del Toro llega a este material con una perspectiva única, forjada por décadas de exploración de los márgenes entre lo humano y lo monstruoso. Su filmografía demuestra una comprensión profunda de que los verdaderos monstruos no son las criaturas que pueblan nuestras pesadillas, sino las fuerzas que nos deshumanizan.
La decisión de estrenar la película primero en cines selectos el 17 de octubre, para después llegar a Netflix el 7 de noviembre, refleja la naturaleza dual del proyecto. Una obra de autor destinada tanto a la experiencia cinematográfica tradicional como al consumo doméstico.
Un Rodaje Como Experiencia Transformadora
Las declaraciones de Isaac sobre la alegría del proceso creativo resultan especialmente significativas en una industria cada vez más dominada por la producción en serie. Su descripción del rodaje como una experiencia física, visceral, nos recuerda que el mejor cine sigue naciendo de la colaboración humana.
«Guillermo en la esquina, gritando» es una imagen que cualquier cinéfilo puede apreciar. Evoca a los grandes directores de la historia del cine, aquellos que dirigían con todo el cuerpo, que convertían cada toma en un acto de creación colectiva.
Esta aproximación artesanal al cine contrasta marcadamente con las producciones industriales que dominan las carteleras actuales. Del Toro pertenece a esa estirpe de directores que entienden el cine como un arte total, donde cada elemento debe contribuir a la experiencia global de la obra.
La colaboración entre del Toro e Isaac promete ser una de las más interesantes del año cinematográfico. Isaac, actor de formación teatral sólida y sensibilidad artística refinada, parece haber encontrado en el director mexicano un colaborador ideal para explorar las profundidades emocionales del personaje de Victor Frankenstein.
Mientras aguardamos el estreno de esta nueva visión de Frankenstein, las palabras de Isaac nos recuerdan por qué el cine sigue siendo, en sus mejores momentos, un arte capaz de transformar tanto a quienes lo crean como a quienes lo contemplan. Del Toro ha demostrado una vez más que los grandes relatos clásicos no necesitan ser reinventados, sino redescubiertos con la mirada fresca de un verdadero artista.