La VERDADERA razón por la que expulsaron a Scorsese del seminario

La expulsión de Scorsese del seminario revela el origen espiritual y moral que vertebra su cine, de Taxi Driver a Silencio, y el nuevo documental de Apple TV+ lo confirma.

✍🏻 Por Tomas Velarde

octubre 5, 2025

• La expulsión de Martin Scorsese del seminario católico por «mal comportamiento» explica la profundidad espiritual que atraviesa toda su filmografía, desde «Taxi Driver» hasta «Silencio».

• Esta revelación confirma lo que los cinéfilos intuíamos: Scorsese es ante todo un moralista del séptimo arte, heredero de la gran tradición de directores que utilizan la cámara como confesionario.

• El nuevo documental de Rebecca Miller para Apple TV+ desvela por fin las claves biográficas que convierten al maestro neoyorquino en uno de los últimos grandes autores del cine contemporáneo.

La biografía de los grandes cineastas suele estar plagada de episodios que, vistos en retrospectiva, cobran un significado casi profético. En el caso de Martin Scorsese, la revelación de su expulsión del seminario católico no hace sino confirmar lo que cualquier espectador atento había intuido durante décadas: que su cine es, en esencia, una búsqueda espiritual constante.

Una lucha entre la redención y la condena que se libra en cada encuadre, con la misma intensidad que Hitchcock exploraba la culpa o Bergman diseccionaba el silencio de Dios.

El Seminario Como Escuela de Miradas

La historia comienza con la inocencia de un niño de siete años que asiste por primera vez a una misa en la catedral de San Patricio de Nueva York. Scorsese, criado en una familia italiana profundamente católica en Little Italy, sintió desde esa temprana edad la llamada del sacerdocio.

Una vocación que le llevó a ingresar en un seminario preparatorio, donde comenzó a forjar esa mirada contemplativa que más tarde aplicaría al cine.

Resulta fascinante imaginar al futuro director de «Raging Bull» absorbiendo la disciplina visual que caracteriza la liturgia. Porque el catolicismo, antes que una fe, es una estética: la disposición de los espacios, la importancia de la luz, el valor simbólico de cada gesto.

Elementos que Scorsese trasladaría después a sus películas con una maestría que recuerda a los grandes maestros del cine clásico.

La Expulsión Como Liberación

El momento de la expulsión, aunque doloroso, se revela ahora como providencial. «La idea del sacerdocio, dedicarte a los demás, realmente de eso se trata. Me di cuenta de que no pertenecía allí», confesaría el director décadas después en el documental «Mr. Scorsese» de Rebecca Miller.

Una honestidad brutal que habla de su integridad personal, virtud que se reflejaría después en la sinceridad despiadada de sus personajes cinematográficos.

La intervención de su padre en el proceso añade una dimensión familiar al drama personal. Uno puede imaginar la decepción de una familia italiana católica al ver truncarse las aspiraciones religiosas del hijo.

Pero también la sabiduría de unos padres que comprendieron que su vástago estaba destinado a servir a una congregación diferente: la de los espectadores de cine.

Del Púlpito a la Pantalla

La transición del seminario al cine no fue tan radical como podría parecer. Ambas vocaciones comparten elementos fundamentales: la necesidad de comunicar verdades profundas y la capacidad para conmover a quienes reciben el mensaje.

Scorsese simplemente cambió el púlpito por la cámara, los sermones por las películas.

Su filmografía posterior está plagada de referencias a esta etapa formativa. La culpa católica que devora a Travis Bickle en «Taxi Driver» se manifiesta en esos primeros planos obsesivos del espejo retrovisor, donde De Niro ensaya su venganza como quien reza un rosario perverso.

La exploración explícita de la fe en «La última tentación de Cristo» o «Silencio» demuestra una comprensión de lo sagrado que solo puede nacer de quien ha vivido la vocación desde dentro.

Recuerdo vívidamente mi primera visión de «Raging Bull» en una sala de Madrid a principios de los ochenta. Aquella secuencia en cámara lenta de La Motta dirigiéndose al ring, filmada como una procesión hacia el calvario, revelaba una sensibilidad visual que trascendía el mero virtuosismo técnico.

Era la mirada de alguien que había aprendido a ver lo sagrado en lo profano, como los grandes maestros del cine clásico.

La Revelación Documental

El documental «Mr. Scorsese», que se estrena en Apple TV+ el 17 de octubre, promete ofrecer una mirada íntima sobre la vida y obra del maestro neoyorquino. La participación de numerosas luminarias de Hollywood sugiere un retrato coral de una figura que ha marcado el cine de las últimas cinco décadas.

Que sea precisamente ahora, en la madurez de su carrera, cuando Scorsese decida revelar estos detalles de su juventud, habla de una necesidad de completar el círculo.

De ofrecer las claves definitivas para comprender una obra que siempre ha tenido algo de confesional, como si el director hubiera encontrado finalmente la manera de reconciliar al seminarista expulsado con el cineasta consagrado.

El Legado del Moralista

La confesión de Scorsese sobre su expulsión del seminario no es solo una anécdota biográfica más, sino la pieza que faltaba para completar el puzzle de una de las carreras más fascinantes del cine contemporáneo.

Porque al final, tanto el sacerdocio como el cine comparten una misión fundamental: iluminar los rincones más oscuros del alma humana.

En una época en la que el cine parece haber perdido su dimensión trascendente, reducido a menudo a mero espectáculo, la figura de Scorsese se alza como un recordatorio de que las mejores películas son aquellas que nos obligan a mirarnos en el espejo.

El seminarista expulsado se convirtió, paradójicamente, en uno de los grandes moralistas del séptimo arte. Un heredero legítimo de aquellos directores clásicos que entendían el cine como algo más que entretenimiento: como una forma de conocimiento, de catarsis, de comunión con lo más profundo del ser humano.


Cinéfilo empedernido, coleccionista de vinilos de bandas sonoras y defensor de la sala de cine como templo cultural. Llevo más de una década escribiendo sobre cine clásico, directores de culto y el arte de la narrativa visual. Creo que no hay nada como un plano secuencia bien ejecutado y que el cine perdió algo cuando dejó de oler a celuloide.

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