• Gen V abandona la sutileza para atacar directamente a Elon Musk, nombrándolo en una secuencia con una cabra que marca un precedente en la sátira televisiva.
• Aunque la audacia narrativa es encomiable, cabe preguntarse si la televisión actual puede alcanzar la profundidad crítica del mejor cine satírico de los años 70.
• Esta evolución hacia la provocación directa demuestra cómo las plataformas de streaming han liberado a los creadores de las restricciones tradicionales de la censura.
La sátira siempre ha sido el bisturí más afilado del arte audiovisual. Desde que Chaplin se atrevió a ridiculizar a Hitler en «El gran dictador», construyendo cada encuadre como una declaración de guerra visual, el cine ha encontrado en la burla inteligente su forma más elegante de diseccionar los males de su tiempo.
En una época donde los magnates tecnológicos ejercen un poder que rivaliza con el de los antiguos barones industriales, resulta fascinante observar cómo las series contemporáneas intentan tomar el relevo de aquella tradición crítica. Aunque uno se pregunta si la inmediatez del formato televisivo puede igualar la precisión quirúrgica de un Billy Wilder.
De la sutileza clásica al ataque frontal
The Boys y su derivada Gen V representan una evolución natural de esa estirpe satírica, aunque con métodos que habrían resultado impensables en la era dorada de Hollywood. Lo que comenzó como referencias veladas ha evolucionado hacia una crítica frontal que no teme nombrar a sus objetivos.
La franquicia construyó inicialmente su reputación sobre la capacidad de satirizar figuras del poder contemporáneo a través de paralelismos narrativos. Crearon, por ejemplo, una parodia del Departamento de Eficiencia Gubernamental de Musk, transformándolo en un ficticio Departamento de Preservación de la Tierra dirigido por The Deep.
Era sátira construida sobre capas de significado, al modo de los mejores guionistas de los años 40. Requería complicidad del espectador, esa connivencia intelectual que distingue la crítica inteligente del mero panfleto.
Gen V: cuando la provocación sustituye a la elegancia
La segunda temporada de Gen V marca un punto de inflexión en esta estrategia. La serie abandona las referencias oblicuas para adoptar un enfoque directo que, si bien resulta arriesgado, plantea cuestiones sobre los límites del buen gusto narrativo.
En una secuencia particularmente memorable, el decano solicita a una estudiante que utilice sus poderes sobre una cabra llamada Elon. La justificación del personaje es demoledora en su simplicidad: «Hemos bautizado intencionadamente a nuestras cabras con nombres de capullos».
Es una línea que Billy Wilder habría resuelto con mayor sutileza, pero que en el contexto actual funciona como comentario social. Los guionistas logran articular una crítica que trasciende el chiste para convertirse en denuncia, aunque uno echa de menos la elegancia de las grandes sátiras cinematográficas.
La mise-en-scène de la provocación
Lo interesante desde el punto de vista técnico es cómo Gen V construye estas secuencias. La escena de la cabra no es únicamente una broma; está filmada con la precisión de quien entiende que cada plano debe servir al propósito narrativo.
La cámara se detiene en los rostros, captura las reacciones, construye el ritmo cómico con la paciencia de quien conoce el oficio. Es una lección que podríamos extraer de los maestros: la crítica más efectiva es aquella que no se percibe como sermón, sino como revelación.
Mientras que el cine clásico recurría a alegorías para esquivar la censura, las plataformas de streaming han liberado a los creadores de esas restricciones. Gen V aprovecha esta libertad, aunque a veces uno se pregunta si la ausencia de límites no conduce a cierta vulgarización del arte satírico.
El contexto de una crítica necesaria
Esta escalada debe entenderse en el marco más amplio de la crítica social que articula toda la franquicia. The Boys ha construido su universo como un espejo deformante de nuestra realidad, donde los superhéroes funcionan como corporaciones.
En este contexto, Musk representa el arquetipo del magnate que ha trascendido su ámbito empresarial. La crítica no se dirige únicamente al individuo, sino al fenómeno cultural que encarna.
La decisión de nombrarlo directamente múltiples veces representa un salto cualitativo respecto a aproximaciones anteriores. Es una apuesta que podría haber resultado gratuita, pero que los guionistas resuelven con cierta precisión narrativa.
Tradición y modernidad: un equilibrio complejo
Gen V logra mantener el equilibrio entre entretenimiento y crítica social, integrando ambos elementos de forma orgánica. No sacrifica su narrativa en aras del comentario político, una lección extraída de los mejores ejemplos del cine satírico clásico.
Sin embargo, uno no puede evitar cierta nostalgia por la elegancia de las grandes sátiras cinematográficas. Hitchcock sabía crear tensión con una simple mirada; Kubrick construía la crítica social desde la composición misma del encuadre.
La brillantez de Gen V reside en haber actualizado la tradición satírica sin traicionar completamente sus principios. Como las mejores obras del género, logra que riamos mientras reflexionamos, aunque con métodos que los maestros del cine clásico habrían considerado demasiado directos.
En una época donde la realidad supera constantemente a la ficción, iniciativas como esta demuestran que el arte audiovisual conserva su capacidad crítica. Gen V disecciona los excesos del poder con la gracia de un humorista consumado, aunque uno echa de menos la sofisticación visual de las grandes obras cinematográficas.