Del Toro rechaza la IA y gasta $120M creando Frankenstein… a mano

Descubre el Frankenstein de Guillermo del Toro en Netflix: una obra sobre perdón y conexión humana que desafía lo digital con 120 millones de inversión.

✍🏻 Por Alex Reyna

agosto 22, 2025

• Guillermo del Toro materializa tras treinta años su visión más personal de Frankenstein, explorando la humanidad desde una perspectiva íntima y artesanal.

• El realizador mexicano rechaza la narrativa tradicional de horror para crear una biografía emocional sobre el perdón, la comprensión y la conexión humana.

• Netflix apuesta fuerte con 120 millones de dólares por una producción que abraza lo analógico frente a la era digital y la inteligencia artificial.

Hay proyectos que germinan en silencio durante décadas, como semillas esperando el momento exacto para florecer. En el caso de Guillermo del Toro, esa semilla llevaba treinta años susurrándole al oído una historia que creía conocer, pero que en realidad apenas había comenzado a comprender.

Frankenstein, ese mito fundacional de la ciencia ficción moderna, ha encontrado en el realizador mexicano no solo un intérprete, sino un traductor de emociones universales. Y es que cuando del Toro habla de su Frankenstein, no menciona tornillos en el cuello ni laboratorios chisporroteantes. Habla de paternidad, de abandono, de esa terrible soledad que surge cuando quien debería amarnos nos da la espalda.

Es fascinante cómo un director puede tomar un texto que hemos visto adaptado hasta la saciedad y encontrar en él algo completamente nuevo, algo que siempre estuvo ahí pero que nadie se había detenido a observar con la paciencia necesaria.

Una criatura nacida del corazón, no del laboratorio

Del Toro ha construido su carrera explorando los márgenes, esos espacios donde lo monstruoso y lo humano se difuminan hasta volverse indistinguibles. En El laberinto del fauno nos mostró que los verdaderos monstruos no siempre tienen cuernos, y en La forma del agua nos enseñó que el amor puede florecer en las formas más inesperadas.

Ahora, con Frankenstein, parece haber encontrado la síntesis perfecta de todas sus obsesiones. «Es una historia como Pinocho, sobre una criatura creada por su padre y arrojada al mundo», explica del Toro, y en esa comparación hay una revelación.

No estamos ante otro relato de ciencia descontrolada, sino ante una parábola sobre la responsabilidad emocional. Victor Frankenstein, interpretado por Oscar Isaac, no es el científico loco de las adaptaciones clásicas, sino un padre que huye de las consecuencias de su creación.

La decisión de estructurar el filme como una «biografía de personajes» resulta especialmente intrigante. Durante la primera mitad seguiremos a Victor, pero a mitad de metraje la perspectiva se desplazará hacia la criatura de Jacob Elordi.

Es un movimiento narrativo que recuerda a Psicosis, donde Hitchcock nos obligaba a replantearnos nuestras lealtades emocionales. Aquí, del Toro parece querer que experimentemos esa transferencia de empatía que define toda gran tragedia.

El arte de lo tangible en tiempos digitales

Hay algo profundamente subversivo en la decisión de del Toro de rechazar los efectos digitales y la inteligencia artificial para su Frankenstein. En una época donde la tecnología promete soluciones instantáneas para cualquier desafío visual, el realizador mexicano elige el camino más arduo: construir cada decorado a mano, esculpir cada detalle con sus propias manos.

Esta filosofía artesanal no es mero capricho estético. Es una declaración de principios que resuena con los temas centrales de la obra de Mary Shelley.

Si Frankenstein trata sobre la creación de vida artificial, ¿qué mejor manera de honrar esa premisa que creando un mundo cinematográfico completamente orgánico? Del Toro entiende que la textura, el peso, la imperfección de lo hecho a mano comunican verdades emocionales que ningún algoritmo puede replicar.

La apuesta de Netflix con 120 millones de dólares demuestra una confianza poco común en la visión autoral. El plan de distribución —estreno en Venecia el 30 de agosto, tres semanas en cines desde el 17 de octubre, y llegada a la plataforma el 7 de noviembre— sugiere una estrategia que respeta tanto la experiencia cinematográfica como las nuevas formas de consumo audiovisual.

Monstruos que nos miran al espejo

«No es una historia de advertencia: trata sobre el perdón, la comprensión y la importancia de escucharnos unos a otros», afirma del Toro, y en esa frase se condensa toda su filosofía cinematográfica. Sus monstruos nunca han sido verdaderamente monstruosos; son espejos deformados que reflejan nuestras propias contradicciones y miedos.

En tiempos donde la polarización social parece irreversible, donde el diálogo se ha vuelto un arte perdido, la propuesta de del Toro adquiere una urgencia particular. Su Frankenstein no busca asustarnos con lo diferente, sino invitarnos a reconocer nuestra humanidad compartida en lo aparentemente ajeno.

La elección de Oscar Isaac y Jacob Elordi como protagonistas sugiere una aproximación que privilegia la intensidad emocional sobre el espectáculo visual. Isaac, con su capacidad para transmitir vulnerabilidad masculina, y Elordi, cuya presencia física puede comunicar tanto amenaza como fragilidad, parecen perfectos para explorar esa dualidad que define a los personajes de Shelley.

Después de tres décadas gestando esta visión, Guillermo del Toro no nos entrega simplemente otra adaptación de Frankenstein. Nos ofrece una meditación sobre lo que significa crear, amar y abandonar.

En sus manos, la criatura de Mary Shelley se convierte en un espejo donde reconocer nuestras propias cicatrices emocionales, esas que llevamos ocultas pero que definen quiénes somos.

Quizás esa sea la verdadera genialidad de del Toro: entender que los mejores monstruos no son aquellos que nos persiguen en pesadillas, sino los que nos acompañan en la vigilia, recordándonos que la línea entre lo humano y lo monstruoso es mucho más delgada de lo que nos gusta admitir.

Su Frankenstein promete ser no solo una película, sino una invitación a la empatía en tiempos donde esta parece un superpoder en extinción.


Sobre Alex Reyna

Mi primer recuerdo de infancia es ver El Imperio Contraataca en VHS. Desde entonces, la ciencia ficción ha sido mi lenguaje. He montado Legos, he visto Interstellar más veces de las que debería, y siempre estoy buscando la próxima historia que me vuele la cabeza. Star Wars, Star Trek, Dune, Nolan… si tiene naves o viajes temporales, cuenta conmigo.

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