• Doce series de anime queridas que se extendieron más de la cuenta, perdiendo por el camino esa magia que las hizo especiales en primer lugar.
• Como otaku empedernida, me rompe el corazón ver cómo algunas de mis series favoritas se convirtieron en versiones diluidas de su antigua grandeza.
• Desde titanes como One Piece hasta tragedias recientes como The Promised Neverland, ninguna franquicia está libre de caer en la sobreexplotación.
¿Conocéis esa sensación tan agridulce de ver cómo una serie que adoráis con toda vuestra alma empieza a perder esa chispa especial? Ese momento exacto en el que pensáis «madre mía, ojalá hubiera terminado cuando estaba en su mejor momento». Como otaku de toda la vida, he vivido esta experiencia más veces de las que me gustaría reconocer, y os juro que no hay nada más descorazonador que ver cómo una historia preciosa se va diluyendo entre episodios de relleno, arcos que no aportan nada o, lo que es peor, traiciona completamente su esencia original.
El mundo del anime está repleto de estas historias de amor no correspondido entre nosotros, los fans, y las series que se niegan a despedirse con la dignidad que merecen. Desde shonen que se alargan hasta el infinito hasta seinen que pierden completamente el norte, hoy quiero hablaros de esas doce series que, por mucho cariño que les tengamos, deberían haber dicho «sayonara» mucho antes.
One Piece: El Viaje que No Tiene Fin
Empiezo con el gigante absoluto. One Piece, con sus casi 1.200 episodios, es una bestia narrativa que ha conquistado corazones durante décadas. Recuerdo cuando empecé a verlo allá por 2005, pensando que pronto alcanzaría el final. Qué inocente era.
La obra de Oda tiene momentos que te ponen los pelos de punta, arcos que te hacen llorar como una magdalena, pero su longevidad se ha convertido en su mayor enemigo. Es como intentar convencer a alguien de que se lea El Quijote completo para entender una referencia. El amor está ahí, pero la barrera de entrada es brutal.
Toei Animation ha hecho un trabajo increíble en muchos aspectos, pero el ritmo se ha vuelto tan pausado que a veces sientes que estás viendo la hierba crecer.
Naruto: El Ninja Eterno del Relleno
Ay, Naruto. Se me parte el alma incluirlo aquí porque genuinamente adoro la historia de nuestro ninja favorito. Crecí con él, lloré con él, celebré sus victorias como si fueran mías. Pero entre la serie clásica y Shippuden, tenemos más de 700 episodios, y una cantidad obscena son puro relleno.
¿Os acordáis de esos arcos interminables sobre la vida amorosa de personajes que apenas conocíamos? Pierrot nos obsequió con episodios sobre cualquier cosa menos avanzar la trama principal. Mientras tanto, Sasuke seguía en paradero desconocido y nosotros viendo cómo Naruto perseguía avestruces. Dattebayo, pero qué frustración más grande.
The Promised Neverland: La Traición que Más Duele
Esta me duele en el alma. La primera temporada de Yakusoku no Neverland fue una obra maestra absoluta: thriller psicológico, estrategia pura, supervivencia… Todo perfecto. CloverWorks había creado algo mágico.
Luego llegó la segunda temporada y decidió saltarse arcos enteros del manga, traicionando completamente la esencia de lo que hacía especial a esta historia. Es el ejemplo más doloroso de cómo una adaptación puede destrozar una franquicia completa. A veces es mejor parar cuando estás en la cima que arriesgarte a caer tan bajo que no puedas levantarte.
Psycho-Pass: Cuando el Cyberpunk Pierde su Filosofía
La primera temporada de Psycho-Pass es una joya absoluta del cyberpunk moderno. Urobuchi Gen nos regaló una reflexión profundísima sobre la moralidad, la tecnología y la naturaleza humana. Production I.G. la animó de forma sublime.
Pero las temporadas posteriores… madre mía, qué pena me da. Sin Urobuchi al timón, la serie perdió esa profundidad filosófica que la hacía tan especial. Se convirtió en otro thriller policiaco más, cuando había sido mucho más que eso. Es como ver cómo Ghost in the Shell se convierte en una serie de acción genérica.
Tokyo Ghoul: El Desastre de Pierrot
Hablando de adaptaciones que rompen corazones, Tokyo Ghoul merece una mención especial. El manga de Ishida Sui es una obra de arte, una reflexión preciosa sobre la identidad y la humanidad. Pero Pierrot… ay, qué desastre hicieron con las últimas temporadas.
La animación se volvió inconsistente, la narrativa se aceleró de forma incomprensible, y personajes complejos y matizados se redujeron a caricaturas. Es un caso de estudio de cómo NO adaptar un manga. Me imagino cómo habría quedado en manos de MAPPA o Madhouse, y se me cae una lágrima.
Fairy Tail: La Fórmula Mágica del Poder de la Amistad
Mashima-sensei tiene un talento innegable para crear personajes carismáticos. Pero Fairy Tail se convirtió en la serie del «poder de la amistad» llevado al extremo más absoluto. Cada arco seguía la misma fórmula: problema aparentemente imposible, momento dramático, y victoria gracias a los nakama.
Al principio tenía su encanto, de verdad que sí. Pero después de repetir la misma estructura narrativa una y otra vez, perdió toda su fuerza emocional. Es como escuchar tu canción favorita en bucle durante horas: al final, hasta lo que más te gusta acaba cansándote.
Case Closed: El Detective que Nunca Envejece
Detective Conan lleva emitiéndose desde 1996. Sí, habéis leído bien: 1996. Conan sigue siendo un niño después de casi tres décadas, y el misterio principal avanza a paso de tortuga coja.
Aoyama-sensei ha creado casos individuales absolutamente brillantes, algunos que te dejan con la boca abierta por su ingenio. Pero la trama principal se ha vuelto tan diluida que muchos fans hemos perdido la esperanza de ver una resolución satisfactoria en vida. Es como esperar a Godot, pero en versión anime.
Rent-A-Girlfriend: El Desarrollo que Nunca Llega
Esta serie me genera sentimientos muy encontrados. Tiene momentos genuinamente divertidos y emotivos, situaciones que te hacen reír a carcajadas. Pero el desarrollo de personajes es prácticamente inexistente. Kazuya sigue siendo igual de patético temporada tras temporada.
Es tremendamente frustrante ver cómo una premisa tan interesante se desperdicia en círculos narrativos que no llevan absolutamente a ninguna parte. Es como ver a alguien dando vueltas en una rotonda sin decidirse nunca por qué salida tomar.
Eureka Seven: La Secuela que Nadie Pidió
La serie original de Eureka Seven es preciosa. Bones nos regaló una historia de amor, mechas y coming-of-age absolutamente hermosa, con una animación que te quitaba el aliento. Renton y Eureka tenían una química especial, y la serie sabía equilibrar perfectamente acción y emoción.
Pero luego llegó AO y… mejor no hablemos de eso. Algunas historias están completas tal y como son, y no necesitan continuaciones que diluyan su mensaje original. Es como intentar hacer una secuela de El Viaje de Chihiro: hay cosas que es mejor dejar intactas.
The Seven Deadly Sins: El Declive Visual Más Doloroso
Nanatsu no Taizai empezó con una animación decente cortesía de A-1 Pictures y una historia entretenida llena de carisma. Pero conforme avanzaron las temporadas, especialmente cuando el proyecto cambió de estudio, la calidad visual se desplomó de forma dramática.
Ver cómo las peleas épicas se convertían en presentaciones de PowerPoint fue genuinamente doloroso. Studio Deen hizo lo que pudo, pero el contraste con las primeras temporadas era brutal. Me imagino lo que habría hecho MAPPA con esas peleas finales, y suspiro profundamente.
Bleach: El Arco que Sobró
Bleach tuvo un final perfecto después del arco de Aizen. Ichigo perdía sus poderes, había crecimiento real de personaje, resolución emocional… Kubo había cerrado el círculo de forma preciosa.
Pero no, tuvimos que tener el arco de Fullbring, que se sintió completamente innecesario y forzado. A veces el timing lo es todo en el anime, y Bleach perdió el suyo por completo. Aunque debo reconocer que el arco final de Thousand-Year Blood War está siendo una maravilla gracias a Pierrot.
Dragon Ball: Más Allá del Final Perfecto
Dragon Ball Z tuvo un final emotivo y satisfactorio. Goku pasaba la antorcha a la nueva generación, había paz en el universo, todo encajaba perfectamente. Toriyama había creado un cierre redondo y hermoso.
Pero luego llegaron GT y Super, diluyendo ese cierre perfecto. No digo que Super no tenga momentos absolutamente brillantes (la pelea de Goku vs Jiren me puso los pelos de punta), pero Z había cerrado el círculo de forma tan hermosa que cualquier continuación se sentía innecesaria.
Al final del día, criticar estas series no significa que las odiemos. Todo lo contrario: las queremos tanto que nos duele verlas perder su esencia. Como fans, merecemos historias que respeten tanto nuestro tiempo como nuestra inteligencia emocional.
El anime, como cualquier forma de arte, funciona mejor cuando sabe cuándo decir adiós. Algunas de las series más queridas de la historia son precisamente aquellas que terminaron en su momento álgido, dejándonos con ganas de más en lugar de cansados de tanto contenido. Porque al final, ¿no es mejor recordar una serie por su brillantez que por haberse quedado demasiado tiempo en el escenario?
Como decía Miyazaki-san, a veces la belleza está en saber cuándo parar. Y estas series, por mucho que las amemos, se olvidaron de esa lección tan importante.