• Un hombre sufrió convulsiones durante una proyección de The Conjuring: Last Rites mientras un obispo bendecía la sala con agua bendita en Texas.
• Este episodio me recuerda inevitablemente a las estratagemas de William Castle, aunque la sofisticación actual del marketing cinematográfico exige mayor escepticismo ante tales «fenómenos».
• El incidente ilustra cómo el cine de terror contemporáneo busca trascender la pantalla, difuminando las fronteras entre espectáculo y realidad de manera calculada.
El cine de terror ha encontrado en los últimos años una nueva dimensión que trasciende la pantalla. Lo que antaño era pura ficción cinematográfica parece ahora filtrarse en la realidad, creando momentos que desafían nuestra comprensión entre lo auténtico y lo teatral.
Los acontecimientos recientes en una sala de Texas nos obligan a reflexionar sobre los límites difusos entre la realidad y la representación. ¿Hasta dónde puede llegar el poder de sugestión del cine? La respuesta, como veremos, nos remite a los maestros del suspense que mejor comprendieron esta mecánica.
Un Espectáculo que Desafía la Credibilidad
Durante una proyección especial de The Conjuring: Last Rites en el Valle del Río Grande, Texas, se produjo un acontecimiento que ha dividido tanto a críticos como a espectadores. Un asistente comenzó a convulsionarse violentamente en plena función, momento en el que el obispo Bryan Ouellette procedió a bendecir el teatro con agua bendita.
La presencia del obispo Ouellette, conocido por sus apariciones en programas televisivos, no era casual. Este religioso ya había estado realizando bendiciones antes del incidente, lo que añade complejidad a la interpretación de los hechos.
La cuestión fundamental es si nos encontramos ante un fenómeno genuino o ante una puesta en escena orquestada. Como observador del cine durante décadas, he aprendido que la línea entre ambas posibilidades suele ser más delgada de lo que aparenta.
El Marketing del Miedo: De Castle a la Era Digital
La viralización inmediata del suceso nos recuerda inevitablemente a las estrategias de William Castle, quien revolucionó la promoción del terror con sus artilugios teatrales. Castle comprendía que el verdadero horror residía en la participación del espectador, no únicamente en lo proyectado.
Recordemos también cómo El Exorcista de Friedkin generó desmayos reales en 1973. Pero Friedkin nunca necesitó artificios externos: su dominio de la puesta en escena, del montaje y del diseño sonoro bastaba para provocar reacciones viscerales auténticas.
La sofisticación actual de las campañas publicitarias nos obliga a mantener una actitud escéptica. La franquicia Conjuring tiene un historial documentado de bendecir sus platós debido a supuestas «energías negativas», creando una narrativa que trasciende la película y se convierte en parte integral de su identidad comercial.
La Geografía del Misterio
La elección del Valle del Río Grande no parece fortuita. Esta región de Texas, impregnada de simbolismo católico, proporciona el contexto perfecto para un evento de estas características. Hitchcock ya nos enseñó la importancia de la localización como elemento narrativo: el lugar no es mero decorado, sino participante activo del drama.
El silencio de Warner Bros. ante el incidente puede interpretarse tanto como prudencia corporativa ante un fenómeno inexplicable, como parte de una estrategia para mantener vivo el misterio. En cualquier caso, demuestra comprensión de los mecanismos del suspense.
El Poder de la Sugestión Colectiva
Independientemente de la veracidad del suceso, resulta innegable su eficacia como fenómeno cultural. La proyección se transformó en un ritual colectivo que involucró a los asistentes como participantes activos de una experiencia que trascendía lo puramente visual.
Esta transformación de la sala de cine en espacio ceremonial nos remite a los orígenes del espectáculo. Bergman comprendía esta dimensión ritual del cine cuando hablaba de la sala oscura como catedral laica donde se celebran los misterios de la condición humana.
La reacción del público, dividida entre creyentes y escépticos, refleja nuestra relación contemporánea con lo sobrenatural en el contexto cinematográfico. Algunos espectadores expresaron su rechazo con comentarios como «Si hay que hacer todo eso, yo no voy», mientras otros encontraron confirmación de sus creencias más profundas.
Reflexiones sobre la Autenticidad
Lo que resulta fascinante de este episodio es cómo difumina deliberadamente las fronteras entre realidad y ficción. Sin embargo, echo en falta la sutileza de los grandes maestros del género. Kubrick jamás habría necesitado un obispo con agua bendita para generar inquietud: le bastaba con un plano secuencia por los pasillos del Overlook Hotel.
El cine, en su esencia más pura, siempre ha buscado provocar reacciones viscerales en el espectador. Este evento lleva esa premisa a su expresión más literal, aunque quizás menos artística.
El episodio de Texas nos confronta con preguntas fundamentales sobre la naturaleza del cine contemporáneo. Independientemente de si el incidente fue auténtico o fabricado, su impacto cultural resulta innegable.
En última instancia, quizás la pregunta más relevante no sea si el suceso fue real o simulado, sino qué nos dice sobre nuestra necesidad colectiva de experiencias que desafíen nuestra percepción. El cine, desde los hermanos Lumière, ha sido un medio para explorar lo inexplicable, y eventos como éste nos recuerdan que su poder para conmover permanece intacto, aunque los métodos hayan evolucionado considerablemente.