• Stranger Things 5 utilizará «Child in Time» de Deep Purple para cerrar su círculo narrativo, manteniendo la tradición de convertir clásicos de los 80 en portales emocionales hacia el pasado.
• La serie ha demostrado ser más que entretenimiento: es un experimento sociológico sobre cómo la nostalgia puede reprogramar nuestra relación con el tiempo y la memoria colectiva.
• El fenómeno «Running Up That Hill» reveló el verdadero poder de la ficción especulativa: no predecir el futuro, sino resucitar pasados que nunca vivimos pero que sentimos nuestros.
¿Qué sucede cuando una serie de televisión logra que una canción de 1985 vuelva a sonar en todas las radios del mundo? Stranger Things no es sólo entretenimiento; es una máquina del tiempo emocional que utiliza la música como combustible.
Cada acorde, cada melodía, funciona como un hechizo que nos transporta a una década que muchos no vivimos pero que sentimos profundamente nuestra. Es el mismo mecanismo que hace que Blade Runner siga siendo relevante décadas después: no importa cuándo la veas, siempre habla de tu presente.
La arquitectura sonora de la nostalgia
La música en Stranger Things nunca ha sido decorativa. Es arquitectura narrativa, un lenguaje que habla directamente a nuestro inconsciente colectivo.
Como en las mejores obras de ciencia ficción, cada elemento está calculado para generar una respuesta emocional específica. Los Duffer Brothers entienden algo que Philip K. Dick sabía bien: la realidad es maleable, y la memoria es el material con el que se construye.
Para la quinta temporada, ambientada en el otoño de 1987, han elegido «Child in Time» de Deep Purple. «Sweet child, in time, you’ll see the line / the line that’s drawn between good and bad», canta la banda. Esas palabras resuenan como una profecía para unos personajes que han crecido en pantalla, enfrentándose a dilemas cada vez más complejos.
El experimento Kate Bush
El fenómeno de «Running Up That Hill» en la cuarta temporada fue revelador. Una canción de 1985 alcanzó el puesto número 3 en las listas de Billboard en 2022.
No fue sólo nostalgia; fue resurrección cultural. La serie demostró su capacidad para funcionar como un puente entre épocas, convirtiendo el pasado en presente vivo.
Me recuerda a cuando vi Her por primera vez. Spike Jonze no estaba hablando del futuro de la inteligencia artificial; estaba diseccionando nuestra relación presente con la tecnología. Stranger Things hace algo similar, pero en dirección contraria: usa el pasado para hablarnos de quiénes somos ahora.
La evolución del sonido y el alma
Lo fascinante de la progresión musical de Stranger Things es cómo refleja la maduración de sus protagonistas. Las canciones han ido oscureciéndose, volviéndose más complejas, igual que los dilemas morales que enfrentan los personajes.
«Child in Time», con sus más de diez minutos de duración y su estructura épica, sugiere una temporada que no tendrá prisa por llegar a sus conclusiones. Es música para contemplar el abismo, para enfrentar las consecuencias de años de batallas contra lo sobrenatural.
Esta progresión me recuerda a la evolución tonal de Star Wars: de la esperanza luminosa de Una Nueva Esperanza a la complejidad moral de El Imperio Contraataca. Los personajes crecen, y con ellos, la sofisticación narrativa.
El espejo de nuestra propia infancia perdida
Hay algo profundamente humano en la forma en que Stranger Things utiliza la música como vehículo emocional. No importa si viviste los 80 o no; la serie logra que esas canciones se sientan como la banda sonora de tu propia infancia perdida.
La música de los 80 tenía una cualidad particular: hablaba del futuro desde el presente, imaginaba mundos posibles, soñaba con tecnologías que cambiarían nuestras vidas.
Stranger Things toma esa música y la usa para hablar del pasado desde nuestro presente, creando una espiral temporal que nos hace reflexionar sobre lo que hemos perdido y lo que hemos ganado.
Es el mismo mecanismo que hace que Arrival funcione tan bien: no se trata de los alienígenas, sino de cómo percibimos el tiempo y la pérdida.
La tecnología de la emoción
Como ingeniero que soy, me fascina analizar cómo funciona esta maquinaria emocional. Los Duffer Brothers han creado un sistema perfecto: toman elementos familiares (música, referencias culturales, arquetipos narrativos) y los recombinan para generar algo que se siente nuevo pero reconocible.
Es ingeniería emocional aplicada. Cada canción está elegida no sólo por su valor nostálgico, sino por su función narrativa específica. «Child in Time» no es casualidad; es la pieza que encaja perfectamente en el puzzle final.
El último baile
Con la quinta temporada acercándose, la serie se prepara para su acto final. La elección de «Child in Time» sugiere una despedida que será tanto celebración como lamento.
Los niños de Hawkins han crecido, y nosotros con ellos. La música seguirá siendo el hilo conductor, el elemento que transforme la ficción en memoria personal.
Porque al final, Stranger Things nunca fue sólo sobre monstruos interdimensionales. Fue sobre el monstruo del tiempo, ese que nos devora a todos, y sobre cómo la música puede, aunque sea por unos minutos, detener su avance implacable.
Cuando suenen los últimos acordes de la serie, nos quedaremos con algo más valioso que el recuerdo de una buena historia. Nos quedaremos con una banda sonora que ha redefinido nuestra relación con el pasado, convirtiendo la nostalgia en algo vivo, palpitante, eterno.
Stranger Things terminará, pero su música seguirá sonando en algún lugar de nuestro interior, recordándonos que algunos portales nunca se cierran del todo.