Por Qué TODOS los Remakes de Hollywood Son una ESTAFA (y tú caes)

Hollywood prioriza el beneficio sobre el arte, con remakes mediocres que traicionan el legado original. ¿Dónde quedó la audacia narrativa?

✍🏻 Por Tomas Velarde

agosto 6, 2025

• Los remakes de Hollywood de la última década han demostrado ser ejercicios de mediocridad que traicionan el legado de las obras originales.

• La industria cinematográfica prioriza el beneficio económico sobre la integridad artística, utilizando nombres reconocibles para vender productos vacíos de contenido.

• Esta tendencia representa una crisis creativa que refleja la incapacidad de los estudios para generar narrativas originales y arriesgadas.

El cine contemporáneo atraviesa una época de profunda crisis creativa. Los grandes estudios, obnubilados por la rentabilidad inmediata, han convertido el remake en una fórmula tan predecible como decepcionante.

Donde antes existía la valentía de explorar territorios narrativos inexplorados, ahora impera la cobardía comercial que se refugia en el reconocimiento de títulos consagrados. Recuerdo vívidamente las discusiones en los foros de cinéfilos de finales de los 90, cuando aún creíamos que Hollywood podía sorprendernos.

Esta práctica no es nueva en la historia del cinematógrafo, pero nunca había alcanzado las cotas de mediocridad sistemática que presenciamos en la actualidad. Cuando Howard Hawks reinterpretó «Río Bravo» en múltiples ocasiones, lo hacía desde la maestría y la comprensión profunda del lenguaje cinematográfico.

Los remakes actuales, por el contrario, parecen ejercicios de ingeniería inversa destinados a extraer hasta la última gota de valor comercial de propiedades intelectuales ya explotadas.

La Traición al Legado Cinematográfico

El problema fundamental de estos remakes no reside únicamente en su calidad intrínseca, sino en la inevitable comparación con sus predecesores. Tomemos como ejemplo el reciente «El Rey León» de Jon Favreau: técnicamente impecable, emocionalmente inerte.

La versión original de 1994 poseía la calidez artesanal de la animación tradicional, donde cada fotograma era una decisión consciente. La versión de 2019, pese a su espectacularidad visual, carece del alma que solo puede aportar la intervención humana directa en el proceso creativo.

Los remakes de los últimos diez años han demostrado una y otra vez su incapacidad para justificar su propia existencia. «Mulan» de Niki Caro eliminó precisamente los elementos que hacían memorable al original, mientras que «West Side Story» de Spielberg, pese a la maestría técnica del realizador, no logró encontrar una razón de ser más allá del ejercicio nostálgico.

No aportan nuevas perspectivas, no profundizan en los temas originales, ni siquiera logran actualizar eficazmente las propuestas para las audiencias contemporáneas.

El Casting como Estrategia de Marketing

Una de las estrategias más recurrentes en estos proyectos es la utilización de estrellas reconocibles para compensar la falta de originalidad narrativa. Los estudios confían en que el carisma de determinados intérpretes pueda suplir las carencias del guión y la dirección.

Esta aproximación revela una comprensión superficial del arte cinematográfico. El casting, en manos de maestros como William Wyler o George Stevens, era una herramienta narrativa más, un elemento que servía a la construcción dramática del filme.

En los remakes contemporáneos, se ha convertido en una muleta comercial que pretende sostener estructuras narrativas endebles. La diferencia es abismal.

Cuando Hitchcock elegía a sus protagonistas, lo hacía pensando en cómo sus personalidades cinematográficas enriquecerían la propuesta visual y temática de la obra. Los remakes actuales seleccionan intérpretes basándose en su capacidad de generar expectación mediática, no en su idoneidad artística para el proyecto.

La Ausencia de Visión Autoral

Quizás el aspecto más preocupante de esta tendencia sea la sistemática ausencia de visión autoral en estos proyectos. Los grandes remakes de la historia del cine —pensemos en «Scarface» de Brian De Palma o «The Thing» de John Carpenter— funcionaban porque sus directores aportaban una perspectiva personal y distintiva al material original.

De Palma transformó la «Scarface» de Hawks en un fresco operístico sobre el exceso americano, utilizando su dominio del movimiento de cámara y la puesta en escena para crear algo genuinamente nuevo. Carpenter, por su parte, convirtió «The Thing from Another World» en una parábola paranoica que reflejaba las tensiones de la Guerra Fría.

Los remakes contemporáneos parecen productos de comité, obras diseñadas para no ofender a nadie y, por tanto, incapaces de emocionar a alguien. La dirección se convierte en un ejercicio de gestión de recursos más que en una expresión artística.

El resultado son películas técnicamente competentes pero emocionalmente inertes. Esta aproximación industrial al remake revela una profunda incomprensión de lo que hace memorable a una obra cinematográfica.

El Público como Víctima y Cómplice

El fenómeno de los remakes fallidos no puede entenderse sin analizar el papel del público contemporáneo. Las audiencias actuales, bombardeadas por estrategias de marketing cada vez más sofisticadas, acuden a las salas movidas por la nostalgia y la familiaridad más que por la curiosidad artística.

Esta dinámica crea un círculo vicioso en el que los estudios producen remakes porque el público los consume, y el público los consume porque los estudios no ofrecen alternativas más arriesgadas.

El resultado es un empobrecimiento progresivo del panorama cinematográfico. Sin embargo, sería injusto culpar exclusivamente al público de esta situación.

Los espectadores han sido educados durante décadas en el consumo de productos cinematográficos estandarizados. La responsabilidad última recae en una industria que ha renunciado a su función educativa y cultural en favor del beneficio inmediato.

La Nostalgia como Arma de Doble Filo

Los remakes de la última década han demostrado que la nostalgia, mal gestionada, puede convertirse en el enemigo más peligroso de la creatividad cinematográfica. En lugar de utilizar la memoria colectiva como punto de partida para nuevas exploraciones artísticas, estos proyectos la explotan como un recurso comercial más.

La verdadera nostalgia cinematográfica debería impulsar la creación de obras que honren el espíritu de los clásicos sin limitarse a reproducir sus formas externas. Los grandes directores del pasado no temían reinterpretar géneros y fórmulas porque entendían que el cine es un arte en constante evolución.

Los remakes actuales, por el contrario, parecen museos de cera cinematográficos: reproducciones que capturan la apariencia externa de las obras originales pero carecen por completo de su alma artística.

La proliferación de remakes mediocres en la última década no es simplemente un problema estético, sino un síntoma de una crisis más profunda que afecta a los cimientos mismos de la industria cinematográfica.

Cuando los estudios renuncian a la innovación en favor de la repetición, no solo empobrecen el panorama cultural contemporáneo, sino que hipotecan el futuro del medio.

La solución no pasa por prohibir los remakes, sino por exigir que surjan de una necesidad artística genuina, no comercial. Es imperativo recuperar el respeto hacia el oficio cinematográfico y la confianza en la inteligencia del público.

Solo así podremos aspirar a que el cine recupere su función primordial: no la de entretenimiento pasivo, sino la de arte transformador capaz de expandir nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos. El cine merece algo mejor que esta mediocridad sistemática.


Cinéfilo empedernido, coleccionista de vinilos de bandas sonoras y defensor de la sala de cine como templo cultural. Llevo más de una década escribiendo sobre cine clásico, directores de culto y el arte de la narrativa visual. Creo que no hay nada como un plano secuencia bien ejecutado y que el cine perdió algo cuando dejó de oler a celuloide.

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