Por qué los villanos de terror nunca mueren (y las franquicias tampoco)

Descubre cómo las sagas de terror renacen perpetuamente, reflejando nuestra necesidad de enfrentar miedos primordiales con nuevas narrativas emocionantes.

✍🏻 Por Alex Reyna

agosto 21, 2025

• Las franquicias de terror operan como experimentos de resurrección perpetua, donde la muerte nunca es definitiva ni para los villanos ni para las propias sagas cinematográficas.

• Como en cualquier distopía que se precie, el verdadero enemigo de estos inmortales no son los protagonistas, sino la viabilidad económica que determina su supervivencia.

• Estos ciclos de muerte y renacimiento reflejan nuestra necesidad colectiva de revivir lo familiar mientras evolucionamos, creando metáforas perfectas sobre la naturaleza cíclica de la creatividad.

¿Habéis notado alguna vez cómo las franquicias de terror funcionan como experimentos de resurrección perpetua? No me refiero sólo a que Jason Voorhees regrese de entre los muertos una y otra vez, sino a algo más profundo: la capacidad de una saga cinematográfica para renacer cuando parecía condenada al olvido.

Recuerdo pausar Scream (2022) para anotar una reflexión que me surgió: estas resurrecciones no son tan diferentes de los ciclos temporales en Groundhog Day o las líneas temporales de Star Trek. Es fascinante observar cómo, de vez en cuando, surge un cineasta que logra insuflar vida nueva a lo que parecía un cadáver creativo, aplicando la misma lógica que vemos en la ciencia ficción cuando explora conceptos de inmortalidad artificial.

En el universo del terror, la muerte nunca es definitiva. Ni para los villanos ni para las propias franquicias. Y quizás ahí radique una de las reflexiones más interesantes sobre nuestra relación con estas historias: nuestra necesidad constante de revivir lo familiar, de encontrar nuevas formas de enfrentarnos a los mismos miedos primordiales, pero envueltos en narrativas que evolucionen con nosotros.

El ciclo eterno de la decadencia y el renacimiento

Las franquicias de terror operan bajo una lógica peculiar que desafía las leyes naturales tanto del cine como de la narrativa tradicional. Es como si siguieran las reglas de un universo distópico donde la extinción es imposible. Mientras que en otros géneros una secuela fallida puede enterrar definitivamente una saga, el terror parece inmune a la muerte creativa.

Esta resistencia a la extinción me recuerda a los replicantes de Blade Runner: aparentemente inmortales, pero vulnerables a fuerzas que escapan a su control. Los villanos regresan, las historias se reinventan, y el público, de alguna manera, siempre está dispuesto a darles una oportunidad más.

El terror toca fibras primitivas de nuestra psique, miedos que trascienden épocas y modas cinematográficas. Por eso, cuando una franquicia parece agotada, siempre existe la posibilidad de que alguien encuentre una nueva forma de explorar esos terrores universales. Es el mismo principio que permite que Star Wars se reinvente generación tras generación.

El problema surge cuando los estudios confunden repetición con innovación. Es sencillo aumentar el factor gore, multiplicar las víctimas o hacer más espectacular la violencia. Lo complejo es conseguir que el público se preocupe por personajes que parecen destinados a una muerte temprana. Ahí radica la diferencia entre una secuela más y una verdadera resurrección creativa.

Cuando la creatividad vence a la fórmula

Los cineastas que logran salvar franquicias moribundas comparten una característica común: no se conforman con aplicar la fórmula establecida. Actúan como ingenieros narrativos, desmontando la maquinaria de la franquicia para entender qué componentes siguen funcionando y cuáles necesitan una actualización radical.

Entienden que el verdadero terror no reside en la repetición mecánica de tropos, sino en la capacidad de sorprender, de subvertir expectativas. Es lo mismo que hace la buena ciencia ficción: toma elementos conocidos y los recombina de formas inesperadas para crear algo que se siente familiar y revolucionario a la vez.

Estos directores actúan como arqueólogos creativos, excavando en los cimientos de la franquicia para encontrar elementos que habían quedado inexplorados. No se trata de reinventar completamente la rueda, sino de descubrir que esa rueda puede girar en direcciones que nadie había considerado antes.

La clave está en equilibrar respeto por el material original con valentía para experimentar. Es un acto de equilibrismo creativo: mantener suficientes elementos familiares para no alienar a los fans, pero introducir suficientes novedades para justificar la existencia de la nueva entrega.

El factor humano en el horror tecnológico

Una de las lecciones más valiosas que nos enseñan estas resurrecciones exitosas es la importancia del elemento humano. Las mejores secuelas que han salvado franquicias no lo han hecho aumentando el presupuesto o mejorando los efectos especiales, sino profundizando en la psicología de sus personajes.

Esto me lleva a pensar en cómo Alien funciona tanto como horror como ciencia ficción: no nos asusta la criatura en sí, sino lo que representa sobre nuestra vulnerabilidad ante lo desconocido. El terror más efectivo siempre ha sido el que nos hace identificarnos con las víctimas, el que nos permite ver reflejados nuestros propios miedos y vulnerabilidades.

Cuando una franquicia olvida este principio fundamental y se centra únicamente en la mecánica del susto o la espectacularidad de la violencia, pierde su alma. Es como una inteligencia artificial que puede imitar perfectamente las formas del horror pero no comprende su esencia emocional.

Los cineastas que logran revitalizar estas sagas entienden que el verdadero horror surge de la empatía. Nos asustamos porque nos importa lo que les sucede a los protagonistas, porque podemos imaginarnos en su lugar, porque sus miedos resuenan con los nuestros.

La paradoja de la inmortalidad comercial

Existe una ironía deliciosa en el hecho de que los villanos de estas franquicias, aparentemente inmortales dentro de sus universos narrativos, sean en realidad extremadamente vulnerables a una fuerza externa: la viabilidad económica. Es una distopía perfecta donde el dinero determina quién vive y quién muere.

Esta realidad comercial crea una tensión fascinante entre arte y negocio. Por un lado, la presión económica puede llevar a la producción de secuelas formulaicas y sin alma. Por otro, esa misma presión puede motivar a los estudios a buscar enfoques creativos frescos cuando las fórmulas tradicionales dejan de funcionar.

Es en estos momentos de crisis creativa y comercial cuando surgen las oportunidades para los cineastas visionarios. Cuando una franquicia está al borde del abismo, los estudios se vuelven más receptivos a propuestas arriesgadas, a experimentos que en circunstancias normales considerarían demasiado alejados de la fórmula probada.

Me recuerda a los momentos de desesperación en The Martian, donde la necesidad extrema genera las soluciones más innovadoras.

El espejo de nuestros miedos colectivos

Las franquicias de terror que logran reinventarse exitosamente no sólo nos hablan de la habilidad de sus creadores, sino también de nuestra evolución como sociedad. Cada generación encuentra nuevas formas de interpretar los miedos clásicos, nuevas metáforas para expresar las ansiedades contemporáneas.

Un villano que aterrorizaba a las audiencias de los años 80 puede resultar anacrónico para el público actual, no porque hayamos perdido la capacidad de asustarnos, sino porque nuestros miedos han evolucionado. Los cineastas inteligentes entienden esto y adaptan sus enfoques en consecuencia.

Hoy tememos más a la vigilancia digital que a los asesinos con máscaras. Nos aterra más la manipulación de la información que los monstruos físicos. Las mejores resurrecciones de franquicias captan estos cambios y los integran en sus narrativas.

Esta capacidad de adaptación es lo que separa las resurrecciones exitosas de los intentos fallidos. No basta con traer de vuelta a un personaje icónico; hay que encontrar formas de hacer que ese personaje siga siendo relevante para una nueva generación de espectadores.

La temporalidad del éxito creativo y el futuro digital

Es importante reconocer que estas resurrecciones creativas suelen ser temporales. Una secuela brillante puede salvar una franquicia, pero eso no garantiza que las siguientes entregas mantengan ese nivel de calidad. El éxito creativo es difícil de sostener, especialmente cuando entra en juego la presión comercial de capitalizar rápidamente ese renacimiento.

Las plataformas de streaming están cambiando estas dinámicas de formas que apenas comenzamos a entender. Netflix, Amazon Prime y Disney+ operan con métricas diferentes a las taquilleras tradicionales, lo que podría permitir experimentos más arriesgados o, paradójicamente, fórmulas aún más conservadoras.

Esta naturaleza efímera del éxito no disminuye su valor. Al contrario, hace que estas resurrecciones sean aún más preciosas. Son recordatorios de que, incluso en el contexto más comercial y formulaico, siempre existe espacio para la creatividad genuina.

Cada una de estas resurrecciones exitosas funciona como una pequeña revolución dentro de su franquicia, un momento en el que la creatividad triunfa sobre la complacencia, en el que alguien decide que vale la pena intentar algo diferente.


Al final, estas franquicias de terror y sus resurrecciones periódicas nos ofrecen una metáfora perfecta sobre la naturaleza cíclica de la creatividad en el cine comercial. Como los propios villanos que las protagonizan, las buenas ideas nunca mueren realmente; simplemente esperan el momento adecuado y la persona indicada para volver a la vida.

Y quizás esa sea la lección más valiosa que podemos extraer de estos experimentos de resurrección cinematográfica: que mientras existan cineastas dispuestos a arriesgar, a experimentar, a buscar nuevas formas de contar historias familiares, siempre habrá esperanza para que lo aparentemente muerto vuelva a caminar entre nosotros.

Al fin y al cabo, en el cine como en el terror, la muerte nunca es el final de la historia. Es simplemente una pausa antes del siguiente acto.


Sobre Alex Reyna

Mi primer recuerdo de infancia es ver El Imperio Contraataca en VHS. Desde entonces, la ciencia ficción ha sido mi lenguaje. He montado Legos, he visto Interstellar más veces de las que debería, y siempre estoy buscando la próxima historia que me vuele la cabeza. Star Wars, Star Trek, Dune, Nolan… si tiene naves o viajes temporales, cuenta conmigo.

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