• Las predicciones para los Óscar de 2026 sitúan a «Hamnet» y «Sinners» como las películas con mayor potencial de nominaciones, con once candidaturas cada una.
• La temporada de premios promete un enfrentamiento fascinante entre el cine de autor y las grandes producciones, con directores como Paul Thomas Anderson y Chloé Zhao liderando las quinielas.
• Warner Bros. y Netflix encabezan la carrera de los estudios con 22 y 21 nominaciones proyectadas respectivamente, evidenciando el nuevo equilibrio de poder en Hollywood.
Cada año, cuando las hojas comienzan a caer y los festivales de cine cobran protagonismo, surge esa pregunta inevitable que obsesiona a críticos, cinéfilos y profesionales de la industria por igual: ¿quién se alzará con la codiciada estatuilla dorada?
La temporada de premios es, sin duda, uno de los rituales más fascinantes del séptimo arte, donde convergen la excelencia artística, las estrategias comerciales y esa pizca de imprevisibilidad que hace del cine un arte tan cautivador.
Las predicciones para los Óscar de 2026 ya están sobre la mesa, y debo confesar que, tras décadas observando estos vaivenes, pocas veces he visto un panorama tan prometedor y, a la vez, tan incierto.
Entre adaptaciones literarias ambiciosas, el regreso de maestros consagrados y la emergencia de nuevas voces, esta temporada promete recordarnos por qué el cine sigue siendo el arte más democrático y, paradójicamente, el más elitista de todos.
Un panorama de contendientes excepcionales
La carrera hacia los Óscar de 2026 se presenta con una diversidad que habría hecho las delicias de André Bazin. En la cúspide de las predicciones encontramos a «Hamnet», una adaptación que, si cumple las expectativas, podría recordarnos a esas grandes obras literarias llevadas al cine con la maestría de un David Lean.
Con once nominaciones proyectadas, «Hamnet» no sólo aspira a la Mejor Película, sino que promete ser un ejercicio de virtuosismo técnico y narrativo. La elección de esta obra de Maggie O’Farrell como material de partida sugiere una apuesta por la profundidad psicológica y la riqueza visual que tanto echamos de menos en el cine contemporáneo.
Sin embargo, la experiencia me dice que las adaptaciones literarias son terreno resbaladizo. Por cada «Lawrence de Arabia» que trasciende su fuente, encontramos una docena de intentos fallidos que confunden la fidelidad textual con la coherencia cinematográfica.
Junto a ella, «Sinners» emerge como su principal rival, también con once nominaciones previstas. Esta dualidad en la cima nos recuerda a esas memorables confrontaciones de antaño, como la que protagonizaron «Amadeus» y «Pasaje a la India» en 1985, donde la excelencia artística se medía en múltiples frentes.
Aunque me temo que la paridad en las predicciones podría responder más a cálculos de marketing que a méritos puramente artísticos.
El regreso de los maestros
Paul Thomas Anderson, ese heredero espiritual de los grandes autores americanos, aparece como favorito para el Óscar al Mejor Director. Su presencia en estas quinielas no sorprende a quienes hemos seguido su trayectoria desde «Hard Eight».
Anderson posee esa rara habilidad de combinar la precisión técnica de un Kubrick con la sensibilidad humana de un Altman. Recuerdo vívidamente ese plano secuencia en «Boogie Nights» donde la cámara serpentea por la piscina, revelando personajes y tensiones con la elegancia de un Ophüls.
La inclusión de Chloé Zhao entre los favoritos añade una dimensión contemporánea a la competición. Su capacidad para capturar la esencia de los paisajes americanos con una mirada poética la sitúa en la tradición de los grandes cronistas visuales del cine estadounidense.
Sin embargo, su trabajo posterior a «Nomadland» me genera ciertas reservas sobre su capacidad para mantener esa intimidad cuando se enfrenta a producciones de mayor envergadura.
Ryan Coogler, por su parte, representa esa nueva generación de cineastas que han sabido equilibrar la espectacularidad comercial con la profundidad temática. Su presencia en estas predicciones confirma que la Academia ha ampliado, afortunadamente, su concepto de excelencia cinematográfica.
Aunque uno no puede evitar preguntarse si esta apertura responde a criterios artísticos genuinos o a presiones externas que poco tienen que ver con la mise-en-scène.
Las interpretaciones que marcarán la temporada
En el apartado interpretativo, las predicciones sitúan a Wagner Moura como favorito al Mejor Actor. Moura, conocido por su intensidad dramática, podría ofrecernos una de esas interpretaciones que trascienden la pantalla y se instalan en la memoria colectiva del cine.
Su trabajo me recuerda a esos grandes intérpretes del método que sabían encontrar la verdad emocional sin caer en el exhibicionismo. Pienso en ese momento en «Narcos» donde una simple mirada transmite más que páginas de diálogo.
Jessie Buckley, proyectada como ganadora del Óscar a la Mejor Actriz, representa esa nueva generación de intérpretes británicas que han sabido heredar la tradición de las grandes damas del cine inglés.
Su versatilidad y compromiso con personajes complejos la convierten en una candidata formidable. En «Estoy pensando en dejarlo» demostró esa capacidad de habitar múltiples realidades sin perder la coherencia interpretativa.
La categoría de reparto promete ser especialmente reñida, con nombres que sugieren un nivel interpretativo excepcional. Estas predicciones nos recuerdan que, más allá de los efectos visuales y las grandes producciones, el cine sigue siendo, fundamentalmente, el arte de contar historias a través de seres humanos creíbles.
La batalla de los estudios
El análisis de las nominaciones por estudios revela el nuevo mapa de poder en Hollywood. Warner Bros., con 22 nominaciones proyectadas, demuestra que los estudios tradicionales siguen teniendo un papel crucial en la producción de cine de calidad.
Su capacidad para combinar recursos técnicos con visión artística les ha permitido mantener esa relevancia que otros estudios han perdido en favor del puro entretenimiento comercial.
Netflix, con 21 nominaciones previstas, confirma su consolidación como una fuerza creativa legítima. Esta paridad entre el estudio centenario y la plataforma digital simboliza la transformación que vive la industria cinematográfica.
Aunque debo confesar que sigo siendo escéptico respecto a si el modelo de streaming puede sostener a largo plazo esa apuesta por el cine de autor que tanto necesitamos.
Focus Features y Neon, con 17 y 14 nominaciones respectivamente, representan ese espacio intermedio tan necesario para el cine de autor. Estos distribuidores especializados han sabido encontrar su nicho, apostando por proyectos arriesgados que enriquecen el panorama cinematográfico.
Son los herederos de aquellas distribuidoras independientes que en los años 70 permitieron el florecimiento del Nuevo Hollywood.
Categorías técnicas: el arte detrás de la cámara
Las predicciones en las categorías técnicas sugieren una temporada donde la artesanía cinematográfica brillará con luz propia. La Cinematografía, la Dirección Artística y los Efectos Visuales prometen competiciones dignas de estudio.
Estas categorías, a menudo relegadas a un segundo plano por el gran público, son en realidad el corazón del lenguaje cinematográfico. Un encuadre magistral puede decir más que mil palabras de diálogo.
«Wicked: For Good», con diez nominaciones proyectadas, podría destacar especialmente en los apartados técnicos. Los musicales siempre han sido un terreno fértil para la innovación visual y sonora, desde los números de Busby Berkeley hasta la revolución cromática de «Cantando bajo la lluvia».
Sin embargo, la tendencia actual hacia la saturación digital me hace temer que se pierda esa elegancia artesanal que caracterizaba a los grandes musicales de la MGM.
La inclusión de «One Battle After Another» entre los favoritos sugiere que el cine bélico, cuando está bien ejecutado, sigue teniendo un lugar privilegiado en el corazón de los votantes.
Este género, desde «Sin novedad en el frente» hasta «Salvar al soldado Ryan», ha demostrado su capacidad para combinar espectáculo y reflexión. La clave está en encontrar el equilibrio entre la épica visual y la intimidad humana.
Una temporada de contrastes
Lo que más me fascina de estas predicciones es la diversidad de géneros y enfoques representados. Desde adaptaciones literarias hasta secuelas de musicales, pasando por dramas de autor y posibles epopeyas bélicas, el panorama sugiere una Academia más abierta y receptiva.
Esta variedad nos recuerda que el cine, en su mejor expresión, es un arte inclusivo capaz de abarcar múltiples sensibilidades y tradiciones.
Las predicciones para 2026 sugieren que estamos ante una de esas temporadas que pueden redefinir nuestro entendimiento de la excelencia cinematográfica. Aunque la experiencia me ha enseñado a ser cauteloso con las expectativas excesivas.
La presencia equilibrada de veteranos y novatos, de grandes estudios y distribuidores independientes, de géneros comerciales y propuestas de autor, dibuja un mapa cinematográfico rico y prometedor.
Sin embargo, no puedo evitar preguntarme si esta aparente diversidad no esconde una homogeneización más sutil, donde las diferencias estéticas se diluyen en favor de una corrección política que poco tiene que ver con la verdadera audacia artística.
Mientras aguardamos el desarrollo de esta fascinante temporada de premios, no puedo evitar sentir esa familiar mezcla de expectación y escepticismo que acompaña a todo cinéfilo veterano.
Las predicciones, por muy fundamentadas que estén, son apenas el prólogo de una historia que se escribirá en salas de cine, festivales y, finalmente, en esa noche mágica de marzo donde el cine celebra sus mejores logros.
Lo que estas proyecciones nos revelan, más allá de nombres y números, es que el cine sigue vivo, sigue evolucionando y sigue siendo capaz de sorprendernos.
En una época donde la inmediatez y lo superficial parecen dominar el entretenimiento, la persistencia de una ceremonia que celebra la artesanía, la narrativa y la excelencia técnica resulta, cuando menos, reconfortante.
Aunque me temo que la verdadera batalla no se libra entre estas películas, sino entre una concepción del cine como arte y otra que lo reduce a mero producto de consumo. Que comience, pues, la función.