Los cómics de los 90 que PREDIJERON el éxito del MCU (y nadie lo vio venir)

Explora cómo los cómics de los 90, como Spawn y Hellboy, influyeron en el MCU actual y redefinieron el arquetipo del antihéroe moderno.

✍🏻 Por Clara Domenech

agosto 27, 2025

• Los años 90 fueron el momento en que el cómic maduró como medio artístico, experimentando con narrativas que hoy vemos reflejadas en el MCU y las adaptaciones cinematográficas modernas.

• Como fan que vivió esa transición desde los cómics hasta el boom actual de Marvel, puedo confirmar que muchas técnicas narrativas que Kevin Feige usa se perfeccionaron en esa década dorada.

• Títulos como Spawn o Hellboy no solo fueron éxitos comerciales, sino que sentaron las bases del antihéroe moderno que vemos en personajes como Deadpool o Venom.

¿Os acordáis de esa sensación de entrar en una tienda de cómics en los 90 y ver esas portadas brillantes que parecían gritar desde las estanterías? Yo sí, y os aseguro que fue una época irrepetible. Los años 90 no fueron solo otra década en la historia del cómic; fueron el momento en que todo cambió para siempre.

Mientras que los 80 habían sentado las bases con obras como Watchmen, los 90 cogieron esa antorcha y la convirtieron en una explosión de creatividad desenfrenada. Fue cuando nació Image Comics, cuando artistas como Todd McFarlane se convirtieron en estrellas, y cuando el cómic demostró que podía ser tan cinematográfico como cualquier blockbuster.

Y aquí viene lo interesante: muchas de las técnicas narrativas que hoy vemos en el MCU se experimentaron primero en esos cómics. La estructura de arcos largos, el desarrollo de personajes secundarios, incluso los universos compartidos… todo eso se perfeccionó durante esa década.

Spawn: El antihéroe que anticipó a Deadpool

Si hay un cómic que define los 90, ese es Spawn. Todd McFarlane no solo creó un personaje; creó el molde del antihéroe moderno que Marvel perfeccionaría décadas después. La historia de Al Simmons, convertido en soldado del infierno tras un pacto demoníaco, tenía todo lo que necesitábamos: violencia estilizada, un protagonista moralmente ambiguo y un arte que parecía salido de nuestras pesadillas más épicas.

Lo fascinante de Spawn es cómo McFarlane consiguió que nos importase un personaje técnicamente malvado. Esa fórmula la vemos hoy perfeccionada en Venom o Deadpool. Marvel aprendió de estos experimentos de los 90: un antihéroe funciona cuando tiene motivaciones comprensibles, aunque sus métodos sean cuestionables.

El éxito inmediato de Spawn también demostró algo crucial: los lectores estábamos hambrientos de algo diferente. Esa lección no se le escapó a Marvel, que años después apostaría por personajes como Punisher o Ghost Rider en sus propias producciones.

Hellboy: La magia que influyó en el MCU cósmico

Mike Mignola creó con Hellboy algo que parecía imposible: un cómic de terror que funcionaba como aventura pulp, con toques de mitología que lo hacían único. Ese diseño visual, con sombras marcadas y paleta de colores característica, influyó en toda una generación de artistas.

Lo que siempre me ha gustado de Hellboy es su equilibrio entre horror cósmico y humor genuino. Mignola creó un personaje que podía enfrentarse a demonios ancestrales y preocuparse por encontrar un buen sitio para desayunar. Esa humanidad es algo que Marvel ha sabido capturar perfectamente en personajes como Thor o los Guardianes de la Galaxia.

Las adaptaciones cinematográficas de Hellboy, aunque irregulares, mantuvieron siempre ese corazón que Mignola creó. Y es curioso cómo esa mezcla de mitología antigua con humor moderno la vemos ahora en las fases más cósmicas del MCU.

Batman: The Long Halloween y el noir que Marvel adoptó

Jeph Loeb y Tim Sale crearon con The Long Halloween una obra maestra del thriller noir. Aunque sea DC, su influencia en el cine moderno es innegable, y Marvel ha sabido aprender de ella para sus propias historias más oscuras.

La serie funcionaba como un thriller que exploraba la transición del crimen organizado tradicional hacia la era de los supervillanos. Esa estructura narrativa la hemos visto después en series como Daredevil o en películas como Captain America: The Winter Soldier.

Sale consiguió crear un Gotham real y opresivo, mientras Loeb tejía tramas que mantenían el misterio sin sacrificar desarrollo de personajes. Marvel tomó nota: desde las series de Netflix hasta las fases más recientes del MCU, esa influencia noir está presente.

The Punisher y la deconstrucción del superhéroe

Garth Ennis llevó a Frank Castle a territorios inexplorados con historias que cuestionaban el concepto mismo del superhéroe. En obras como «The Punisher Kills the Marvel Universe», Castle decide que todos los superhéroes son parte del problema.

Suena a locura, y lo es, pero Ennis lo ejecutó con una lógica interna perturbadora. Castle no ve diferencia entre «buenos» y «malos»; para él, todos causan destrucción. Es una premisa que hoy vemos en series como The Boys, pero en los 90 era revolucionario.

Marvel ha sabido usar esta deconstrucción de forma inteligente. En Civil War o en los momentos más oscuros de sus series, vemos ecos de esas preguntas incómodas que Ennis planteaba: ¿son realmente los superhéroes la solución?

Image Comics: La revolución que cambió las reglas

La fundación de Image Comics cambió para siempre la industria. Todd McFarlane, Jim Lee y Rob Liefeld demostraron que había espacio para voces creativas independientes, sin las restricciones de Marvel y DC.

Títulos como WildC.A.T.s o Savage Dragon no han envejecido todos igual de bien, pero su impacto cultural es innegable. Demostraron que los creadores podían mantener derechos de sus personajes y tener éxito comercial.

Esa filosofía ha permitido que Image siga siendo innovadora hoy. Y Marvel ha aprendido: la diversidad creativa y dar libertad a los autores produce mejores resultados que las fórmulas rígidas.

El legado visual que vemos en el MCU

Una de las cosas que más echo de menos de los 90 es esa rugosidad visual. Los artistas experimentaban sin miedo, usaban colores saturados y creaban diseños que parecían imposibles de dibujar.

Esa influencia la vemos hoy en todas partes. Desde los diseños de vestuario del MCU hasta la cinematografía de películas como Doctor Strange, el ADN visual de los 90 sigue presente. Los creadores entendieron que el cómic era un medio visual único, y lo explotaron al máximo.

Marvel ha sabido trasladar esa espectacularidad visual al cine manteniendo la coherencia narrativa. No es fácil, pero cuando funciona, como en Thor: Ragnarok o Guardianes de la Galaxia, el resultado es mágico.

De los 90 al MCU: Una evolución natural

Como alguien que ha seguido esta evolución desde aquellos cómics hasta las adaptaciones actuales, puedo decir que la conexión es evidente. Kevin Feige y los arquitectos del MCU son herederos directos de lo que se empezó en los 90.

La estructura de arcos argumentales largos, la importancia de personajes secundarios, los universos compartidos… todo se perfeccionó en esa década. Marvel cogió esas lecciones y las llevó al cine con una maestría que sigue sorprendiéndome.

Claro, no todo lo que se hizo en los 90 era oro. Hubo excesos, historias que no funcionaron y experimentos fallidos. Pero esa voluntad de arriesgar, de probar cosas nuevas, es lo que permitió que llegáramos hasta donde estamos hoy.

Los años 90 fueron mucho más que una moda pasajera. Fueron el momento en que el cómic maduró como medio artístico, experimentando con formas y contenidos que siguen influyendo en la cultura popular actual.

Cada vez que veo una película de Marvel, reconozco elementos que se gestaron en aquellas páginas llenas de color y energía. Y lo mejor es que muchos de estos cómics siguen siendo igual de emocionantes hoy que cuando los leí por primera vez.

Porque al final, una buena historia es una buena historia, independientemente de la década en que se cuente. Los 90 nos enseñaron que el cómic podía ser espectacular sin perder profundidad, y esa lección sigue siendo válida treinta años después.


Crecí con los cómics de Marvel y me enamoré del MCU desde el primer “I am Iron Man”. Me encanta seguir teorías, analizar tramas y perderme en cada nuevo estreno, pero también sé cuándo algo no está a la altura. Disfruto del hype, pero escribo con criterio. Porque si no le exigimos al cine que mejore, ¿entonces para qué estamos aquí?

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