• A24 negocia una nueva serie de La Masacre de Texas con J.T. Mollner y Glen Powell, compitiendo contra propuestas de Bryan Bertino y Taylor Sheridan.
• Esta franquicia podría ser el vehículo perfecto para que A24 explore sus temas favoritos: el aislamiento social y la deshumanización en la América contemporánea.
• El momento parece ideal para reimaginar este clásico, cuando vivimos una época donde la tecnología nos conecta pero también nos aísla de formas que Hooper jamás imaginó.
Hay algo profundamente perturbador en el rugido de una motosierra que trasciende el mero terror visceral. Es el sonido de la desconexión humana, de comunidades que se fracturan hasta convertirse en algo irreconocible. Cuando Tobe Hooper nos mostró por primera vez los horrores de la familia Sawyer en 1974, estaba capturando algo más profundo que el miedo a un psicópata enmascarado: estaba documentando el colapso de los vínculos sociales que nos mantienen humanos.
Cincuenta años después, mientras A24 considera reimaginar esta pesadilla para una nueva generación, me pregunto si no estamos ante la oportunidad perfecta de explorar cómo esa desconexión se ha amplificado exponencialmente. En una era donde la soledad digital reemplaza el contacto humano, quizás Leatherface sea más relevante que nunca.
El Laboratorio A24 y la Evolución del Terror
A24 ha conseguido algo que parecía imposible: transformar el terror en un vehículo para la reflexión profunda. Desde Hereditary hasta Talk To Me, han demostrado que el público no sólo busca sustos, sino comprensión.
Su aproximación me recuerda a lo que Philip K. Dick hacía con la ciencia ficción: usar elementos fantásticos para examinar verdades incómodas sobre la condición humana. Cuando veo el catálogo de A24, no veo películas de terror; veo estudios antropológicos disfrazados de entretenimiento.
La posible adquisición de La Masacre de Texas encaja perfectamente en esta filosofía. No se trata de resucitar una franquicia por nostalgia, sino de utilizarla como microscopio para examinar cómo hemos evolucionado como sociedad. O más bien, cómo hemos involucionado.
J.T. Mollner trae consigo una sensibilidad que va más allá del gore. Su trabajo sugiere una comprensión de que el verdadero horror reside en la pérdida gradual de la empatía. En un mundo donde las redes sociales nos permiten deshumanizar al «otro» con una facilidad aterradora, la familia Sawyer podría representar el extremo lógico de esa desconexión.
La Competencia Como Síntoma
Que Bryan Bertino y Taylor Sheridan también compitan por estos derechos revela algo fascinante sobre el momento cultural que vivimos. Tres visiones diferentes del mismo material, tres formas distintas de procesar nuestros miedos colectivos.
Bertino entiende la violencia doméstica desde una perspectiva íntima y claustrofóbica. Sheridan ha demostrado su capacidad para retratar la América profunda con toda su complejidad. Pero A24 ofrece algo diferente: la posibilidad de tratar el horror como filosofía aplicada.
Me recuerda a cuando pausé Arrival para anotar esa reflexión sobre cómo el lenguaje moldea la percepción del tiempo. A24 tiene esa capacidad de hacer que te detengas, que reflexiones, que veas conexiones donde antes sólo había entretenimiento.
Glen Powell en el proyecto añade una dimensión intrigante. Su presencia sugiere que esta serie no será un simple ejercicio de nostalgia, sino una reimaginación completa que podría cuestionar nuestras asunciones sobre qué constituye la monstruosidad en el siglo XXI.
El Fracaso de Netflix Como Advertencia
La adaptación de Netflix de 2022 fue un recordatorio brutal de lo que ocurre cuando se confunde ruido con significado. Fue violencia sin contexto, gore sin propósito, una demostración perfecta de cómo la tecnología puede amplificar el contenido sin enriquecerlo.
A24 entiende algo fundamental que Netflix pasó por alto: el terror efectivo funciona como la buena ciencia ficción. No se trata de los efectos especiales o la sangre en pantalla, sino de las ideas que permanecen contigo cuando todo termina.
Midsommar nos perturbó porque exploraba cómo las comunidades pueden convertirse en sistemas de control. The Witch funcionaba porque entendía que el verdadero horror reside en lo que no comprendemos sobre nosotros mismos.
Esta comprensión es crucial para cualquier nueva aproximación a La Masacre de Texas. La película original capturaba la paranoia de su época, pero también algo más universal: el miedo a que la civilización sea sólo una fachada muy delgada.
El Terror Como Espejo Social
Vivimos en una época donde las divisiones sociales se amplifican a través de algoritmos diseñados para mantenernos en burbujas de confirmación. La América rural y urbana no sólo están geográficamente separadas; habitan realidades informativas completamente diferentes.
En este contexto, Leatherface podría funcionar como una metáfora perfecta de lo que ocurre cuando las comunidades se vuelven completamente endogámicas, cuando el «otro» deja de ser humano y se convierte en amenaza existencial.
Una serie televisiva permite explorar estas dinámicas con la profundidad que merecen. Podríamos ver cómo se construye un monstruo, cómo una comunidad entera puede volverse cómplice del horror, cómo el aislamiento y la desconfianza pueden corromper hasta los vínculos más básicos.
Me quedé pensando durante días en Her porque planteaba preguntas fundamentales sobre la intimidad en la era digital. Una serie de La Masacre de Texas podría hacer algo similar con la violencia: obligarnos a examinar cómo la desconexión social crea las condiciones para la deshumanización.
La Televisión Como Nuevo Laboratorio
El formato televisivo se ha convertido en el medio ideal para explorar ideas complejas de forma sostenida. Series como True Detective o Black Mirror han demostrado que el público está preparado para narrativas que funcionan tanto como entretenimiento como reflexión.
Una serie de La Masacre de Texas podría explorar no sólo la familia Sawyer, sino todo el ecosistema social que permite su existencia. ¿Cómo reacciona una comunidad cuando sabe que hay monstruos entre ellos? ¿Qué mecanismos psicológicos nos permiten mirar hacia otro lado?
Estas preguntas trascienden el género de terror. Son preguntas sobre complicidad, sobre los límites de la empatía, sobre cuándo dejamos de reconocer la humanidad en el otro.
La posibilidad de que A24 reimagine La Masacre de Texas representa algo más profundo que una simple adaptación. Es la oportunidad de usar una de las franquicias más viscerales del cine para examinar cómo hemos evolucionado como sociedad en las últimas cinco décadas.
Si logran capturar la esencia de lo que hizo especial la película original pero actualizándola para nuestros tiempos, podríamos estar ante algo verdaderamente revelador. No sólo una serie de terror, sino un espejo donde reconocer nuestros propios procesos de deshumanización.
Porque al final, los mejores monstruos siempre han sido aquellos que nos muestran algo incómodo sobre nosotros mismos. Y en una época donde la tecnología nos conecta pero también nos aísla de formas que Hooper jamás imaginó, quizás necesitemos que Leatherface nos recuerde qué perdemos cuando dejamos de vernos como humanos.