Kimmel vuelve tras la suspensión y desafía el poder con humor

Jimmy Kimmel regresa tras su suspensión y convierte el humor político en un acto de resistencia, redefiniendo el papel del late-night en la democracia.

✍🏻 Por Alex Reyna

septiembre 24, 2025

• Jimmy Kimmel regresa a la televisión tras una suspensión, utilizando su plataforma para defender la libertad de expresión mientras mantiene su característico humor político.

• Su evolución de locutor deportivo a comentarista social refleja cómo el entretenimiento puede convertirse en una forma de resistencia democrática en tiempos complejos.

• La capacidad de encontrar humor en la oscuridad política demuestra que la comedia sigue siendo una herramienta poderosa para procesar y criticar la realidad social.

Hay algo fascinante en cómo ciertos momentos históricos transforman a los entertainers en algo más profundo. Como cuando los cómicos de la República de Weimar se convirtieron sin quererlo en cronistas de su época.

O cuando los presentadores de televisión estadounidenses durante Watergate descubrieron que sus monólogos nocturnos tenían más peso político del que jamás imaginaron.

Jimmy Kimmel parece haber atravesado una de esas metamorfosis. Su reciente regreso tras una suspensión nos invita a reflexionar sobre el papel del humor en sociedades bajo tensión.

En una era donde la línea entre entretenimiento y activismo se difumina constantemente, la figura del presentador nocturno adquiere dimensiones casi antropológicas. ¿Qué nos dice sobre nosotros como sociedad que busquemos en los cómicos la claridad que no encontramos en los políticos?

El Regreso del Bufón de la Corte

Jimmy Kimmel volvió a «Jimmy Kimmel Live!» con una declaración que resonó más allá del estudio: «Este programa no es importante, lo que es importante es que vivimos en un país que nos permite tener un programa como este».

Esa frase encierra una paradoja hermosa. Al negar la importancia de su propio show, Kimmel estaba defendiendo algo mucho más grande: el ecosistema democrático que permite la crítica y la disidencia disfrazada de entretenimiento.

Me recuerda a esos momentos en Her donde Theodore descubre que las conversaciones más íntimas pueden surgir de los espacios más artificiales. Kimmel ha encontrado en el formato aparentemente frívolo del late-night una manera de abordar temas que van al corazón de la democracia.

Su suspensión, lejos de silenciarlo, parece haberle dado una perspectiva más clara sobre su papel. Como esos personajes de Philip K. Dick que solo comprenden la naturaleza de su realidad cuando se ven amenazados.

La Evolución del Comentarista Accidental

La trayectoria de Kimmel desde locutor deportivo hasta voz de la resistencia cultural no es casual. Es el reflejo de una época donde las instituciones tradicionales han perdido credibilidad.

La audiencia busca autenticidad en lugares inesperados. Durante la administración Trump, Kimmel se convirtió en algo que probablemente nunca planeó ser: un defensor involuntario de la Primera Enmienda.

Sus monólogos emocionales sobre sanidad y violencia armada trascendieron el humor para convertirse en testimonios personales.

«Están pasando muchas cosas horribles, pero también están pasando algunas cosas divertidas», declaró en su regreso. Esa capacidad de mantener la perspectiva es lo que distingue a los grandes narradores de su época.

Es como si Kimmel hubiera entendido algo que los guionistas de Black Mirror llevan años explorando: que en sociedades hiperconectadas y polarizadas, el humor se convierte en una forma de supervivencia emocional.

El Peso de la Plataforma

Lo más interesante del fenómeno Kimmel es cómo ha navegado la responsabilidad que conlleva tener una plataforma masiva. No es solo entretenimiento; es influencia.

Su conexión con leyendas como Norman Lear sugiere una comprensión profunda de cómo el entretenimiento puede ser vehículo de cambio social. Lear utilizó sitcoms para abordar racismo y sexismo. Kimmel usa monólogos nocturnos para procesar traumas colectivos.

La diferencia está en el contexto. Lear trabajaba en una época donde existía un consenso básico sobre la realidad compartida. Kimmel opera en un mundo donde incluso los hechos más básicos son disputados.

Su enfoque personal para abordar temas serios refleja una comprensión intuitiva de que en la era de la posverdad, la autenticidad emocional puede ser más poderosa que los argumentos racionales.

La Comedia Como Resistencia

Hay algo profundamente subversivo en el acto de hacer reír durante tiempos oscuros. Los regímenes autoritarios siempre han temido más a los cómicos que a los políticos de oposición.

El humor tiene la capacidad única de desinflar la pomposidad del poder.

Kimmel parece haber comprendido esto instintivamente. Su regreso tras la suspensión no fue una disculpa ni una retirada, sino una reafirmación de que el humor político es una forma de resistencia democrática.

Me hace pensar en esas escenas de V de Vendetta donde la risa se convierte en acto revolucionario. Aunque Kimmel opera dentro del sistema, no fuera de él. Su subversión es institucional, lo que la hace tanto más interesante como más compleja.

La pregunta que queda flotando es si esta forma de resistencia es suficiente, o si simplemente proporciona una válvula de escape que permite que el sistema continúe sin cambios reales.

El Futuro del Late-Night Político

El regreso de Kimmel plantea cuestiones más amplias sobre el futuro del comentario político en televisión. ¿Puede el formato tradicional del late-night adaptarse a una realidad mediática fragmentada?

Su insistencia en defender la libertad de expresión sugiere una comprensión de que su propia supervivencia está ligada a la salud democrática del país. Es una apuesta arriesgada: convertir el entretenimiento en activismo cívico.

Pero quizás esa sea precisamente la evolución necesaria. En una época donde las instituciones tradicionales luchan por mantener relevancia, los entertainers que pueden combinar humor con conciencia social ocupan un espacio único.

La verdadera medida del éxito de Kimmel no será si hace reír a su audiencia, sino si logra que piensen. En esa tensión entre entretenimiento y educación se define el futuro de un formato que lleva décadas siendo espejo de la sociedad estadounidense.

El regreso de Jimmy Kimmel tras su suspensión no es solo la vuelta de un presentador a su programa. Es la reafirmación de que existe espacio para voces que se niegan a elegir entre hacer reír y hacer pensar.

Su capacidad para encontrar humor en la oscuridad política mientras defiende principios democráticos fundamentales sugiere que el entretenimiento puede ser una de las formas más serias de participación cívica.

En última instancia, Kimmel nos recuerda que la libertad de reírse del poder es tan frágil como preciosa. Defenderla, incluso desde un plató de televisión, es un acto de resistencia que trasciende el entretenimiento para convertirse en algo mucho más vital: la preservación de los espacios donde la disidencia puede disfrazarse de humor y mantener viva la posibilidad del cambio.


Sobre Alex Reyna

Mi primer recuerdo de infancia es ver El Imperio Contraataca en VHS. Desde entonces, la ciencia ficción ha sido mi lenguaje. He montado Legos, he visto Interstellar más veces de las que debería, y siempre estoy buscando la próxima historia que me vuele la cabeza. Star Wars, Star Trek, Dune, Nolan… si tiene naves o viajes temporales, cuenta conmigo.

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