Hollywood produce 15 secuelas al año pero abandona estas obras maestras

Hollywood prioriza secuelas lucrativas, dejando valiosas historias sin narrar. Descubre cómo la dictadura económica afecta al cine y sus narrativas.

✍🏻 Por Tomas Velarde

agosto 6, 2025

• Hollywood produce entre 12 y 15 secuelas anuales, pero franquicias de indudable valor cinematográfico permanecen abandonadas durante décadas por no generar beneficios inmediatos.

• La industria actual ha reducido el arte cinematográfico a una ecuación matemática donde la creatividad queda supeditada a los balances contables, privándonos de narrativas que podrían enriquecer el panorama contemporáneo.

• Considero que esta dictadura de las cifras representa una traición al cine como arte, dejando historias inacabadas que merecerían el mismo respeto que los maestros clásicos otorgaban a sus obras.

En una época donde los estudios de Hollywood parecen obsesionados con exprimir hasta la última gota de sus propiedades intelectuales más lucrativas, resulta paradójico observar cómo ciertas franquicias de indudable valor cinematográfico yacen en el olvido.

Mientras asistimos al desfile interminable de secuelas formulaicas que inundan nuestras pantallas cada temporada, hay historias que merecían una continuación más digna y que, por caprichos del mercado, han sido condenadas al silencio.

Recuerdo vívidamente cuando Blade Runner de Ridley Scott parecía destinada a permanecer como una obra única e irrepetible. Treinta y cinco años tuvieron que transcurrir para que Denis Villeneuve nos regalase 2049, una secuela que honraba el legado original con la reverencia que Kubrick habría mostrado hacia su propio trabajo.

El cruel dictado de la taquilla

La máxima que rige Hollywood es tan simple como despiadada: «Las franquicias que continúan son aquellas que continúan generando dinero».

Esta filosofía empresarial, aunque pragmática, reduce el arte cinematográfico a una mera ecuación matemática donde la creatividad queda supeditada a los balances contables.

Cada año, los grandes estudios lanzan entre doce y quince secuelas al mercado. Sin embargo, esta aparente abundancia esconde una realidad más compleja: la mayoría de estos proyectos pertenecen a un puñado de franquicias que han demostrado ser minas de oro inagotables.

Mientras tanto, sagas como The Matrix permanecieron dieciocho años en el limbo tras las secuelas de los Wachowski, o Mad Max, que necesitó treinta años para que George Miller pudiese regresar con Fury Road.

La diferencia entre estos casos y las franquicias verdaderamente abandonadas radica en la persistencia de sus creadores originales y, por supuesto, en el reconocimiento tardío de su valor cultural.

El castigo del fracaso comercial

«Lanza un par de secuelas mediocres seguidas y te apartan del juego», reza la cruel realidad de la industria.

Esta sentencia refleja la poca paciencia que tienen los ejecutivos de estudio con las franquicias que no cumplen las expectativas económicas, independientemente de su valor artístico o cultural.

He sido testigo, desde mis primeros años escribiendo en foros de cinéfilos a finales de los noventa, de cómo producciones que en su momento representaron hitos cinematográficos han sido relegadas al olvido por el simple hecho de que sus últimas entregas no alcanzaron las cifras esperadas.

Pensemos en Alien. Tras la obra maestra de Scott y la brillante continuación de James Cameron, la saga se perdió en un laberinto de secuelas que traicionaron la esencia original.

David Fincher, pese a su talento indiscutible, no pudo salvar Alien³ de las injerencias del estudio. La franquicia quedó herida, y aunque Scott intentó resucitarla con Prometheus y Covenant, el daño ya estaba hecho.

Franquicias en el olvido: un patrimonio desaprovechado

Existen numerosas sagas que han permanecido inactivas durante períodos que oscilan entre los ocho y los treinta años.

Estas cifras resultan especialmente llamativas cuando las contrastamos con la velocidad vertiginosa con la que se producen secuelas de franquicias más comerciales.

The Dark Crystal de Jim Henson esperó treinta y seis años para ver una continuación, y cuando llegó, fue en forma de serie para Netflix. La artesanía de Henson, comparable a la meticulosidad de un Kurosawa en la construcción de sus mundos, merecía un tratamiento más cinematográfico.

Tron permaneció veintiocho años en el olvido hasta que Disney decidió apostar por Legacy. Pese a sus virtudes visuales, la secuela careció de la profundidad filosófica que Steven Lisberger había plantado en el original.

Algunas de estas historias dormidas poseen elementos narrativos y estéticos que podrían aportar una perspectiva refrescante al panorama actual.

La nostalgia como motor creativo

La distancia temporal puede convertirse en una ventaja creativa cuando se aborda con la sensibilidad adecuada.

Algunas franquicias que permanecieron inactivas durante décadas han logrado regresar con propuestas que honran su legado mientras aportan una perspectiva contemporánea.

Mad Max: Fury Road es el ejemplo perfecto de cómo un maestro puede regresar a su obra después de décadas y superarla. Miller no se limitó a repetir fórmulas; reinventó su propio lenguaje visual con la sabiduría que sólo otorgan los años.

El desafío reside en encontrar el equilibrio perfecto entre la fidelidad al espíritu original y la necesidad de conectar con las audiencias actuales.

Cuando este equilibrio se logra, el resultado puede ser extraordinario, como vimos también en El Padrino y El Padrino II. Coppola entendió que una secuela no debía ser una repetición, sino una expansión orgánica del universo narrativo.

Lamentablemente, El Padrino III demostró que incluso los grandes maestros pueden sucumbir a las presiones comerciales cuando el tiempo y las circunstancias no acompañan.

El papel de los nuevos realizadores

Una de las claves para revitalizar franquicias dormidas reside en confiar en cineastas que comprendan tanto el valor intrínseco de estas propiedades como las exigencias del cine contemporáneo.

La combinación de respeto por el legado y visión personal puede dar lugar a obras que trasciendan la mera nostalgia comercial.

Villeneuve demostró con Blade Runner 2049 que es posible honrar la visión de un maestro como Scott sin caer en la imitación servil. Su aproximación recordaba a la reverencia que Bergman mostraba hacia sus propias obras anteriores: respeto absoluto, pero sin miedo a la evolución.

Desafortunadamente, la tendencia actual favorece a directores que priorizan el espectáculo sobre la sustancia, lo que resulta en secuelas que, aunque exitosas comercialmente, carecen de la profundidad y el cuidado artesanal que caracterizaban a las obras originales.

La responsabilidad del público

Como espectadores, también tenemos una responsabilidad en este panorama.

Nuestra disposición a apoyar proyectos que privilegien la calidad sobre la cantidad puede influir en las decisiones de los estudios.

Sin embargo, esto requiere un público educado y exigente, capaz de distinguir entre el entretenimiento genuino y la manipulación comercial.

Durante mis años escribiendo críticas, he observado cómo las audiencias han ido perdiendo gradualmente la paciencia necesaria para apreciar obras que requieren una digestión más pausada.

La nostalgia puede ser una herramienta poderosa cuando se emplea con inteligencia, pero también puede convertirse en una trampa que nos impida apreciar propuestas verdaderamente innovadoras.

Hitchcock sabía que el público era más inteligente de lo que los productores creían. Esa confianza en la audiencia es precisamente lo que falta en el panorama actual.

El panorama actual de las franquicias cinematográficas refleja las contradicciones inherentes de una industria que debe equilibrar arte y comercio.

Mientras celebramos la abundancia de contenido disponible, no podemos ignorar que esta abundancia a menudo viene acompañada de una homogeneización preocupante.

Las franquicias que permanecen en el olvido representan oportunidades perdidas de enriquecer nuestro panorama cinematográfico con perspectivas diversas y narrativas más arriesgadas.

La verdadera tragedia no reside en la ausencia de estas secuelas, sino en la mentalidad que las hace imposibles.

Hasta que la industria no recupere cierto equilibrio entre la rentabilidad y la ambición artística, seguiremos siendo testigos de un panorama donde la mediocridad triunfa sobre la excelencia, y donde las historias más interesantes permanecen para siempre inconclusas.

El cine, como arte que es, merece algo mejor que esta dictadura de las cifras. Los maestros del pasado nos enseñaron que la paciencia y el respeto por el oficio pueden crear obras que trascienden su época.

Es hora de que la industria actual recupere esas lecciones.


Cinéfilo empedernido, coleccionista de vinilos de bandas sonoras y defensor de la sala de cine como templo cultural. Llevo más de una década escribiendo sobre cine clásico, directores de culto y el arte de la narrativa visual. Creo que no hay nada como un plano secuencia bien ejecutado y que el cine perdió algo cuando dejó de oler a celuloide.

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