• Grant Gustin revela que el final de The Flash tuvo que ser reescrito por completo debido a un brote de COVID que afectó al rodaje.
• Una escena clave con Savitar interpretado físicamente por Gustin con prótesis completas fue eliminada para siempre del guión original.
• James Gunn se muestra abierto a que Gustin regrese al universo DC, aunque en un papel diferente al de Barry Allen.
Nueve años. Nueve jodidos años corriendo por Central City para que al final todo se vaya al garete por un virus. Así es como terminó una de las series más longevas del universo DC, y no precisamente como sus creadores habían planeado. Grant Gustin acaba de soltar la bomba sobre lo que realmente pasó detrás de las cámaras del final de The Flash, y la verdad es que duele más que ver cómo Warner destrozó el Snyderverso.
Porque una cosa es que los ejecutivos de traje tomen decisiones creativas desastrosas desde sus despachos, y otra muy distinta es que la realidad se cargue por las bravas la visión original de los creadores. Lo que Gustin cuenta sobre esos últimos días de rodaje tiene algo de épico y trágico a la vez, como esas secuencias en cámara lenta de Man of Steel donde Clark corre hacia su destino sabiendo que ya no hay vuelta atrás.
El COVID se carga la visión original
La cosa es así de brutal: Gustin pilló el COVID justo una semana y media antes de que terminase el rodaje. Una semana y media. Imagínate la faena. Ahí tienes al protagonista de una serie que lleva casi una década en antena, preparándose para cerrar su arco narrativo como Dios manda, y llega un virus a joderlo todo.
El resultado fue que tuvieron que reescribir partes enteras del guión. Y no hablo de diálogos menores o escenas de relleno. Hablo de momentos clave, de esos que definen el legado de un personaje. La escena más dolorosa de perder fue una donde Gustin iba a interpretar físicamente a Savitar con todo el maquillaje protésico y la parafernalia completa.
«Iba a estar en la escena con la cicatriz protésica y el maquillaje, con todos los villanos, cuando Savitar estaba en el traje», explicó Gustin. Joder, solo de pensarlo se me pone la piel de gallina. Esa conexión visual entre Barry y su versión más oscura, esa dualidad que tanto mola en los cómics y que Snyder sabía plasmar como nadie en pantalla. Es exactamente el tipo de momento que vimos en Watchmen cuando Rorschach se enfrenta a su propia máscara, esa confrontación visual que dice más que mil diálogos.
El simbolismo visual perdido
Lo que más me cabrea es pensar en todo el potencial narrativo que se perdió. Esa escena de Gustin interpretando a Savitar habría sido puro oro cinematográfico. Imagínate la composición: el mismo actor encarnando al héroe y al villano en el mismo plano, jugando con los reflejos y las sombras como hacía Snyder en 300 con esas transiciones entre Leónidas y Jerjes.
La pérdida de esa secuencia no es solo una anécdota de producción. Es la diferencia entre un final memorable y uno funcional. Entre una conclusión que se queda grabada en la retina y otra que simplemente cumple el expediente.
El final más solitario posible
Pero lo que más me parte el alma es cómo terminó todo para Gustin. Su último día de rodaje fue completamente solo, corriendo en una pantalla verde. «Mi último día de trabajo fue solo en una pantalla verde, lo cual también se sintió correcto, como si fuera desgarrador», confesó el actor.
Hay algo poéticamente cruel en esa imagen. Después de nueve años compartiendo pantalla con un reparto coral, después de construir relaciones y dinámicas de equipo, el tipo que dio vida a The Flash termina su viaje completamente solo, corriendo hacia la nada en un estudio vacío.
Es como esas secuencias finales de Watchmen donde cada héroe termina enfrentándose a su destino en soledad, o como Superman flotando en el espacio en Man of Steel, completamente aislado pero decidido a seguir adelante. Pero aquí no fue una decisión creativa meditada, sino una casualidad del destino que terminó siendo más simbólica que cualquier cosa que pudieran haber escrito.
¿Un futuro en el nuevo DC de Gunn?
Lo único que alivia un poco esta historia es que James Gunn ha dejado la puerta abierta para que Gustin regrese al universo DC, aunque sea en un papel diferente. Y mira, por mucho que me duela admitir que alguien más está al mando del universo DC, Gunn al menos parece tener una visión coherente, algo que no se podía decir de los anteriores mandamases de Warner.
La diferencia entre Gunn y los ejecutivos que cargaron el Snyderverso es que el primero entiende que los personajes importan más que las decisiones de marketing. Ha demostrado con Guardians of the Galaxy que sabe construir arcos emocionales sólidos y que respeta el trabajo de los actores.
Gustin se ha ganado el respeto de los fans durante casi una década. Ha sido el Barry Allen de toda una generación, y ha demostrado que puede llevar el peso de una franquicia en sus hombros. Si Gunn tiene dos dedos de frente, encontrará la manera de aprovechar ese talento, igual que hizo al rescatar a actores como Dave Bautista del olvido.
The Flash terminó después de nueve temporadas, pero no como debería haber terminado. La serie tuvo sus altibajos, sus momentos brillantes y sus decisiones cuestionables, pero Gustin siempre estuvo ahí, dándolo todo por el personaje.
Al final, quizás ese último día solitario en la pantalla verde sea la metáfora perfecta para lo que significa ser un héroe: correr hacia adelante aunque no sepas qué te espera al final del camino. Gustin corrió durante nueve años, y aunque el final no fue el que merecía, su legado como The Flash ya está grabado para siempre. Ahora solo queda esperar a ver si Gunn es lo suficientemente listo como para darle una segunda oportunidad en este nuevo universo DC que está construyendo.

