• Dwayne Johnson busca romper con su imagen de estrella de acción interpretando al luchador de UFC Mark Kerr en «The Smashing Machine».
• El actor confiesa sentirse encasillado por Hollywood y querer explorar su rango dramático más allá de los blockbusters.
• Esta transformación radical incluye prótesis extensas y marca el debut en solitario del director Benny Safdie.
¿Qué pasa cuando una de las estrellas más taquilleras de Hollywood decide que ya no quiere ser solo «The Rock»? La respuesta la encontramos en Venecia, donde Dwayne Johnson ha presentado su proyecto más arriesgado hasta la fecha.
Y no, no hablamos de saltar desde rascacielos o luchar contra monstruos gigantes. Hablamos de algo mucho más desafiante para él: actuar de verdad.
La apuesta más arriesgada de una carrera millonaria
Cuando analizas la trayectoria de Dwayne Johnson desde una perspectiva puramente numérica, entiendes por qué Hollywood le ha tenido encasillado durante años. Sus películas han recaudado más de 10.000 millones de dólares a nivel mundial. Es una de las garantías de taquilla más sólidas de la industria.
Pero detrás de esas cifras astronómicas, Johnson llevaba tiempo sintiendo que algo no encajaba.
«Tenía esta necesidad ardiente y una voz que me decía: ‘¿Y si hay algo más? ¿Y si puedo hacerlo?'», confesaba el actor en el Festival de Venecia. Es una reflexión que va más allá de lo artístico y toca algo fundamental: ¿estaba viviendo su propio sueño o el de otros?
La respuesta la ha encontrado en «The Smashing Machine», donde interpreta a Mark Kerr, el legendario luchador de UFC. Dirigida por Benny Safdie, la película supone un giro de 180 grados respecto a todo lo que hemos visto de Johnson hasta ahora.
Más allá de los músculos: la transformación total
Lo que más me llama la atención de este proyecto no son las cifras de inversión o el potencial comercial. Es la transformación física y emocional que ha requerido.
Johnson se ha sometido a horas de maquillaje protésico para convertirse en Kerr. Un proceso que va mucho más allá de su habitual rutina de gimnasio de cinco horas diarias.
La película no se limita a mostrar los triunfos de Kerr en el octágono. Explora sus demonios personales, incluyendo su adicción a los analgésicos y su compleja relación con Dawn, interpretada por Emily Blunt.
Es territorio dramático puro. Sin explosiones, sin persecuciones y sin one-liners pegadizos.
Desde el punto de vista del mercado, es una jugada fascinante. Johnson está arriesgando su marca personal más valiosa: la garantía de entretenimiento familiar y éxito comercial. Pero también está apostando por algo que podría ser mucho más rentable a largo plazo: la credibilidad artística.
El factor Safdie y la nueva dirección creativa
Benny Safdie no es precisamente conocido por hacer películas comerciales. Junto a su hermano Josh, ha sido responsable de thrillers tensos como «Good Time» y «Uncut Gems». Su estilo nervioso y realista es exactamente lo opuesto a lo que esperarías en una película de Dwayne Johnson.
Esta elección de director me parece brillante desde una perspectiva estratégica. Safdie aporta credibilidad indie y una visión artística que puede elevar el material por encima de una simple biografía deportiva.
Para Johnson, trabajar con él representa una declaración de intenciones clara: quiere ser tomado en serio como actor.
La pregunta del millón es si el público estará dispuesto a acompañarle en este viaje. Los fans de «Fast & Furious» y «Jumanji» esperan una cosa muy concreta de The Rock. ¿Aceptarán verle vulnerable, roto y completamente alejado de su persona pública?
El riesgo calculado de reinventarse
«¿Estoy viviendo mi sueño o estoy viviendo los sueños de otros?», se preguntaba Johnson. Es una reflexión que muchas estrellas se hacen cuando alcanzan la cima comercial pero sienten que artísticamente se han estancado.
Los números respaldan su éxito, pero también pueden convertirse en una prisión dorada. Cada proyecto se mide por su potencial de taquilla, cada decisión creativa se filtra a través del prisma comercial.
Johnson lo sabe mejor que nadie, y por eso su apuesta con «The Smashing Machine» es tan valiente.
La industria está llena de ejemplos de estrellas de acción que han intentado el salto dramático con resultados dispares. Algunos, como Matthew McConaughey, han conseguido reinventarse completamente. Otros han vuelto rápidamente a su zona de confort tras fracasos comerciales y críticos.
Lo que hace diferente el caso de Johnson es el momento elegido y la solidez de su posición. No está haciendo este movimiento desde la desesperación, sino desde la fortaleza.
Tiene el capital suficiente, tanto económico como de imagen, para permitirse el riesgo. Y eso, en una industria obsesionada con las fórmulas seguras, ya es toda una victoria en sí misma.
«The Smashing Machine» representa mucho más que una simple película en la carrera de Dwayne Johnson. Es un experimento fascinante sobre los límites de la reinvención en Hollywood.
Independientemente del resultado en taquilla, Johnson ya ha ganado algo importante: la oportunidad de descubrir si realmente hay más detrás de The Rock de lo que pensábamos.